Nada que sorprenda, tratándose de individuos que fueron, muchos de ellos, del ISIS y Al Qaeda, aunque los gobiernos occidentales (incluido el español: PSOE-Sumar) se empeñen en blanquear su siniestro pasado. Siempre saldrá a relucir lo que nunca han dejado de ser: terroristas y rebanacuellos.
En los dos últimos días, según la ONG observatorio sirio de derechos humanos -OSDH-, son al menos 237 personas las que han muerto. De ellas, al menos 142 serían civiles, entre ellos 136 ejecutados por las nuevas fuerzas de seguridad sirias. Los civiles ejecutados pertenecen a la comunidad Alauita del país y la comunidad internacional, por supuesto, ha guardado cómplice silencio.
Las ejecuciones sumarias ocurrieron principalmente en las provincias costeras de Tartus y Latakia, en un contexto de creciente violencia contra la comunidad alauita, como ya hemos señalado, que ha sido uno de los principales apoyos de Bashar al-Assad.
Las masacres fueron registradas en varias localidades, entre ellas Baniyas, donde 60 personas, incluidos 10 mujeres y 5 niños, fueron asesinadas. En el caso de Latakia, el SOHR reportó múltiples ataques, como en las aldeas de Al-Shir, Al-Mukhtariyah, y Al-Haffa, donde 76 personas fueron ejecutadas. Otros civiles fueron asesinados mientras intentaban huir o tras ser detenidos, como en Yahmour y Salhab. Estos incidentes se presentan como parte de un ataque sistemático contra la comunidad alauita, con algunos cuerpos dejados en la vía pública, como ocurrió con un anciano de 90 años encontrado muerto en Salhab.
La violencia está siendo tan extrema, que el nuevo presidente de facto de Siria, Muhammad Al-Jolani, se ha visto obligado a pronunciarse al respecto, pidiendo a sus soldados “que actúen con proporcionalidad”.
Proporcionalidad, una palabra pronunciada muy habitualmente por individuos que practican justo lo contrario.