Desde 2014, Venezuela enfrenta un bloqueo económico sin precedentes, con más de mil sanciones que buscan destruir su soberanía, desmantelando su proceso revolucionario. Este cerco, descrito por la ONU como ilegal y por los líderes venezolanos como simple pillaje, ha confiscado activos clave, como Citgo y 31 toneladas de oro en Londres, reduciendo los ingresos en divisas en un 99%. Como ha señalado Delcy Rodríguez, estas agresiones no son más que un nuevo colonialismo que, a través de la dominación económica, busca subyugar a los Estados formalmente “independientes”.
El caso venezolano no es único. Como señala el Observatorio Antibloqueo, los bloqueos son parte de una estrategia global del imperialismo para destruir países soberanos que no se alinean con sus intereses. Siria es un ejemplo doloroso de cómo estas tácticas devastadoras pueden llevar al colapso de un Estado. Sin embargo, el pueblo venezolano trabaja cada día para demostrar que su destino no será el mismo. La organización popular, la defensa del poder comunal y la apuesta por una lógica económica alternativa han sido esenciales para evitar la desintegración social, erigiendo un bastión de resistencia que se empeña en desobedecer a los dictados del capitalismo y el FMI.
En este esfuerzo, las comunas han jugado un papel crucial. Espacios como las comunas Alí Primera y Hugo Chávez en Urachiche no solo resisten el bloqueo, sino que construyen una segunda economía popular, basada en la autogestión y la soberanía alimentaria. Estas comunidades han logrado mantener la producción agrícola incluso en medio de la escasez de insumos y de ese colapso financiero artificial inducido por las sanciones, mostrando que la organización colectiva puede superar los abusos de Occidente. De hecho, las comunas (la única democracia digna de ese nombre) funcionan como centros de deliberación política, donde se consolida el poder popular, la toma de decisiones desde las bases, encarnando el proyecto bolivariano y chavista de “democracia participativa y protagónica”, mil veces más avanzada que la supuesta “democracia” occidental. Así, estas experiencias devienen no solo ejemplos locales, sino laboratorios con vocación latinoamericana y global, que desafían y construyen la alternativa a ese mundo podrido que ya no aporta nada, pero que no acaba de morir. Quizá porque su (necesario) verdugo occidental aún repite lo que oye en el telediario acerca de “las actas de la oposición” ultraderechista.
Las comunas, como decimos, no son solo pintorescos ejemplos locales, sino verdaderos motores que están impulsando la economía; no en vano, a nivel macroeconómico los avances de Venezuela también son innegables; algo que tiene frustrado a más de un escuálido que se autoproclamó presidente o ganador de elecciones. Según el PNUD, la economía crecerá un 6,1% este año y, de hecho, en octubre la producción petrolera aumentó un 5%. Además, la inflación vuelve a moverse en torno a niveles mínimos, muy lejos de los años de hiperinflación que marcaron el período más crítico del bloqueo. Estos datos reflejan una recuperación económica y desmienten los “malditos” bulos mediáticos sobre un supuesto “colapso” del país. Como destacó Nicolás Maduro, las medidas socialistas implementadas están demostrando que el bloqueo puede ser neutralizado, inmunizando así frente a las sanciones a un nuevo sistema que nace, basado en la soberanía económica y fuertemente enraizado en la organización popular. A nivel interno, al igual que pasó con Bahía de Cochinos, el bloqueo ha forzado un modelo basado en la autogestión que, para desesperación del imperio, está funcionando. A nivel externo, si, al bloquear a Cuba, EE UU la acercó a la URSS, lo mismo sucede hoy, pero con Venezuela y China.
Por más que balbuceen desde la izquierda occidental de salón, Venezuela resiste, consolida su verdadera democracia popular y prosigue implementando medidas de corte socialista. Millones de viviendas entregadas al pueblo venezolano por el Estado es democracia real; que la especulación inmobiliaria haga inviable acceder a una vivienda, como pasa en España, es la dictadura del capital. Pero William Castillo, viceministro de Políticas Antibloqueo, ha denunciado que el bloqueo no es solo económico, sino que intenta también aislar del escenario internacional al único país que ha declarado el socialismo en lo que llevamos de siglo XXI. Y ahí, lamentablemente, el sistema sí que está venciendo. Véase la actitud traicionera de la izquierda “progre” europea… pero también de Lula da Silva.
Probablemente, la historia no recuerde a quienes diseñaron este cerco con la frialdad de un balance financiero; tal vez tampoco a quienes lo ejecutaron desde sus cómodos despachos en Washington o Bruselas. Seguramente, ni siquiera a los colaboracionistas necesarios de la izquierda “progresista”; y, con un poco de suerte, quizá acaben por olvidarse también esos pomposos titulares que hablaban de un “Estado fallido”… mientras ignoraban la resistencia numantina de un país entero. Pero, por muchos años que pasen, entre los pueblos que luchen por su libertad se recordará siempre el ejemplo de la Cuba socialista, de la Venezuela chavista, de la Nicaragua sandinista. Sin duda, alguien recordará cuando los pueblos caribeños y centroamericanos demostraron que podían ser asediados, castigados y traicionados, pero jamás sometidos; aquella vez que lo “fallido” no fue el Estado venezolano, sino el cálculo egoísta de quienes pensaron que podían doblegarlo.