Urkullu se anima a dar el pistoletazo de salida a una campaña electoral que lleva ya unos cuantos meses en marcha. Dada la centralidad que van a tener las elecciones de la CAPV, voy a intentar responder a la siguiente pregunta ¿Qué es lo que hay en juego?
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Urkullu anuncia la fecha de las elecciones: 21 de abrilhttps://t.co/YNj0mfwN7E pic.twitter.com/PqyJ77kyES— naiz: (@naiz_info) February 22, 2024
La posibilidad de un gobierno de ultraderecha no es real en la CAPV. La amenaza de “que viene el fascismo” con la que últimamente han movilizado a su electorado los principales partidos (Bildu, PNV y PSE) no les sirve en esta situación, por lo que deben recolocar el debate.
Los que son socios de gobierno en Madrid y Nafarroa, tienen que aparentar diferencias sustanciales en este caso, ya que deben hacernos creer que es imprescindible que les votemos, que de ello depende nuestro futuro. Pero ¿hasta qué punto es así?
Claro, en un momento en el que parece de verdad posible que Bildu supere en votos al PNV (otra cosa será formar gobierno) es comprensible que gran parte de su base social esté ilusionada. Sin embargo, de nada sirve hacer análisis tomando como base el estado anímico y la ilusión.
Creo que es importante abordar dos cuestiones con honestidad. Por un lado, explicar cómo ha llegado Bildu a disputar la hegemonía electoral al PNV. Por otro, valorar si el modelo que ofrece hoy la Izquierda Abertzale es alternativo al del PNV-PSE. Ambas están muy ligadas.
Caben dos posibles opciones:
- a) La Izquierda Abertzale ha acercado a gran parte de la sociedad vasca a su proyecto político histórico.
- b) La IA se ha alejado de su proyecto histórico acercándose a la opinión mayoritaria en la CAPV, sin perder su base electoral tradicional.
Parece bastante evidente que lo que ha pasado es lo segundo. Bildu está intentando imitar la forma de hacer política que lleva décadas practicando el PNV. En Madrid actúa como un lobby de presión del gobierno obteniendo concesiones, lo que le aporta mucha visibilidad mediática.
En las instituciones autonómicas y en los ayuntamientos se presenta como una fuerza responsable, capaz de llegar a pactos y ceder, alejando así muchos miedos que pueden tener sus futuros votantes. Como el PNV, cuenta con un buen aparato de propaganda para vender sus logros.
Sin embargo, las similitudes van más allá de la forma de hacer política.
Bildu también ha aceptado las dos bases programáticas del PNV:
1) la utilización de las competencias autonómicas para la defensa de las clases medias nacionales por un lado
2) y la buena relación con el tejido empresarial vasco por el otro. Evidentemente, cada partido tiene sus empresas predilectas, pero no parece que la patronal vasca tenga ningún problema con el triunfo electoral de Bildu.
Al igual que el PNV, Bildu utiliza el atrezzo independentista como elemento cohesionador y como cortina de humo cuando le conviene ocultar su carácter netamente autonomista. Sorprendentemente, parece que una parte importante de su base social sigue sin darse cuenta de esto.
Por todo ello, paradójicamente, el momento en el que es probable que el PNV pierda las elecciones, es el mismo en el que el proyecto que ha representado el PNV esté más fuerte que nunca. Muestra de ello es el creciente sentimiento autonomista y la bajada del independentismo.
Todo lo expuesto hasta ahora se refleja en la posición que adoptan los partidos en las votaciones de diferentes leyes. Si nos fijamos únicamente en el Parlamento Vasco, puede parecer que Bildu discrepa bastante del modelo PNV-PSE. Solo ha aprobado el 40% de sus leyes.
Sin embargo, esto se debe más a una estrategia comunicativa/electoral de Bildu y no a que tiene un “modelo de país” alternativo. Como sus votos no son necesarios, puede permitirse ser una fuerza externa que condiciona las leyes y solo apoyarlas cuando considera que le conviene.
Por ejemplo, recientemente ha votado a favor de la Ley de Transición Energética argumentando que la ha mejorado gracias a su trabajo. Una ley que entrega nuestros montes a las empresas para que hagan negocios en nombre de la transición energética. Cuestión de responsabilidad.
Sin embargo, aprovechando el cambio de postura del PSE con los modelos lingüísticos, se han desentendido de la polémica Ley de Educación. Una ley prácticamente hecha a medida de Bildu. Apoyarla podría haber generado problemas en campaña.
Pero cuando sus votos son necesarios, como en el Estado o en Nafarroa, nunca ha puesto ningún requisito que presione a los gobiernos, ni los ha condicionado realmente. En Nafarroa va a aprobar unos presupuestos que contienen medidas similares a las que critican en la CAPV.
Podría obligar a implementar en Nafarroa las recetas que se supone que quiere aplicar en la CAPV para impulsar la sanidad pública, para generar un sistema de cuidados… pero no lo hace. Y no lo hace, porque no puede hacerlo.
Y es que, en un contexto de crisis estructural la única política institucional posible es la encaminada a ampliar la acumulación capitalista. Con matices en la superficie, pero con consensos de fondo. Y en ese fondo, todos los partidos están de acuerdo.
La eterna y monótona campaña electoral va de eso. De partidos parecidos aparentando diferencias. De partidos que no aspiran a transformar la sociedad, que adaptan su discurso a la opinión mayoritaria. Son estructuras vacías de contenido.
Y se están adaptando tanto a la sociedad existente, que los asesores de imagen de Iñigo Pradales le han quitado la corbata para que parezca un poco de Bildu; y los de Pello Otxandiano le han puesto gafas y chaqueta para que parezca un poco del PNV.
Si hasta ellos mismos nos lo dicen, no importa tanto quien sea el próximo lehendakari.
¡Que gobierne el mejor! ¡Que gobierne el más votado!
El proletariado no se juega nada el próximo 21 de Abril. La única alternativa que puede mejorar realmente sus condiciones de vida se construye fuera y contra las instituciones burguesas y los partidos que las alimentan.