En estos días en que tras las elecciones en Francia y en el Reino Unido, se nos dice que han ganado fuerzas progresistas, algunos incluso las describen como de izquierda o, en un alarde imaginativo, incluso de extrema izquierda, convendría enlazar la noticia electoral con el 75 aniversario de la fundación de la OTAN.
Nacida para amenazar y obligar al incipiente campo socialista a un gasto militar enorme, la banda terrorista es la herramienta del capitalismo para defender con las armas sus intereses, defender y atacar, dependiendo del momento. Desde su inicio, la socialdemocracia (por definición e historia anticomunista) se plegó a apoyar a la organización, y esa entrega no ha se ha disipado en momento alguno. A Washington (faltaría más) acuden los presidentes de gobierno a respaldar sus acciones criminales, incluido el sonriente Pedro Sánchez. Su lealtad otanica está en el adn del PSOE y hasta ahí casi normal, lo interesante es ver fuerzas que se reclaman de «izquierdas», ojo, incluso «pacifistas», y comparten gobierno con el mentado Sánchez.
La OTAN no parece ser tema de ·cordón sanitario», se comparte ejecutivo y progresía con sus defensores y -en el mejor de los casos- se levanta el hombro en señal de resignación, se explica el menosmalismo y que sino viene Vox y hasta las próximas elecciones a pedir el voto progresista y, sin rubor, el de izquierdas.
Pertenecer a un gobierno que defienda la OTAN no es ni siquiera traición es descriptivo.