Hoy Francia nos ha dado una alegría. Tal como las plazas han reflejado, mucha gente de barrios populares (banlieus) con gran presencia de inmigración (en sus diferentes generaciones) ha dejado de abstenerse y ha contribuido a que Le Pen obtenga mucho menos de lo esperado. Siempre alegra el día ver a los reaccionarios fracasar.
Pero ahora hay que hacer política en favor de los de abajo, de las mayorías populares y trabajadoras, y no seguidista con las directivas de Bruselas, si no queremos que Marine Le Pen tenga razón y se cumpla lo que ha dicho esta noche: que su victoria solo se ha aplazado.
Mélenchon no tiene la mayoría absoluta y sabemos que se pondrá eso como excusa. Incluso dentro de su propia agrupación, no faltarán palos en la rueda. Solo hay que ver la distribución de diputados dentro del Nuevo Frente Popular con personajes “socialistas” como Hollande, figura central entre los responsables de haber alabado e impuesto el neoliberalismo mundialista y las austeridades dictadas por la “construcción europea” que solo benefician a las grandes fortunas financieras y empresariales. ¿Acaso no es una barbaridad dejar que los herederos de Vichy y del terror en la guerra de Argelia se sigan blanqueando, entre una parte de la población francesa, postulándose como los que van a acabar con esas políticas elitistas y empobrecedoras?
Habrá, pues, que movilizarse en las calles para forzar a cumplir con lo que se ha prometido, que no ha sido poco en campaña. El gobierno deberá revertir los recortes sociales y laborales, de pensiones y acabar con el aumento de la pobreza, etc. De lo contrario, jugará sin portero y la remontada de Le Pen será inevitable.
La gente llana ha hablado, pero no basta con hablar con los votos. Ojalá. Habrá que hablar también movilizándose, con los chalecos amarillos, con huelgas. Solo hay un demiurgo que pueda obligar al futuro gobierno a no hacer la política liberal de siempre en favor de los supuestos “mercados” (oligopolios en realidad): el pueblo francés haciendo suyas las calles.