A las ciudades de Sagunto y Numancia la historia las presenta como paradigmas de resistencia y defensa de la libertad. Numancia, una ciudad celtíbera, durante 17 años resistió las acometidas de la mayor potencia del momento: Roma.
La táctica utilizada para sojuzgar a la ciudad fue someterla a un cerco asfixiante. Finalmente, las durísimas condiciones del asedio la obligaron a claudicar.
En una conferencia de prensa realizada por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en abril de 1990, en Brasil –precedida de un encuentro con el entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, y el jefe del Gobierno español, Felipe González–, agradeció el interés mostrado por ambos para evitar que Cuba fuera otra Numancia.
«Yo aprecio mucho su profunda preocupación por nuestro país (…) Sí, nosotros preferimos Sagunto y Numancia a ser esclavos». Después aclaró que, en nuestro caso, no solo Cuba sería capaz de resistir, sino también de vencer.
Hace 29 años, el 12 de marzo de 1996, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, firmó y puso en vigor la llamada Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, más conocida por los nombres de sus principales promotores: el senador Jesse Helms y el representante Dan Burton.
Esta legislación, que evoca lo más rancio de la Doctrina Monroe, es mucho más intervencionista que la Enmienda Platt de 1901, y que el Tratado de Reciprocidad, que obligaron a suscribir a los cubanos para otorgarnos aquella falacia de independencia a principios del siglo xx.
Con ella se aspira a retomar el argumento de que no mediaron compensaciones económicas a los antiguos dueños de las propiedades estadounidenses intervenidas en Cuba, y que ese patrimonio el Gobierno cubano lo está ofreciendo a los inversionistas extranjeros.
Sin embargo, la verdad es bien distinta: los elementos que se esgrimen son falsos. De hecho, Estados Unidos nunca quiso negociar la cuestión de las propiedades nacionalizadas, ni dejó que sus empresas afectadas negociaran; por tanto, no han podido recibir indemnización.
No se debe olvidar que fue en los despachos de la Ron Bacardi & Co. donde se redactó en esencia esta aberración moral y legal, a principios de los años 90, sobre todo el Capítulo iii, que busca aplicar la jurisdicción estadounidense, extraterritorialmente.
Su elaboración contó con la asesoría de Otto Reich, Dan Fisk y Roger Noriega, quienes trabajaron junto a los abogados de la Fundación Nacional Cubano Americana.
El propósito esencial de la Bacardí y de los sectores de ultraderecha detrás de aquel engendro legislativo era reforzar el bloqueo contra Cuba, además de codificar el bloqueo en una sola ley.
Dolor, sufrimiento y muerte ha traído a los cubanos la Ley Helms-Burton, responsable de la ausencia de insumos esenciales en nuestros hospitales y farmacias, de la escasez de alimentos, de los hogares apagados, de las fábricas detenidas, de la eterna crisis del transporte.
No obstante, la llamada Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, creada para vencer la resistencia de la Isla Rebelde, siempre tendrá una respuesta: «Nosotros preferimos Sagunto y Numancia a ser esclavos».
(Diario Granma)