La cuestión de la inmigración está ganando una presencia mediática sin precedentes. En este contexto el Congreso tramita una Iniciativa Legislativa Popular para la regularización extraordinaria de unos 500.000 migrantes, que por ahora aceptan todos los partidos menos VOX.
El enfoque del problema es claro. Si para el Ábalos la vivienda era un derecho, pero también un bien de mercado, para Sánchez los migrantes son seres humanos, pero sobre todo un bien de mercado. Y como el mercado de trabajo necesita migrantes, el Gobierno se pone «humanitario».
La ILP para la regularización dice que (algunos) migrantes irregulares merecen ser reconocidos por el Estado porque nos beneficia a nivel económico o fiscal. Pero no sólo: lo que les hace merecedores del derecho a ser tratados como personas es su sufrimiento. Menuda infamia.
Este es un humanitarismo completamente sesgado. Con la misma arbitrariedad con la que puede tramitarse una regularización masiva, puede instar a la expulsión de quienes mantiene en la condición de irregularidad, sometiéndolos de paso a un régimen de excepción permanente.
Por lo demás, regularizar no es nacionalizar. La ILP, si llega a aprobarse, no los convertirá en ciudadanos. El extranjero legal está sometido a la ley, pero no legisla. Es súbdito del Estado, pero no ejerce soberanía a través del sufragio. Es un ciudadano de segunda.
La igualdad entre ciudadanos y su libertad para actuar sobre los asuntos públicos sólo concierne a los españoles. Los extranjeros, legalizados o no, están discriminados por su nacionalidad y su origen (¡Nacer en España no te da la nacionalidad!)
Una incorporación ad hoc de algunos migrantes al mercado de trabajo sin ciudadanía plena, y que además avala el absoluto desamparo del resto, no refuerza al conjunto de la clase trabajadora, sino que la divide. Si no son universales no son derechos, sino privilegios.
Sumar urge a tramitar una ley que desprotege a miles de migrantes y a todos los que están por venir. Protestar porque estos vayan a ser violentamente repelidos en la frontera o deportados una vez entren en España se llama hipocresía. Sólo demuestra la unilateralidad de la ILP.
Mientras tanto, Bildu sigue inmerso en su delirio nacionalista. Otegi dice que los de fuera mejor se queden en su casa, pero se lamenta de que en este asunto se esté extendiendo el relato de la extrema derecha. ¿Qué es la extrema derecha? ¿Y tú me lo preguntas?
Lo cierto es que todo el arco parlamentario alimenta discursos y políticas racistas, antiproletarias y profundamente antidemocráticas. La «extrema derecha» representa su versión más radical, permitiendo presentar las migajas de los demás como grandes avances.
Todo esto acentúa la necesidad de reconfigurar una alternativa proletaria, internacionalista, sometida al principio de solidaridad de clase. Sin nacionalismos excluyentes, sin privilegios, sin obrerismo ni corporativismo. Por la extensión universal de los derechos políticos.