Los que amamos la libertad y los que defendemos que España tiene que ser una nación de ciudadanos libres e iguales debemos estar sumamente agradecidos al ministro Óscar Puente por lo que está haciendo para que todos tomemos conciencia de hasta qué punto el Gobierno de Sánchez, del que él forma parte, es un enemigo de nuestra libertad y de la igualdad de todos los españoles.
No me voy a referir ahora a las descaradas declaraciones en las que el vallisoletano afirma, sin el menor complejo ni vergüenza, que el Gobierno que hoy sufrimos en España es un Gobierno social-comunista. Algo que sabíamos muchos desde que, para lograr su investidura, Sánchez se abrazó a los comunistas de Podemos. Abrazo que, ahora vemos, no fue una mera maniobra táctica para conseguir el poder, sino que le salió del fondo de su conciencia política. Y lo vemos ahora porque ya está claro que Sánchez ha hecho suyos el fin y los medios para alcanzar ese fin que predicaba Pablo Iglesias, el de Podemos. Es decir, para llegar a la dictadura comunista, como llegó Chávez en Venezuela, a base de dividir y enfrentar a los ciudadanos, de eliminar la separación de poderes y de acabar con la libertad de expresión, o sea, cambiando la Constitución por la puerta de atrás, con la ayuda inestimable del Tribunal Constitucional.
Que Puente haya declarado así, sin ambages ni disimulos, que aquí ya tenemos un régimen social-comunista, es muy de agradecer. Sólo falta que los medios de comunicación den a esas declaraciones tan clarificadoras toda la importancia que tienen y la difusión que merecen. Aquí, en España, y también en el extranjero, sobre todo en esta Europa que parece que no quiere enterarse del peligro que para todos los países de la Unión lleva consigo que uno de los más importantes sea un régimen social-comunista.
Pero no me voy a ocupar aquí de la arrogancia con que Puente presume de ser ministro social-comunista, sino de otras declaraciones en las que, ni corto ni perezoso, nuestro incontinente ministro insulta directamente a Javier Milei, presidente de la República Argentina.
La saña y la mala intención con la que le acusa de ser drogadicto y de actuar bajo los efectos de sustancias psicotrópicas son, simplemente, la manifestación visceral del miedo que los social-comunistas tienen a Milei y a lo que representa en estos momentos.
Tienen miedo a que los ciudadanos descubran que el social-comunismo y su desprecio por la libertad les llevan a la ruina económica y moral. Y que, al mismo tiempo, descubran que con políticas liberales los ciudadanos progresan infinitamente más en lo económico y no digamos en el ejercicio de su libertad.
El ataque de Puente y, en general, los comentarios del establishment mediático tildando a Milei de extrema derecha me han recordado cómo en los años ochenta del siglo pasado también todos los progres de la época hacían y decían lo mismo de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan.
Ellos fueron los primeros en plantar cara sin complejos al progresismo del establishment de entonces, que llegaba a aceptar, sin ponerla en cuestión, la existencia del Telón de Acero y la persistencia de la dictadura comunista sobre media Europa. Y, a pesar de las descalificaciones constantes que recibieron, Reagan y Thatcher no sólo demostraron en sus países que con políticas liberales progresaban más, sino que lograron un hecho histórico de importancia trascendental, la caída del Muro de Berlín y el final de la dictadura comunista sobre esa media Europa.
Ahora Milei ya atrae, como estamos viendo, la ira y la rabia de los social-comunistas y, en general, de todos los que no creen en la libertad y que, por el contrario, están dispuestos a acabar con lo que llaman la democracia burguesa para implantar la dictadura bolivariana.
Estos ataques iracundos contra Milei son una buena ocasión para recordar las grandes líneas de su pensamiento y de sus políticas, a las que ya estamos viendo el miedo que los social- comunistas les tienen.
Milei, como en su momento Thatcher y Reagan, quiere recortar el poder del Estado, quiere acabar con el déficit, quiere dar cada vez más protagonismo a la iniciativa privada, quiere acabar con las regulaciones en todos los aspectos de la vida económica, quiere dejar de influir por activa o por pasiva en los medios de comunicación para que sean auténticamente libres e independientes, quiere aumentar de verdad las libertades políticas y económicas, quiere que sean los ciudadanos los auténticos protagonistas y responsables de sus vidas, quiere abrir Argentina a los mercados del mundo, y, por supuesto, quiere respetar al máximo la separación de poderes.
Y claro, todo esto es justo lo contrario de lo que Sánchez propugna y hace, como fiel seguidor del Grupo de Puebla, que ahora lidera Zapatero, y que es la manifestación en el siglo XXI del comunismo.
Todo parece indicar que la valentía y la firmeza con que Thatcher y Reagan defendieron sus ideas y principios en aquellos años ochenta han sido heredadas por Javier Milei.
A su valentía y a su firmeza une Milei una enorme brillantez para explicar a los ciudadanos, con claridad y sin tapujos, por qué y cómo lleva a cabo sus políticas.
A esa brillantez también le tienen mucho miedo los que, como Sánchez y su acólito Puente, están en las antípodas del pensamiento liberal. De ahí sus insultos.
Y es que podría ocurrir, como pasó entonces, que el ejemplo del presidente argentino se convierta en el arma más eficaz para acabar con la tiranía social-comunista que ya sufrimos algunos países como el nuestro y que amenaza a muchos más.
noticierouniversal