La palabra Muqawama en el léxico palestino no necesita elaboración más allá del significado inmediato que genera entre los palestinos de a pie. Sólo recientemente, y en concreto tras los acuerdos de paz de Oslo y la repentina llegada de ONG financiadas por Occidente, empezaron a surgir términos como «resistencia pacífica» y «resistencia no violenta» en algunos círculos de intelectuales palestinos. Sin embargo, estas frases nunca llegaron a ocupar un lugar central en el discurso colectivo de los palestinos. Para ellos, la Muqawama seguía siendo resistencia: una, indivisible, integradora.
Esta afirmación no debería sugerir que los palestinos no resistieron, en las diversas etapas de su lucha, utilizando métodos no armados. De hecho, lo han hecho durante generaciones. La huelga general de seis meses de abril de 1936 fue la culminación de tácticas de desobediencia civil que se habían utilizado durante años antes de esa fecha. Se siguió utilizando, desde entonces, en toda Palestina, a lo largo de un siglo.
La diferencia entre la percepción palestina de la resistencia y la noción promovida por Occidente es que los palestinos no ven la Muqawama como una obligación, ni tratan de explicar, contextualizar o justificar las formas de resistencia colectiva que utilizan. Históricamente, sólo las circunstancias determinan el tipo, el momento y el lugar de la resistencia armada o no armada.
Sin embargo, la noción occidental se basa en el concepto de preferencialidad, es decir, que una estrategia es mejor que la otra, y que una es ética, mientras que la otra no lo es. Al hacerlo, esta actitud sentenciosa crea una clara distinción entre los palestinos «pacíficos», denominados moderados, y los violentos, denominados radicales.
Además, las definiciones occidentales de resistencia son selectivas. A los ucranianos, por ejemplo, se les permite usar las armas para repeler al ejército ruso. A los palestinos se les condena por hacerlo cuando Israel invade y lleva a cabo un genocidio sin parangón en Gaza.
Aunque algunos promotores de ciertos tipos de resistencia son, tal vez, bienintencionados, parecen ignorar por completo las raíces históricas de ese lenguaje. Sin embargo, al participar en ese discurso condenatorio, reproducen, a sabiendas o no, viejas percepciones coloniales de los colonizados. Un lenguaje similar definió la relación de la Europa colonial con prácticamente todos los espacios colonizados: a los que se resistían se les percibía como salvajes o terroristas; a los que no, no se les concedían derechos civiles ni políticos, sólo el privilegio ocasional de no ser torturados o asesinados impunemente.
Gaza: corazón de la resistencia
Para comprender plenamente el concepto de Muqawama en su contexto palestino, basta con mirar a Gaza. Aunque la Franja ha servido históricamente como centro de la resistencia palestina tanto en el discurso como en la acción, la Muqawama no es aquí enteramente un resultado de la geografía, sino más bien la experiencia colectiva y la identidad de quienes ocupan este pequeño espacio de 365 kilómetros cuadrados.
El 70% de la población de Gaza son refugiados. Fueron expulsados étnicamente, junto con casi 800.000 palestinos, de la Palestina histórica durante la Nakba, la catastrófica destrucción y limpieza étnica de Palestina y su pueblo en 1948. Son supervivientes de masacres, afectados por una gran campaña militar que supuso la ruina o el vaciado de pueblos, ciudades y comunidades enteras.
Debido al pequeño tamaño de Gaza y a la naturaleza de su topografía -tierra llana con pocos recursos-, el sufrimiento de los refugiados de Gaza fue especialmente extremo. Atrapada entre un pasado persistente de pérdidas, sufrimiento y derechos no restituidos y un presente de asedio y pobreza absoluta, era lógico que Gaza fuera la punta de lanza de la resistencia palestina a lo largo de los años. A menudo, el grado de brutalidad israelí determinaba el grado de respuesta palestina, ya que la violencia engendra violencia y los asedios mortíferos y las guerras genocidas engendran operaciones de resistencia del tipo de la Inundación de Al-Aqsa.
Aunque las huelgas generales y otras formas de desobediencia civil fueron utilizadas abundantemente por la población resistente de Gaza a lo largo de los años -especialmente en el periodo comprendido entre la ocupación israelí de 1967 y el llamado «redespliegue» militar israelí de 2005-, la resistencia armada siempre ha sido un componente fundamental de la Muqawama palestina.
A pesar de su aislamiento geográfico, que precedió durante mucho tiempo a la última capa de asedio israelí impuesta a la Franja en 2007, la población de Gaza, a juzgar por el constante estado de rebelión y el discurso político, siempre se ha visto a sí misma como parte de un todo palestino más amplio y coherente. Una de las razones es que la memoria colectiva palestina ha servido de vínculo generacional que ha mantenido a las comunidades palestinas unidas a Palestina como realidad tangible y también como idea.
La otra razón tiene que ver con la relación que Gaza mantenía con Egipto, el antiguo administrador militar de la Franja y otrora potencial libertador.
Aunque Egipto administró Gaza entre 1949 y 1967 -con una breve excepción de unos meses durante la guerra de 1956-, El Cairo no consideraba exactamente a Gaza como una extensión territorial o incluso política vinculada permanentemente al cuerpo político del país. Es cierto que el presidente egipcio Jamal Abdul Nasser fue el cuidador de Gaza e intentó dar forma a sus instituciones políticas, de hecho, la propia resistencia armada -por ejemplo, la Organización para la Liberación de Palestina (1964) y el Ejército de Liberación de Palestina (1964)-, los líderes locales y las élites políticas de Gaza adoptaron en gran medida a Egipto como fortaleza estratégica, no como liderazgo alternativo, y mucho menos como patria. Si existía alguna confusión, la cuestión se resolvió, de todos modos, tras la humillante derrota de los ejércitos árabes a manos del ejército israelí respaldado por EEUU en la guerra de junio de 1967, conocida como la Naksa o el «revés».
Aunque la versión de posguerra de la OLP siguió dependiendo en gran medida del apoyo y la validación política árabes, con el tiempo se hizo más palestina en cuanto a la toma de decisiones. El Ejército de Liberación de Palestina (ELP), por su parte, que sólo operaba bajo los auspicios de otros ejércitos árabes, quedó marginado, si es que alguna vez llegó a ser relevante. Pero incluso con la marginación de los árabes y la marginación del ELP, los palestinos siguieron resistiendo. Su nueva resistencia, sin embargo, se modeló en torno a sus experiencias históricas. Esta historia de resistencia está plagada de ejemplos, que comenzaron mucho antes del establecimiento de Israel sobre las ruinas de Palestina, y continuaron después de la Nakba con el surgimiento del Movimiento Fedayín, cuyas raíces se remontan a Gaza.
Cuando Gaza cayó bajo la ocupación militar israelí en 1967, también lo hizo Cisjordania. Aunque toda la Palestina histórica era ahora cautiva de Israel y de su discurso sionista totalista, la ocupación, unida a la derrota de los ejércitos árabes, no hizo sino acentuar una identidad palestina poco coincidente con las prioridades árabes regionales, ya fueran jordanas, como en el caso de Cisjordania, o egipcias, como en el caso de Gaza.
Esta nueva realidad no anuló automáticamente la histórica compenetración entre Palestina y el mundo árabe. Sin embargo, sí puso de relieve un creciente sentimiento de provincialismo político árabe y un creciente sentimiento de nacionalismo palestino que comenzó a evolucionar hacia un nuevo conjunto de significados y fronteras políticas.
Irónicamente, la resistencia armada palestina, que se desarrolló fuera del ámbito de los gobiernos y ejércitos árabes, no hizo sino fortalecerse tras la Naksa. Esto fue así en el caso de la Resistencia Palestina con base en Jordania y Líbano. Sin embargo, esta aparente contradicción se ha manifestado en Gaza desde el 7 de octubre más que en cualquier otro momento o lugar del pasado.
La resistencia autóctona palestina en Gaza ha paralizado al ejército israelí hasta el punto de no conseguir ningún objetivo militar o estratégico real en su guerra contra los palestinos. Además, los combatientes, que fabrican la mayoría de sus propias armas, han infligido posiblemente más daño al ejército israelí que ejércitos árabes enteros en guerras anteriores.
Los efectos psicológicos de esta guerra tardarán años en apreciarse plenamente. Sin embargo, las cifras ya hablan de un cambio de percepción. Más del 70% de los palestinos creen ahora que la resistencia armada es el camino a seguir, un desafío directo y decisivo a las percepciones mantenidas inmediatamente después de los acuerdos de Oslo y durante la fase inicial del llamado proceso de paz. Por aquel entonces, muchos palestinos creían sinceramente que una solución negociada era el camino más corto hacia un Estado palestino.
Lo más probable es que la resistencia armada siga creciendo, no solo en Gaza sino también en Cisjordania. Es probable que también siga desarrollándose un incipiente movimiento armado, centrado sobre todo en la región norte de Cisjordania, que se modelará, siempre que sea posible, en torno a las ideas, estrategias y valores de la Resistencia de Gaza. De hecho, ahora se está formando un tipo diferente de unidad palestina.
Cambio de actitudes
Pero ¿es este el final de la búsqueda palestina de liberadores árabes?
En una declaración pregrabada el 28 de octubre, el portavoz militar de las Brigadas Al-Qassam -el ala militar de Hamás- pronunció unas palabras de profundo significado. «No os pedimos que defendáis a los niños de Gaza con vuestros ejércitos y tanques, Dios no lo quiera», dijo, en un sarcástico mensaje a los gobiernos árabes. Esas pocas palabras fueron algunos de los comentarios más analizados de Abu Obeida, cuya popularidad en el mundo árabe se ha disparado desde el 7 de octubre, junto con la de Hamás y otros movimientos palestinos de Gaza.
Aunque el lenguaje de Abu Obeida seguía comprometido con los valores religiosos, culturales y sociales comunes a otras naciones árabes y musulmanas, el lenguaje político del luchador enmascarado se sitúa ahora en gran medida dentro de un discurso palestino. Sin embargo, sus declaraciones se alejan claramente de la percepción que tiene el propio Hamás de las responsabilidades de los gobiernos, en su mayoría árabes, pero también musulmanes, hacia Palestina. La carta original de Hamás parecía dirigida a movilizar a los árabes tanto como a los palestinos.
«Ya ummatuna al-Alarabiya» y «ya ummatuna al-Islamiyah» son la forma habitual con la que las Brigadas Al-Qassam y otros grupos de resistencia palestinos hacen un llamamiento a árabes y musulmanes. Sin embargo, teniendo en cuenta la creciente participación de países no árabes (por ej. Irán) y no musulmanes (por ej. Sudáfrica) en la lucha contra el genocidio de Israel en Gaza, ahora casi siempre aparece un tercer término en estas declaraciones: «Ya ahrar al-alem«, un llamamiento a los «pueblos libres del mundo».
La equiparación entre los árabes y cualquier otra nación de cualquier parte del mundo, y la escéptica referencia a los ejércitos árabes -por no hablar de la casi total ausencia de cualquier demanda de intervención militar árabe por parte de los grupos palestinos- han señalado un cambio evidente en la actitud de la resistencia palestina. Gaza, el corazón de esta resistencia, está enviando ahora el mensaje a todos los palestinos de que la liberación sólo puede originarse en la propia Palestina.
Esta actitud es un fenómeno relativamente nuevo.
De vuelta al principio
Uno de los primeros y más poderosos llamamientos a la resistencia, entonces denominada Yihad no lo hizo un palestino, sino un predicador sirio en su último sermón público en la mezquita Al-Istiqlal de Haifa el 9 de noviembre de 1935. Los palestinos llevan años resistiendo. Pero lo que hizo particularmente especial el llamamiento de Izz al-Din al-Qassam es que contribuyó a la rebelión de tres años contra el colonialismo británico y sionista que siguió a la huelga de 1936.
El pensamiento político de Al-Qassam puede haber madurado en Palestina, pero se desarrolló en Siria y Egipto. Al-Qassam había huido del colonialismo francés en 1920 sólo para emprender otra lucha anticolonial, esta vez contra los británicos y sus aliados sionistas en Palestina.
«Os he enseñado los asuntos de vuestra religión», dijo en su último sermón el jeque, ahora activamente perseguido por la policía británica. «Os he enseñado los asuntos de vuestra patria», continuó, antes de alzar más la voz con una súplica apasionada: «A la Yihad, oh musulmanes. A la Yihad«.
Un árabe sirio instando a los musulmanes de una ciudad palestina a participar en una lucha santa era una noción perfectamente aceptada y racional en aquel entonces. Sin embargo, desde entonces, estas capas de identidad se han fragmentado para crear identidades alternativas y, por tanto, relaciones alternativas.
El propio Al-Qassam fue asesinado, junto con un pequeño grupo de sus seguidores palestinos, en los huertos de Ya’bad, poco después de abandonar Haifa para preparar una revuelta en todo el país, que sólo se produjo tras su muerte.
Cuando las Brigadas Al-Qassam se formaron oficialmente en Gaza en 1991, puede que intentaran seguir el modelo de las bandas al-Qassamitas de antaño. Pero su falta de medios, la política de asesinatos de Israel, además de las restricciones y medidas enérgicas de la Autoridad Palestina -que gestionó Gaza hasta el enfrentamiento entre Hamás y Al Fatah y el triunfo de Hamás en las elecciones democráticas de 2007- dificultaron la existencia de un ejército de este tipo.
En última instancia, el grupo consiguió lo que el propio Al-Qassam no pudo, formar un ejército de resistencia compuesto por pequeñas unidades de combatientes que fue capaz de luchar y mantener una guerra de liberación utilizando tácticas de guerra de guerrillas durante mucho tiempo.
A diferencia del antiguo ejército de desorganizados de Al-Qassam, formado por combatientes mal entrenados, los nuevos qassamitas están bien entrenados, fabrican sus propias armas y han conseguido lo que los ejércitos árabes permanentes y la guerra tradicional no han logrado. La misma conclusión puede sacarse de las Brigadas Quds, la rama militar del Movimiento de la Yihad Islámica en Palestina.
Pero incluso los combatientes bien entrenados y equipados no pueden luchar, y mucho menos sobrevivir, ante el tipo de potencia de fuego israelí que ha destruido la mayor parte de Gaza. Según The Washington Post, el número de bombas lanzadas sobre Gaza en una sola semana -entre el 7 y el 14 de octubre-, estimado en 6.000, fue casi tanto como el que EEUU ha lanzado sobre Afganistán en un año.
Entonces, ¿cómo ha podido sobrevivir la resistencia palestina? La respuesta tiene menos que ver con la tecnología o las tácticas militares y más con valores intangibles. Si esta pregunta se formula en Gaza, lo más probable es que la respuesta apunte hacia nociones como «ruh al-muqawama«, espíritu o alma de la resistencia. Aunque estos conceptos intangibles no pueden calificarse fácilmente, y mucho menos cuantificarse, según la academia occidental, lo cierto es que la resistencia armada en Palestina no habría sobrevivido a la embestida israelí si no fuera por el sumud -la entereza- del pueblo palestino.
En otras palabras, si no fuera por el propio pueblo palestino, ningún grupo de combatientes palestinos, por muy bien entrenado y preparado que estuviera, habría sostenido la tarea de luchar contra la maquinaria militar israelí, respaldada por Washington y sus otros socios occidentales.
Muqawama para los palestinos no es una conversación intelectual, ni una teoría académica. Tampoco es el resultado de una estrategia política. En palabras de Frantz Fanon, refiriéndose a las guerras de liberación, «nos rebelamos simplemente porque (…) ya no podemos respirar«. De hecho, las revueltas y la resistencia palestinas son el resultado directo de la negativa del pueblo palestino a aceptar las injusticias del colonialismo de asentamientos supremacistas, la ocupación militar, los asedios prolongados y la negación de los derechos políticos básicos.
Para que la Muqawama se aprecie plenamente como un fenómeno palestino único, no puede desvincularse de la historia; tampoco puede explorarse separada del «abrazo popular» -Al-Hadina al-Sha’biyah lil-Muqawamah al-Filistiniyah- del propio pueblo palestino, que siempre ha servido como fuente original y principal protector de la resistencia palestina en todas sus formas.
CounterPunch.org. Traducido del inglés por Sinfo Fernández.