La Plataforma contra las Bases Militares y la OTAN de Cádiz
denuncia que la cumbre de la OTAN está situando al mundo al borde del abismo
La cumbre de la OTAN, celebrada en Vilna (Lituania), durante los días 11 y 12 de julio ha decidido seguir escalando la guerra contra Rusia, mientras que el Estado español se implicará en ella de manera más profunda y directa.
Estados Unidos, como líder indiscutible de la Alianza, está tensionando la situación hasta poner al mundo al borde de una guerra nuclear total sin que apenas encuentre oposición interna a su peligrosa estrategia suicida. En vez de trabajar por una solución negociada que ponga fin al conflicto, ofreciendo garantías de seguridad a los dos países directamente enfrentados, se obstina en prolongar la guerra todo lo posible mediante la cesión a Ucrania de armas cada vez más poderosas aun a costa de vaciar sus propios arsenales.
Cada día que pasa se ve más claramente que esa fue la estrategia inicial norteamericana desde 2014: provocar una guerra indirecta contra Rusia para debilitarla en los flancos político, económico y militar. Sin embargo, a pesar de la evidente derrota sufrida en los tres ámbitos citados, no ceja en su empeño de lograr sus objetivos por la fuerza, elevando la apuesta militar una y otra vez, a pesar de situar al planeta al borde del abismo de la autodestrucción total.
Ahora se habla de la entrega de misiles de largo alcance capaces de alcanzar suelo ruso, mientras que ya se entrenan secretamente pilotos para volar los F-16 que serán entregados a Ucrania en fechas próximas y están llegando al campo de batalla proyectiles con bombas de racimo antipersonas, a pesar de estar prohibidas por las leyes internacionales. Este es el mundo basado en reglas que propone reiteradamente la OTAN o la UE. Las reglas son solo para los enemigos del Occidente colectivo, jamás se aplican a sus aliados y, cuando no les convienen, prefieren olvidarse de ellas. Esa es la hipocresía norteamericana y atlantista y la doble moral con la que han tratado de regir los designios del mundo y las relaciones internacionales. Por eso hay tantos países que, ante este conflicto, están aprovechando para sacudirse del yugo norteamericano y europeo, especialmente en África, Asia y América Latina.
El Reloj del Apocalipsis, que mide la posibilidad de una guerra nuclear total, ha sido colocado este año a solo 90 segundos de medianoche en una escala de 12 horas. Es la vez en la historia que más cerca ha estado del final. A pocas semanas de comenzar el enfrentamiento, se alcanzó un acuerdo de paz por ambas partes, rubricados por las mesas negociadoras que se vieron en Turquía, pero EE.UU. y la OTAN impidieron su materialización final. Ellos tenían la guerra que llevaban buscando desde hace muchos años y no querían soltar la presa hasta no conseguir sus objetivos.
Aunque no hay una guerra más absurda que esta. Los ciudadanos del Donbas y Novorossiya son los que han manifestado no querer pertenecer a Ucrania y han pedido muy mayoritariamente su reunificación con Moscú. En el muy improbable caso de que Ucrania lograra volver a ocupar las provincias incorporadas a Rusia ¿no se tendría en cuenta democráticamente su opinión soberana? ¿podrían ser expulsadas millones de personas para «respetar» unas fronteras arbitrarias trazadas hace unos pocos años? ¿qué sentido tendría recuperar hectáreas de suelo vacíos de población? Pero, claro, para los EE.UU. y la OTAN, Ucrania en sí misma es lo de menos. Es solo una herramienta más en la desestabilización interminable de la Humanidad para conservar una hegemonía imperial que no se sostiene y que cada vez está más cuestionada.
La postura del gobierno del Estado español es igualmente absurda y peligrosa. Pedro Sánchez anunció que serán desplegados hasta mil nuevos efectivos en dos de los ocho flancos que la OTAN tiene abierto en el este de Europa, en zonas aledañas a Rusia. 750 militares serán enviados a Eslovaquia y se harán cargo de la dirección del Grupo de Combate multinacional de tierra de la OTAN hasta ahora lideradas por Chequia. Otros 250 soldados servirán para reforzar el contingente desplazado a Rumanía, bajo las órdenes de Francia.
El coste del despliegue, junto con otros en marcha también en el mismo escenario, correrá a cargo de los impuestos del contribuyente, especialmente de la clase trabajadora, que es quien sostiene mayoritariamente los presupuestos del Estado. Es el pueblo, el mismo que necesita mejores hospitales, escuelas y protección social ante las reiteradas crisis del sistema capitalista, quien deberá hacer frente a unos gastos militares en permanente crecimiento sin límite. Y, como ya reconoció el mismísimo Borrell, los gastos militares están saliendo de los fondos sociales, en Europa y en el Estado español, de las viviendas, escuelas y hospitales públicos que necesita el 99% de la población.
Ante esta situación la Plataforma contra las Bases y la OTAN de Cádiz exige:
- El cese inmediato de las entregas de armas al ejército ucraniano y a sus grupos terroristas
- La retirada de todos los contingentes de tropas españolas del flanco este de la OTAN, así como de las misiones de amenaza a Rusia mediante vuelos regulares de cazas sobre sus
- Retomar las negociaciones de paz que los gobiernos de la Alianza frustraron deliberadamente en la primera mitad de 2022.
- Respetar la soberanía de las repúblicas populares del Donbas y
- Salida del Estado español de la OTAN y desmantelamiento de las bases militares, especialmente las de Rota, Morón y Gibraltar
En este momento tan delicado que atraviesa el mundo, no caben las medias tintas, o se está a favor de la guerra, como ha demostrado recientemente Sánchez en Vilna, con el apoyo de la inmensa mayoría del arco parlamentario, o se apuesta por la paz, la distensión y la integración europea.
Aquellos partidos que están patrocinando la guerra serán responsables de la escalada de un conflicto que podría provocar una contienda mundial nuclear de consecuencias catastróficas. Pero también —y eso ya es un hecho consumado— serán responsables del deterioro de los servicios sociales del Estado provocado por el robo de los recursos públicos para, literalmente, quemarlos en el campo de batalla en una guerra que ya perdieron antes de comenzarla.
Cádiz, 16 de julio de 2023