Con todos los vendepeines para calvos interesadamente enardecidos ante el discurso de su líder, el presidente del gobierno español y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, anunció que crearán una «gran empresa pública capaz de construir y gestionar viviendas».
Este individuo y su partido, que de socialista y obrero no tienen absolutamente nada, será creído una vez más por no pocas e ingenuas personas. No es el caso de @JaviHer11, que ha cuestionado con sobrados y convincentes argumentos su enorme falacia.
Esto es lo que ha expuesto:
Lo peor de este anuncio no es la escasa credibilidad que tiene.
Es que esa «gran empresa pública capaz de construir y gestionar viviendas» ya existe: Sareb.
Veamos qué pistas nos da esto, y cómo podría funcionar esa empresa si es que realmente ocurre algo así:
En primer lugar, es probable que esa «nueva» empresa pública que se anuncia sea un «rebranding» de la propia Sareb, así que es interesante analizar su recorrido.
La Sareb se crea tras la crisis de 2008 con 52 millones públicos, pero con artimañas para escapar al control público.
Con esa millonada, compra a la banca sus activos tóxicos (viviendas, deudas, suelo, etc desvalorizadas) por encima de los precios a los que habían caído, para evitar tanto la quiebra de estos bancos como una caída generalizada del precio de la vivienda.
Socialización de pérdidas.
Esto último se suele obviar y es fundamental: no solo se trata de rescatar a bancos como tales, que también, sino evitar que el valor de un activo financiero como la vivienda, tan clave en la economía española, se desvalorizase. Es un rescate general a las clases propietarias.
Tras el rescate, Sareb tiene en sus manos unas 600.000 viviendas.
Pero su objetivo no era darles un uso social. Su función era malvender esas viviendas para poder recuperar parte de la deuda. Hacer negocio con ellas. Así favoreció la entrada de los fondos buitre.
Además, no todas esas viviendas estaban vacías. Muchas tenían inquilinos, que pagaban su alquiler a una empresa hasta que esta quebró y las viviendas pasaron a manos de Sareb. Otras se habían okupado, estábamos en los peores momentos de la crisis con los desahucios en máximos.
La política de Sareb respecto a estos casos era clara: el desahucio.
Y solamente cuando desde el movimiento de vivienda se le empezó a señalar y presionar con fuerza, empezó a conceder o renovar algunos alquileres, eso sí, llenos de cláusulas abusivas.
El objetivo era vender.
Aún así, Sareb en ningún momento es rentable. Acumula perdidas año a año y tienen que hacer cambios legislativos ad hoc para no declararla en quiebra. Hasta que el aval del préstamo se ejecuta y el Estado pasa a ser, esta vez sin maquillaje, el propietario mayoritario.
¿Cambió algo en la función de Sareb el hecho de pasar a ser pública?
No. El objetivo seguía siendo el mismo, vender para recuperar la deuda, algo cada vez más inverosímil.
Y también era el mismo el tratamiento: desahucios, cláusulas abusivas en los alquileres, etc.
Es quizá esa imposibilidad de vender y saldar la deuda lo que hace al gobierno plantearse otros usos para la Sareb, aprovechando para vender la mayor operación de rescate a la banca y socialización de sus pérdidas como una medida progresista de creación de vivienda pública.
Habrá que ver en qué se concreta: hasta ahora es, como nos tienen acostumbrados, poco más que humo.
Pero si atendemos a que la gran apuesta del PSOE (y también de los partidos a su izquierda y derecha), es la llamada «vivienda asequible», podemos hacer algunas predicciones.
Por un lado, esa «vivienda asequible» se construye en colaboración público privada: el Estado pone suelo y riega con dinero público a constructoras e inmobiliarias en el proceso, garantizándoles una rentabilidad determinada.
Por otro, que deba ser rentable impone que eso de «asequible» sea bastante relativo.
Hace que los precios, sean de alquiler o compra, sean solo ligeramente inferiores a los del mercado.
Es decir, se busca que sean asequibles para las clases medias, excluyendo al proletariado.
De forma totalmente secundaria, podrá destinar recursos anecdóticos a gestionar la miseria y colgarse medallas: unas pocas viviendas para pobres en pésimas condiciones a cambio de sumisión, como hace ya Sareb con sus viviendas ruinosas y sus contratos llenos de cláusulas abusivas
De esta forma, la «redistribución de la riqueza» a través de Estado que nos cuentan como «quitarle un poco a los ricos para darlo al resto» resulta ser en realidad «endeudarnos a todos para alimentar el negocio inmobiliario y hacer alguna concesión a las clases medias»
Esa es la política del Estado y los partidos que lo gobiernan. Y es natural que así sea, porque es precisamente la función del Estado velar por la propiedad privada y la acumulación capitalista, por el negocio de la vivienda y la vivienda como mercancía en este caso.
Ningún partido leal a ese Estado, ningún partido que acepte que la vivienda mercancía, puede representar los intereses de la clase trabajadora por una vivienda gratuita y universal.
Pero hoy no existe una alternativa política a estos partidos.
Tenemos que construirla.
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