Se dice, no sin acierto, que la Revolución Cubana se puso en marcha el 10 de octubre de 1868. En aquella histórica fecha, Carlos Manuel de Céspedes reunió a todos los esclavos en el batey de su finca La Demajagua y les dijo: “Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar su independencia. Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como los demás”. Al día siguiente, el ataque frustrado al pueblo de Yara fue el primer hecho armado de la Guerra de Liberación de los Diez años.
Más de nueve años después, errores personales en el campo mambí, así como deficiencias en la concepción y funcionamiento del aparato civil y militar, entre otros importantes factores, propiciaron el regreso de los españoles al control de la contienda, materializándose éste el 10 de febrero de 1878 con la firma del Pacto del Zanjón.
Pero no todo el mambisado resolvió acogerse al pacto. En las intrincadas montañas orientales de la Isla, al mando de Antonio Maceo, cientos de insurrectos militarmente preparados y altamente convencidos de sus objetivos políticos-ideológicos se negaron a deponer las armas.
La sorpresa y la indignación de Maceo al conocer la firma del pacto fue mayúscula; la calificó sin ambages de rendición vergonzosa, con el agravante, además, de que se había firmado sin haber sido consultadas todas las fuerzas alzadas.
No obstante, Maceo accedió a entrevistarse con el jefe del ejército colonial español, el general Arsenio Martínez Campos. Este encuentro, celebrado el 15 de marzo de 1878 en Mangos de Baraguá, no sirvió, sin embargo, para que el interlocutor español convenciera a Maceo de las “bondades” de su propuesta: un pacto cuyo contenido no contemplaba la independencia de la Isla ni la abolición de la esclavitud.
El general español no ahorró halagos para con su homólogo cubano, pero Maceo no se dejó convencer con el insulso guataqueo y, sin mayor dilación, concretó su posición con pocas pero precisas palabras: “No estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón; no creemos que las condiciones allí estipuladas justifiquen la rendición después del rudo batallar por una idea durante diez años, y deseo evitarle la molestia de que continúe sus explicaciones porque aquí no se aceptan”.
Antes de marcharse, molesto por su fracaso, Martínez Campos pidió que el cese de las hostilidades se prolongara por un tiempo prudencial. Pero el general santiaguero le contestó que ocho días ya eran suficientes.
Cuando el jefe español procedió a abandonar el lugar, pudo escuchar el grito del oficial cubano Florencio Duarte dirigido a informar a sus compañeros: “¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!”.
Acababa de producirse la Protesta de Baraguá, un hecho histórico tan importante que pasó a ser el símbolo de la rebeldía nacional cubana de todos los tiempos.
No es casual, pues, que el 22 de octubre de 1895, durante la guerra necesaria de Martí, Antonio Maceo iniciara la conocida invasión de Oriente a Occidente de la Isla desde los mismos Mangos de Baraguá.
Mucho más cercano a nuestros tiempos, el 19 de febrero de 2000 y ya con la Batalla de Ideas en marcha, el pueblo de Cuba volvió a reeditar la Protesta junto a los mismos Mangos que Maceo. Aquel acto se oficializó con el nombre de Juramento de Baraguá, recogiendo, en esencia, el mismo espíritu de la Protesta.
En la Isla saben que el socialismo debe estar siempre en movimiento; saben, en definitiva, que lo que tienen no es poca cosa, pero dista mucho todavía de lo que puede ser. A aproximarse lo más posible a aquel objetivo dedican sus máximos y entusiastas esfuerzos.
Cambios sí, dicen, pero para tratar de mejorar el socialismo que construyen; nunca para virar y regresar a las devastadoras garras del capitalismo.
Todo aquel que aún albergue la esperanza de subvertir a la población con ánimos intervencionistas, debería tener muy en cuenta la ya citada efeméride: 15 de marzo de 1878. Y no sólo desde el punto de vista simbólico, sino también práctico. Porque, en el ámbito que corresponda y cuantas veces sea necesario, el pueblo de Cuba nunca dudará en volver a romper el corojo.
(Baraguá / @maceobaragua)