La mayor migración experimentada por los humanos a lo largo de su historia se viene produciendo en los últimos tres siglos y es la que tiene lugar con el traslado de la población del campo a la ciudad. Esto ocurre como consecuencia directa de la instauración del capitalismo y su avidez de mano de obra para la industria. Este fenómeno todavía no ha culminado y se puede comprobar fácilmente analizando cualquier censo poblacional de los últimos tiempos en el país que elijamos. Esta despoblación rural se produce tanto en términos absolutos como relativos, no tenemos más que echar un vistazo a la llamada “España vaciada” para comprobar que cada vez afecta a más territorios y con mayor crudeza. Esto es así porque lo rural está claramente determinado por una economía tradicional basada fundamentalmente en la agricultura y la ganadería. Pero, por qué y cómo ocurre esto?.
Es sabido que en el capitalismo los medios de producción no pueden dejar de desarrollarse tanto en extensión como en intensidad: la tecnología, los métodos de producción, la capacitación de la mano de obra etc. tienden a incrementar su coste total con el objetivo de obtener una mayor productividad, productividad que se ve reflejada en una mayor cantidad de mercancías y el abaratamiento de cada unidad de estas. Este rendimiento creciente de cada nuevo “adelanto” se hace a costa del desplazamiento o sustitución de mano de obra asalariada, de lo contrario no tendría sentido su implantación. Sin embargo y paradójicamente, esto promueve la acumulación de Capital y, a su vez, esa acumulación creciente facilita el aumento del número de obreros empleados. Tal y como explicara Marx:
<<todos los progresos introducidos en el régimen de maquinaria hacen crecer el capital constante invertido en máquinas, materias primas etc., disminuyendo en cambio el capital variable, o sea, el invertido en fuerza de trabajo; y sabemos también que en ningún otro sistema industrial son tan constantes los progresos y, por consiguiente, tan variables la composición de los capitales. Sin embargo, estos cambios constantes se ven interrumpido no menos constantemente por puntos inertes, y por una expansión puramente cuantitativa sobre una base técnica dada. Esto hace crecer el número de obreros en activo>> El Capital, Libro I, Cap. XIII, Apdo. 8.
En el campo también se han revolucionado enormemente los medios de producción, en la práctica se han mecanizado todas las tareas, el empleo de nuevas técnicas de cultivo y fertilización ha experimentado un auge exponencial consiguiendo con ello cosechas mucho más elevadas con mucha menos fuerza de trabajo. Si, por ej., para obtener una tonelada de trigo hace 50 años hacían falta 5 agricultores en 5 Ha de terreno; hoy un solo agricultor en e1 mismo terreno puede obtener 2 Tm. El problema es que, al contrario que en la industria, la población excedente se ve forzada a emigrar o a vegetar al no encontrar el empleo que antes les ocupaba.
<<Es una tendencia inherente a la naturaleza del régimen capitalista de producción la de que la población agrícola disminuye constantemente en proporción a la no agrícola, ya que en la industria (en sentido estricto) el desarrollo del capital con respecto al capital variable va unido al aumento absoluto del capital variable paralelo a su descenso relativo, mientras que en la agricultura disminuye en términos absolutos el capital variable necesario para la explotación de una determinada porción de tierra y, por tanto, sólo puede aumentar a medida que se ponen en explotación nuevas tierras, lo cual presupone, a su vez, un crecimiento mayor aún de la población no agrícola.>> El Capital, Libro III, Cap. XXXVII.
En 1940 en España la población activa dedicada a la agricultura representaba el 51% del total, en 1960 el 39,7%, en 1993 pasó a ser el 9% y en el 2023 ya sólo constituía el 1,8%, la tendencia sigue a la baja aceleradamente aquí, en Europa y en el mundo entero (Si no fuese por las subvenciones en Europa los pequeños y medianos agricultores habrían desaparecido). Esta “maldición” que soportan los agricultores y ganaderos es una espada de Damocles que pende sobre sus cabezas desde hace siglos y tiene imposible solución dentro del capitalismo y su lógica de desarrollo.
En esto, como en todo, conviene diseccionar los problemas introduciendo el factor de clase. Quienes viven de la agricultura y la ganadería no son una clase homogénea, sino muy heterogénea: hay jornaleros, obreros y agricultores, de estos los hay pequeños, medianos y grandes, propietarios y arrendatarios, latifundistas, empresas grandes y pequeñas etc. Las dificultades inherentes al sector, que son muchas y complejas, no les perjudican a todos por igual, es más, incluso a algunos les benefician. En España durante la década del 2010/2020 han desaparecido 70.000 explotaciones que representan un 7,57% del total, mientras que ¡oh casualidad! las explotaciones de más de 100Ha han aumentado en un 50%. Han disminuido los huertos, los pastizales, tradicionales, ganado lechero y de libre estabulación, cunicultura etc.; mientras que han aumentado los terrenos arables, la silvicultura, los cultivos leñosos, los invernaderos y las granjas avícolas, porcinas y bovinas para carne (macrogranjas) etc. En estos sectores con un régimen de explotación intensivo es donde el gran capital, con su capacidad de aplicar los novísimos avances tecnológicos, los más sofisticados insumos agroquímicos y la cada vez más pesada maquinaria obtienen como resultado el abaratamiento del precio por unidad de mercancía, acarreando con ello –a través de la competencia- la ruina a los pequeños y medianos. El único rubro poblacional que ha crecido durante ese periodo es el de los trabajadores por cuenta ajena -60.000 en concreto-, prueba irrefutable de la progresiva proletarización de los pequeños propietarios y/o de sus descendientes.
Si a todo esto le añadimos que el 20% de los agricultores (empresas y terratenientes) se llevan el 80% de las subvenciones de la PAC (Política Agraria Común) podemos hacernos una idea del problema que tienen el restante 80% de los agricultores. Tanto es así, que estas cifras en términos de sufrimiento humano se traducen en que el índice de suicidios entre los campesinos resulta ser tres veces superior al del resto de la población económicamente activa.
Dicen que a perro flaco todo se le vuelven pulgas y en el caso de los agricultores este aserto se cumple a rajatabla. Los problemas se acumulan y se ceban con los más débiles. La inflación, el agotamiento de una tierra sometida a una hiperproductividad, las sanciones a Rusia unido al favoritismo a Ukrania, una dirigencia sindical ciega y conservadora, los Tratados de Libre Comercio, TTIP, la sequía, el cambio climático acelerado, los incendios forestales, la desertificación y salinización de los acuíferos, el fraude en la gestión y distribución de las ayudas, los excedentes que provocan la caída de los precios, la falta de servicios en el medio rural, las prácticas mafiosas de los mayoristas, las cadenas de distribución y alimentarias que se enfrentan a ellos con la fuerza de los monopolios, la usura de las entidades financieras, las pandemias humanas, epidemias en la cabaña ganadera o epizootias, plagas, parásitos etc. competencia desleal, la tendencia a la concentración y centralización del Capital, la ventaja compradora de los Fondos de Inversión y un largo etcétera más.
Cada uno de los problemas que hemos enumerado merecería una explicación más desarrollada y analítica para entender el presente y el futuro de los agricultores, pero en aras de la brevedad se puede concluir que los campesinos tienen un negro panorama ante sí y que por sí mismos no van a poder, ni siquiera hacerle frente.
Todas estas dificultades están en la base de las movilizaciones agrarias que estamos viendo en los últimos tiempos en Europa, sin embargo sus reivindicaciones y propuestas son muy contradictorias y van en dirección opuesta a los intereses de la gran mayoría de ellos. Cómo es posible esto?. Sencillamente porque el atraso político de los pequeños y medianos agricultores es proverbial, producto de su aislamiento e individualismo laboral a la par que, aun estando endeudados hasta las cejas, se sienten propietarios de sus medios de producción, se creen parte inescindible de la tierra que pisan, esto les hace tener la falsa conciencia característica del pequeñoburgués, que, por un lado, se ven atraídos y fascinados por la burguesía; mientras que por el otro, entienden que pueden verse abocados a formar parte de las filas del proletariado o sencillamente a la ruina. Basándose en estas premisas los grandes tenedores de tierra, el gran Capital y toda una caterva de parásitos: los llamados agricultores de sofá, imponen desde dentro del movimiento las consignas y propuestas que más les conviene a ellos, mientras, desde fuera, los medios de comunicación burgueses crean un estado de opinión social favorable a estas reclamaciones.
Las “soluciones” que los grandes proponen son inviables y contradictorias, por ej. piden aranceles y proteccionismo mientras la mayoría de los agricultores montan en tractores de fabricación extranjera, utilizan fertilizantes de fuera, venden o aspiran a vender sus productos en mercados foráneos, utilizan mano de obra barata emigrante, combustibles árabes etc. Piden relajar las normativas fitosanitarias y los controles sanitarios cuando una de sus mayores amenazas económicas surgen tras las alarmas sanitarias con las intoxicaciones, envenenamientos o plagas entre la población y la cabaña ganadera. Libertad para regar hasta esquilmar los acuíferos. Liberalismo económico por un lado mientras reclaman más subvenciones y ayudas por el otro. Relajar las inspecciones de cualquier tipo y, a su vez, que se luche contra el fraude. Y para colmo, dejándose utilizar políticamente por las fuerzas más reaccionarias que de aplicar sus políticas acelerarían el proceso de su desaparición.
Mientras, algunas de las verdaderas soluciones ni siquiera se las plantean tales como por ej: El no a la guerra, sí a la paz. La socialización de los canales de distribución y comercialización de sus productos, colectivizar la agroindustria para que transforme sus productos y así vender mercancías con un valor añadido, la creación de entidades de crédito sin ánimo de lucro, la planificación económica a pequeña y gran escala, la agrupación en Empresas cooperativas y establecer lazos de unión lo más amplios posible con la clase obrera en general y con sus luchas en particular. Todas estas propuestas son incompatibles con los intereses de los grandes Capitales y pasan inevitablemente por la ruptura con el Sistema. Deben unir su futuro al de los obreros, de lo contrario alargarán su agonía en vano. Su porvenir no pasa por reclamar en el presente un pasado sin futuro, sino por abrir también las puertas del campo al socialismo.
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