La extrema derecha no asume la realidad del Estado con varias naciones en su interior, y con la aspiración de parte de sus poblaciones de ser independientes. Ellos han apostado siempre a aquel eslogan de Fuerza Nueva de «España es una y no 51», continuación del «España una, grande y libre». Lejos queda el derecho de autodeterminación y la consulta a los pueblos sobre su futuro (a ello se opone el propio PSOE). El tema de que las organizaciones nacionalistas de Catalunya, Gailcia y el País Vasco puedan expresarse en su propia lengua, enerva a la extrema derecha que ve en el Cid, Pelayo y Franco, los fundadores de la España borbónica, en realidad la apostólica-romana adherida en el siglo XX al fascismo. Que haya o no pinganillos preocupa a los medios del régimen que airean un tema significativo pero menor buscando el apoyo de la España profunda e ignorante. Saben que ahí hay tema y votos, y no dejan de morder. Es lamentable que el episodio vivido en el Congreso de los Diputados con la performance de Vox incluida (se retiraron de los escaños dejando los dichosos pinganillos en la poltrona de Pedro Sánchez) no pueda ser recreado por Berlanga. La representación parlamentaria tiene la credibilidad bajo mínimos, acuden al circo a ver si recuperan. Mientras, los traductores festejan.