Tal día como hoy, 9 de mayo de 1976, Ulrike Marie Meinhof, nacida en 1934, apareció ahorcada en su celda de la prisión de Stuttgart-Stammheim, Alemania occidental.
Militante destacada de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), se encontraba en una prisión de alta seguridad y en régimen de aislamiento desde su detención en 1972 junto al resto de los miembros de la misma organización revolucionaria y armada, entre los que se encontraban Holger Meins, Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Jan Carl Raspe e Ingrid Schubert. Ninguno de los mencionados salió con vida de la cárcel. Todos murieron en sus celdas de aislamiento, “suicidados” por un Gobierno del Partido Socialdemócrata en coalición con el Partido Liberal. Por supuesto, entrecomillamos la palabra suicidades porque sobran las evidencias de que fueron asesinados
Holger Meins fue ultimado en noviembre de 1974; Ulrike Meinhof el 9 de mayo de 1976, hoy hace 49 años. Andreas Baader, Ensslin y Raspe fueron asesinados en septiembre de 1977, y Schubert en octubre del mismo año. Los hombres murieron a balazos. A las mujeres las ahorcaron. De estas maneras el Estado alemán exterminó a los dirigentes encarcelados de la RAF.
Cabe subrayar que el Estado alemán occidental estaba infestado de antiguos dirigentes del Partido Nazi. No sólo los magnates como Thyssen, Krupp o Flick, que habían sostenido las finanzas de Hitler, seguían (y siguen) controlando la industria alemana, sino que los ministerios, las magistraturas, la Policía y los puestos de la Administración fueron ocupados por antiguos nazis: secretarios de Estado como Globke, ministros como Oberlaender, cancilleres como Kiesinger o presidentes de la República como Luebke habían sido dirigentes nazis. Como lo había sido Hans Martin Schleyer, presidente de la patronal alemana, que bajo el Tercer Reich había sido miembro de las SS, líder de la Liga Antisemita y saqueador de la economía de la Checoslovaquia ocupada.
La Fracción del Ejército Rojo (RAF) intentó canjear en 1977 a Schleyer, que había sido secuestrado, a cambio de la libertad para los presos supervivientes de Stuttgart-Stammheim, pero el resultado fue adverso y el gran capitalista Hans Martin Schleyer fue ejecutado. En represalia, el militante de la RAF Ingrid Schubert fue asesinado en su celda de aislamiento en octubre de ese mismo año.
Meinhof escribía, por ejemplo, textos que denunciaban las grandes limitaciones del proceso de desnazificación y de los tics autoritarios de la democracia parlamentaria de baja intensidad que era la República Federal Alemana. Cabe recordar que la socialdemocracia de ese país integraba el belicismo de la OTAN y el Partido Comunista estaba ilegalizado.
En marzo de 1976, Ulrike Meinhof dijo a su hermana, Wienke, que “si oyes que me he suicidado, puedes estar segura de que ha sido un asesinato”. Un abogado italiano que la visitó la víspera de su muerte dijo que Meinhof que transmitía la sensación de ser “una mujer con ganas de vivir”. La primera autopsia la realizó un ex nazi —que, en 1977, fabricaría máscaras mortuorias de los cadáveres de los también “suicidados” Baader, Ensslin y Raspe—, y a la que no pudo asistir ningún médico ni abogado de confianza de la familia de Meinhof. Retiraron el cadáver antes de que llegaran sus abogados y dos días después se reformó su celda.
Hoy, cuando se cumplen 49 de asesinada, recordamos a la militante comunista de la RAF Ulrike Meinhof, y facilitamos dos de sus textos:
