El nombramiento de los ministros y las ministras por parte del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha servido para constatar lo que era más que un rumor: Podemos se quedó fuera del ejecutivo. Su hasta ahora ministra de Igualdad, Irene Montero, ni Ione Belarra, repetirán pese a los empeños y peticiones que los morados hicieron a Yolanda Díaz y al mismísimo Sánchez. Diferencias ideológicas, tácticas o estratégicas, no existen, para que Podemos se distancie de Sumar, hay, eso sí, una lucha sin cuartel por lugares, formas y minutos de cámaras de televisión. Recordemos que hace unos días las cinco diputadas de Sumar pertenecientes a Podemos votaron sin matiz la continuidad del gobierno socialdemócrata del PSOE y Yolanda.
En enero del año 2020, Podemos ingresó en el gobierno con Pablo Iglesias como vicepresidente y un séquito de diputados detrás acompañando el pacto. Antes, el 9 de mayo del 2016, el mismo Iglesias y el líder de IU, Alberto Garzón, firmaban el acuerdo electoral conocido como «Pacto de los botellines» por aquello de la cerveza. Hoy, el panorama personal de ambos es diferente a aquellos momentos de euforia: ni Iglesias ni Garzón siguen en la política parlamentaria, el relevo y protagonismo mediático lo ha tomado Yolanda Díaz y sus looks, que tiene como labor máxima darle los votos que consiga en nombre de Sumar a su líder Pedro Sánchez.
Lo último de lo último de esta película titulada «Cómo ser socialdemócrata y no estar (en apariencia) dentro del PSOE», es la ruptura de Podemos con Sumar. Las peleas por los puestos y las influencias hacen que Sumar vaya a restar, y que Podemos se quede sin poder. Toda una paradoja.