Me niego a morder la manzana envenenada de los argumentos técnicos. Algunos pueden tener mucho sentido (bienestar de los vecinos, inundaciones…) podemos entenderlos y nos adecuamos a ellos, pero no cuando se trata de una argumentación construida a posteriori.
Más concretamente, con posterioridad a una reunión realizada a finales de julio entre los responsables de Sortu Navarra e Iruñea, el responsable de Ernai Burlata, un abogado y el susodicho alcalde de Atarrabia, para darle, a éste último, un tirón de orejas y para buscar la manera de frenar aquello que él (probablemente bienintencionado) había aceptado. Si yo fuera vecina de Atarrabia, montaría en cólera al enterarme de que el Ayuntamiento ha fabricado una argumentación en la que me coloca como punta de lanza en su guerra privada contra el Mov. Socialista.
EH-Bildu/Sortu se esconden tras conceptos como “pueblo” o “vecinos” y hacen pasar por “voluntad popular” lo que es en realidad su contienda partidista.
Por otro lado, resulta evidente que es una argumentación construida a posteriori por los tiempos de todo el proceso:
Si el problema eran las fiestas, o la colocación de ciertas infraestructuras (cosa que podría solventarse), ¿por qué no se dijo nada durante meses? ¿Por qué algo previsible se convierte en un problema irresoluble? ¿por qué no dijeron nada cuando salió la convocatoria del Topagune?
¿No será que todavía no le habían dado la orden de frenar aquello al bonachón del alcalde y que todavía no habían contrastado jurídica y políticamente la viabilidad de su argumentación prefabricada? A veces la respuesta más fácil es la más certera…
Pero es que además, todas estas argumentaciones técnicas son justificaciones de un veto político porque siempre son fabricadas ex profeso; no sirven para otros casos y se aplican con arbitrariedad: sirven para nosotros pero no para otros, sirven en este lugar pero no en otros…
En Gasteiz se nos vetó el acceso a las txosnas mediante un proceso de votación al cual ningún colectivo se ha tenido que enfrentar. O por poner un ejemplo más claro: Evidentemente hemos solicitado los permisos para realizar los Topagunes (de este y otros años) en muchos lugares.
En concreto, el año pasado solicitamos hacerlo en Elorrio. El Ayuntamiento nos denegó el permiso alegando que no era un pueblo preparado para eventos de esa envergadura. Mira por dónde, meses después Ernai realiza su macrofesti ¿dónde? En Elorrio*.
No estamos diciendo que estén ilegalizando toda nuestra actividad; el veto político supone impedir allá donde conviene y allá donde las fuerzas políticas lo permiten, aquellas actuaciones que les sean desfavorables; sin rozar el límite de la prevaricación, claro…
No les basta con fabricar una argumentación, con involucrar al pueblo en su mierda y con echar por tierra el trabajo militante de cientos de personas, encima tienen que venir y decir que hacemos campaña de ello; que buscamos esto y que nos beneficia. Tres cosas claras:
Uno: Aunque el histrionismo y el narcisismo de la IA sean ya conocidos (su tendencia a situarse como centro y vector de toda la política) lo cierto es que el MS ha crecido a través de su propia fuerza política y a pesar de las zancadillas socialdemócratas, no a costa de ellas.
El Topagune es muestra de ello. No es un formato agotado, sino un formato que nos conviene llevar a cabo de la forma en la que lo planeamos: como encuentro de formación política para miles de jóvenes. Nadie puede pensar que nos beneficia no llevarlo a término por estar a la gresca
Dos: la gresca por el uso del espacio entre MS y EH-Bildu/Sortu es percibida por la mayoría como una guerra corporativa, que aleja más que atrae y que por lo tanto, mina las condiciones para politizar a la juventud. A los socialdemócratas hace tiempo que esto se las trae al pairo porque han hecho un cálculo de furgoneteros en edad de concebir y de hijos pródigos que bastarán para dar relevo a su chiringuito juvenil a golpe de talonario, y porque con que la juventud vote “progresismo” les vale; pero a nosotros no.
Tres: utilizar conquistas colectivas como medios privados tiene consecuencias nefastas para el conjunto de las organizaciones que queremos hacer política. Me explico: lo poco que se ha mantenido en materia de derechos colectivos es fruto de la lucha de miles de personas nunca capital exclusivo del MLNV. Aquí incluyo también el uso del espacio, la posibilidad de tomar la calle, o poner una txosna. Son todas posibilidades que están siendo atacadas, coartadas o limitadas bajo la burocracia estatal y policial. Que EH-Bildu/Sortu utilice su posición como administrador de los recursos municipales para coartar la actividad política de un movimiento no hace más que profundizar en esta deriva autoritaria y minar las condiciones de hacer política fuera de las instituciones. Puede que los burócratas de Sortu se consuelen diciéndose a sí mismos que el fin justifica los medios y que deben emplear estos medios (la arbitrariedad, la autoridad burocrática) para su cruzada contra aquellos que, consideran, están amenazando su camino al estrellato. Pero es que ni los medios ni el fin son aceptables por nadie que se diga revolucionario, o ya puestos, demócrata: con estos medios, favorecen la deriva autoritaria ya presente en las instituciones burguesas y con este fin (cercenar la opción política del comunismo) se convierten en el brazo útil de la burguesía para arrasar todo a la izquierda.
Ahora nos prohíben hacer un Topagune, pero mañana nos multarán por protestar frente a un desahucio de su ayuntamiento. Porque esto no es una disputa de siglas, sino la pugna entre quienes postulan a gestionar el Estado burgués y quienes queremos destruirlo.
Su guerra privada tiene más consecuencias de las que parece. Están a tiempo de rectificar: de retirar las mentiras que han vertido y de mostrar voluntad para arreglar las cuestiones técnicas. Mientras, que no esperen que bajemos la cabeza. Nos jugamos mucho más que un Topagune.
- El pueblo de Elorrio (Bizkaia) está gobernado por EH Bildu
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