Imagen: LEVALET. – The Trap (’La trampa’), 2019
Criticar las posiciones de Francia Insumisa, sus opciones estratégicas, sus meteduras de pata o sus exabruptos tiene cabida en el debate democrático. En cambio, propagar la acusación calumniosa y falsa de que este partido y su fundador son “antisemitas” es un afán de destrucción. Sus efectos políticos ya se dejan sentir en Francia.
En las elecciones legislativas francesas del pasado 7 de julio, el Nuevo Frente Popular, coalición de cuatro partidos, se hizo con 193 escaños de los 577 en juego, poniéndose por delante de la coalición presidencial (166 escaños) y de Reagrupamiento Nacional junto con su aliado de derechas (142). Dos meses después, el presidente de la República nombraba primer ministro a Michel Barnier, miembro de una formación neoliberal y conservadora, Los Republicanos (LR), que acababa de recabar el 6,57% de las papeletas en la primera vuelta y acabó con 47 diputados electos tras la segunda. Tendrá que gobernar con el consentimiento de una extrema derecha contra la cual se habían unido todas las grandes formaciones (salvo LR) y con el respaldo parlamentario del partido del presidente francés Emmanuel Macron, el incuestionable perdedor de los comicios. Esta disonancia entre el voto de los franceses y su representación política se ha vuelto habitual: Barnier —al igual que sus predecesores— deberá seguir una hoja de ruta europea que en 2005 rechazaron en referéndum el 54,7% de los votantes.
El golpe de mano del presidente francés Emmanuel Macron fue posible gracias a la imposición de una mentira reiterada por gran parte de la clase política y la totalidad de los medios de comunicación dominantes, según la cual Jean-Luc Mélenchon y su partido, Francia Insumisa, son antisemitas. La acusación —el mismo género de información falsa contra el cual luchan las autoridades francesas cuando proceden del Kremlin o de la Torre Trump— le permitió al poder lograr tres objetivos a la vez: hacer el vacío al principal grupo parlamentario de izquierda, rehabilitar a la extrema derecha (que, por su parte, se supone que ha dejado de ser antisemita) y justificar, con ello, la marginación de la coalición con mayor número de diputados en la Cámara Baja, elegidos tras unos comicios señalados por un alto índice de participación.
La violencia de la embestida contra Francia Insumisa, unida a la ausencia de elementos probatorios susceptibles de justificarla, da vértigo. “¿Qué se creen los de Mélenchon? –exclamó Philippe Val ante los micrófonos de Europe 1 (2 de septiembre de 2024)– ¿Que haremos como las vacas que ven pasar los trenes y nos quedaremos mirando cómo antisemitas y compinches de antisemitas se instalan en los ministerios?”. Para evitar tamaño peligro, el exdirector de Charlie Hebdo y de la cadena de radio France Inter reclama de “cualquier francés que se precie” que los “echen de los ministerios de la República”. Más adelante, amenaza: “¡Podemos prometerles que van a pasar por un infierno, porque no les dejaremos en paz hasta que se larguen!”.
En el diario Le Figaro (5 de julio de 2024), un surtido de intelectuales —entre ellos, Pascal Perrineau, doctor en ciencias políticas y catedrático en Sciences Po, donde pasó más de veinte años dirigiendo su Centro de Investigaciones Políticas (el llamado CEVIPOF)— hace un llamamiento a “tender un cordón sanitario contra el Nuevo Frente Popular, una coalición que, a nuestro juicio, constituye hoy en día la mayor amenaza para los franceses judíos y para Francia en general”. En concreto, los firmantes apuntan a “Francia Insumisa, un partido que ha hecho del odio antijudío una estrategia electoral”.
El mismo periódico conservador publicó, el 20 de junio de 2024, las reflexiones de Alain Finkielkraut, de la Academia Francesa, que califica a Mélenchon de “jefe de filas de la judeofobia contemporánea”. “Aymeric Caron, David Guiraud, Danièle Obono, Sébastien Delogu, Mathilde Panot, Rachel Keke, Thomas Portes, Louis Boyard… Todos estos candidatos presentes en las listas del Nuevo Frente Popular esgrimen los fantasmas de Pétain, de Maurras o de Adolf Hitler”, añade, con admirable sentido de la proporción, quien es también productor de un espacio en la cadena de radio France Culture. Y adivine usted cuál fue la primera pregunta que se le vino a la cabeza a la presentadora de BFM-RMC Apolline de Malherbe cuando, el 14 de noviembre de 2023, recibió en el estudio a la diputada de izquierda Clémentine Autain: “¿Es Jean-Luc Mélenchon antisemita?”. La formulación del periodista Benjamin Sportouch en el programa 28 minutes del canal Arte (24 de junio de 2024) no se diferenció gran cosa de la anterior: “Raphaël Enthoven, una pregunta muy sencilla: ¿es Francia Insumisa un partido antisemita?”. “Francia Insumisa es el principal partido antisemita de Francia”, respondió sin titubeos el columnista de Franc-Tireur.
“Francia Insumisa es un partido antisemita, y ese partido antisemita ocupa una posición dominante en el Nuevo Frente Popular”, consideraba, igualmente, Bernard Henri Lévy en Le Point (27 de junio de 2024). Este semanario ha publicado multitud de portadas sobre las supuestas fechorías de Francia Insumisa (por ejemplo, la edición del 2 de noviembre de 2023 titulaba “Islamismo y antisemitismo. Cómo han cedido los diques” sobre el fondo de un retrato de Mélenchon), sin duda bajo la inspiración de su columnista estrella, Franz-Olivier Giesbert, cuyo sano juicio cabe poner en duda: “Hay en la actualidad una ‘izquierda iraní’ encarnada por Jean-Luc Mélenchon y sus epígonos. […] Hoy, como en tiempos del Führer, la Internacional Antisemita, bajo el yugo de Teherán, confía en lograr que los judíos desaparezcan de la faz de la Tierra. El plan salta a la vista de cualquiera: tratan de fomentar la multiplicación de actos antisemitas con el fin de obligar a los judíos a dejar el país para refugiarse en Israel, donde prevén que los degüellen llegado el momento” (Le Point, 29 de agosto de 2024). En lo sucesivo, la violación de un niña judía o el incendio de una sinagoga incitan a los responsables editoriales a imputar de inmediato a Francia Insumisa la inspiración de estos crímenes; tanto es así que una diputada macronista, Caroline Yadan, sugirió “la disolución de Francia Insumisa para luchar contra el antisemitismo” (X, 8 de agosto). Disolver un gran partido de la oposición, ¿cómo demonios no se nos había ocurrido antes?
Semejante desmesura —el término “radicalidad” se reserva para Mélenchon— sería sin duda menos concebible sin la carta blanca implícita que brindan al resto de la jauría los medios de comunicación llamados “de referencia”, los que siguen las élites políticas y editoriales: France Inter, la principal cadena de radio de Francia, o Le Monde, el principal periódico nacional. Desde el 7 de octubre de 2023, diez columnas de esta última cabecera han asociado explícitamente a Mélenchon y Francia Insumisa con el antisemitismo y han denunciado su “radicalidad” y su “indulgencia ante los actos violentos más bárbaros” —reservándose la “valentía del matiz” de la que tanto presume este periódico de referencia.
La saturación del espacio público por el tema del antisemitismo de Francia Insumisa se acompaña del silencio mediático sobre otra “indulgencia ante los actos violentos más bárbaros”: la de las principales formaciones políticas francesas en lo que respecta a los crímenes de guerra cometidos con armas occidentales y el “apoyo incondicional” de personalidades políticas de primer orden, con la presidenta de la Asamblea Nacional francesa a la cabeza. Y es que, desde hace un año, mientras que los medios de comunicación exageraban y deformaban hasta la menor salida de tono de los “insumisos” —cosa que su manía de tuitear a todo trapo no dejaba de provocar—, quitaban hierro a las dimensiones de la masacre israelí en Gaza, hasta el punto de que, el 12 de septiembre de 2024, en respuesta a una pregunta de la periodista de France Inter Léa Salamé, el ex primer ministro Dominique de Villepin llegó a quejarse en los siguientes términos: “Está Gaza, que es sin duda el mayor escándalo histórico y del que ya nadie habla en este país. Hay un silencio, una envoltura de plomo. Tengo que googlear para dar con un breve”. ¿Cabe imaginar un día en que France Inter, TF1 o BFMTV interroguen a un responsable político sobre la docilidad de Francia frente a Israel, protesten por el tuit antipalestino de un diputado y tachen a todo su partido de racismo antiárabe si este no le impone una sanción ejemplar?
“Mélenchon antisemita”: la bilis mediática lleva circulando desde 2018 (cuando, paradójicamente, el dirigente de Francia Insumisa fue expulsado de una manifestación contra el antisemitismo), pero, tras los asesinatos cometidos por Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, la campaña contra Francia Insumisa —y, en menor medida, contra el Partido Comunista francés, el Nuevo Partido Anticapitalista y Los Ecologistas— cambió tanto de escala como de naturaleza. El objetivo nacional —convertir al principal partido de oposición de izquierda en un paria— encaja a las mil maravillas en una estrategia internacional destinada a proscribir del debate público las críticas a Israel y su política.
En efecto: el lobby proisraelí lleva desde 2016 esforzándose para que un creciente número de Estados ratifique la definición de “antisemitismo” formulada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés) y promovida por el Parlamento Europeo (1). Vaga a más no poder (“El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos”), se acompaña de once ejemplos, de los cuales siete confunden crítica de Israel y antisemitismo. ¿Con qué propósito? No solo el de disciplinar los debates sobre la cuestión palestina, sino también desacreditar o prohibir los movimientos del tipo Boicot, Desinversión, Sanciones (BDS).
El caso es que rechazar la definición de la IHRA supone convertirse ipso facto en sospechoso de antisemitismo. Tras una campaña contra el dirigente del Partido Laborista británico Jeremy Corbyn —un defensor de la causa palestina injustamente acusado de judeofobia (2)—, el propio laborismo ha adoptado esta definición, que en la actualidad han suscrito ya más de 43 Estados (3) —entre ellos Francia, en 2019, a instancias de Macron—. No obstante, La Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos ha hecho saber que “no es favorable a esta transposición”, ya que “es contrario al derecho constitucional francés introducir una distinción así entre racismos”. Y concluye: “También es preciso evitar toda instrumentalización de la lucha contra el antisemitismo y no confundir con el racismo la crítica legítima de un Estado y de su política, que constituye un derecho fundamental en democracia” (4). Todo en vano. Por razones a menudo estrafalarias o con el pretexto de un desacierto por parte de personas tan distintas como los dibujantes Siné y Plantu, los escritores François Ruffin y Daniel Mermet, los y las intelectuales Pierre Bourdieu, Judith Butler, Noam Chomsky, Edgar Morin y Pascal Boniface, las congresistas demócratas estadounidenses Ilhan Omar y Rashida Tlaib, o bien Hugo Chávez y Dominique de Villepin, sin olvidarnos de Charles de Gaulle, todos ellos han sido incluidos en la hez de la humanidad.
¿Cómo ha podido triunfar tan grosero proyecto con vistas a descalificar a contrincantes políticos o geopolíticos a partir de una manifiesta falsedad? De momento, ninguno de los que señalan a Mélenchon con el dedo ha respaldado su inculpación con declaraciones, hechos o actos antisemitas de los que sea responsable el fundador de Francia Insumisa. El cual, por lo demás, nunca ha sido condenado por semejante crimen. Lo original de la imputación fraudulenta de la que es víctima es que se apoya en una mentira a la vez consciente e intencionada: a excepción de algunos ideólogos sinceramente convencidos del carácter judeófobo de todo apoyo a Palestina, la mayoría de los propaladores de este rumor saben bien que Mélenchon no es antisemita, cosa que, a veces, hasta admiten. Cátese aquí el caso excepcional de un bulo de Estado reproducida mecánicamente por periodistas que no se la creen ni por asomo, pero conocen perfectamente —y comparten— el objetivo político que persigue su difusión.
A falta de toda prueba tangible de antisemitismo, los acusadores de Francia Insumisa se limitan a descifrar intenciones ocultas o a extrapolar la judeofobia latente de un léxico de términos proscritos del que son autores y que se esfuerzan en mantener actualizado. Así, junto a “sionismo”, “apartheid”, “élite”, “cigarro puro”, “sistema”, “banco”, “500 familias” [en referencia a las mayores fortunas del país], “populismo”, “Hollywood”, “dólar”, etc., ha aparecido el verbo “acampar”. Nadie lo relacionaba con los campos de exterminio hasta el domingo 22 de octubre de 2023, cuando el dirigente de Francia Insumisa reprochó en un tuit a la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, que “acampara en Tel Aviv para animar la masacre” en Gaza. Días antes, Braun-Pivet había afirmado el “apoyo incondicional” de la representación nacional en Israel para, más adelante, visitar su capital. Los adversarios de Mélenchon enseguida relacionaron el verbo “acampar” no con excursiones estivales y noches al raso o con campamentos militares sino… con los campos de concentración nazis. Los autores de esta vinculación inesperada no fueron solo troles proisraelíes, sino también medios de comunicación respetables que, no contentos con hacer suya esta interpretación extravagante, aspiraron a imponérsela a todos, a la manera de una verdad alternativa.
“El extraño verbo ‘acampar’ remite a ‘campo’ —explicó el 23 de octubre el director de los servicios de información política de France Inter—. Cosa intolerable cuando se conoce la historia familiar de Yaël Braun-Pivet, cuyo abuelo, un judío polaco, llegó a Francia huyendo del antisemitismo…”. Diez días después, Le Monde solicitó la opinión del historiador y sociólogo Pierre Birnbaum, el cual, según el rotativo, “nos recuerda que el verbo ‘acampar’, usado por el jefe de filas de Francia Insumisa, […] se inscribe en una larga tradición antisemita francesa”. Birnbaum entró en detalles sobre el asunto: en 1890, el antisemita Édouard Drumont había vinculado a los judíos con los campamentos de nómadas; en 1937, otro antisemita —mucho menos conocido— de nombre Maurice Bedel hizo otro tanto a propósito de Léon Blum. Por último, el término hizo aparición de nuevo en 1954, en las páginas de una publicación monárquica y a propósito de Pierre Mendès France. En total, tres referencias repartidas en el tiempo, la más reciente de las cuales se remonta a ochenta años atrás: más que de sobra para determinar que al utilizar un derivado de la palabra “campo”, Mélenchon había dirigido un guiño judeófobo a los antisemitas contemporáneos, en especial los de los extrarradios urbanos, que es bien sabido que se pirran por Drumont y Bedel y todo su afán es coleccionar números del antiguo periódico monárquico Aspects de la France…
Así están las cosas: ahora basta con alinear sospechas, calumnias y mala fe para forjar una prueba. “Tomadas por separado —admitía L’Express el pasado 28 de agosto—, las declaraciones del líder de Francia Insumisa sobre los judíos pueden exculparlo. Pero su acumulación no permite creer en un mero azar”. El sociólogo Gérald Bronner expuso entonces su brillante demostración: “No podemos dar respuesta a la cuestión de saber cuál es la probabilidad exacta de que tal o cual afirmación sea realmente antisemita. Ahora bien, habida cuenta de que las dijo la misma persona, debemos considerar esas probabilidades como unidas entre sí”. Resumiendo: que en cuanto diez metáforas o palabras —tan anodinas, por ejemplo, como el verbo “acampar”— son calificadas de antisemitas vía decreto mediático, el que las pronuncia se convierte en antisemita. Hace veinte años, Le Monde se distinguió en este admirable ejercicio al arrojar sospechas de antisemitismo sobre el sociólogo Pierre Bordieu (y algunos más) solo por haberla emprendido con el periodismo, un oficio que algunos antisemitas del pasado siglo consideraban “la profesión por excelencia de los judíos” (5). Como puede verse, afirmar combatir el antisemitismo no impide recurrir a una técnica de lo más antisemita: la de la insinuación.
En vez de atosigarlo, los adversarios de Mélenchon deberían más bien inclinarse ante su hazaña: probablemente sea el único jefe de un partido “antisemita” que jamás ha realizado una afirmación antisemita, cuya formación ha propuesto —junto con sus aliados— cinco series de medidas destinadas a combatir esta plaga (6) y que hasta ha acudido a una radio judía, Radio J, para declarar: “Todo judío debe saber, hasta en la más pequeña de las aldeas francesas, que encontrará en nosotros ayuda y protección”. Mélenchon también ha logrado que el Juzgado de lo Penal de París condenara en 2015 a tres personalidades de la derecha que lo habían tachado de antisemita. Ocho años después, otro juzgado parisino obligó a la cadena televisiva de extrema derecha CNews a publicar un derecho de réplica de Francia Insumisa y a pagar una multa a la formación por haberla calificado de “partido antisemita”.
“El descomunal rayo paralizante de la acusación de antisemitismo ya no hace efecto”, escribía el pasado 2 de junio en su blog el fundador de Francia Insumisa. Se engañaba: un año después de su lanzamiento, el proyectil político y mediático alcanzó su objetivo. A finales del pasado agosto, el propio Mélenchon aceptaba la idea de que Francia Insumisa —convertida en una formación radiactiva gracias a la campaña de difamación de la que había sido víctima— no participaría en un posible gobierno de izquierda. Remachar sin descanso la mentira acabó por dar sus frutos. Y, de paso, también se logró otro objetivo. Mientras prosiguen las masacres en Palestina, L’Opinion (16 de septiembre) afirmaba casi con extrañeza: “Pese a la guerra en Gaza, las relaciones estratégicas entre Francia e Israel nunca han sido tan buenas”.
(1) Dominique Vidal y Bertrand Heilbronn, “Comment Israël manipule la lutte contre l’antisémitisme”, OrientXXI, 12 de febrero de 2019.
(2) Véase Daniel Finn, “Antisemitismo: el arma letal”, Le Monde diplomatique en español, junio de 2019.
(3) https://holocaustremembrance.com/resources/definicion-del-antisemitismo.
(4) Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos, “La lutte contre le racisme, l’antisémitisme et la xénophobie. Année 2018”, La Documentation française, París, julio de 2019.
(5) Cf. Henri Maler, “Le Monde contre ‘les critiques antimédias’, antidémocrates et antisémites”, Acrimed, 26 de abril de 2004.
(6) “Avec le Nouveau Front Populaire, combattons l’antisémitisme et toutes les formes de racisme!”, 23 de junio de 2024.
Le Monde Diplomatique, octubre de 2024