“¡Ahora que nos hemos quedado solas tú y yo, piensa en la muerte aún más desgraciada que nos espera si, a pesar de la ley, si con desprecio de ésta, desafiamos el poder y el edicto del tirano!”
Ismene en Antígona, Sófocles
Una frase que recoge Marx en su 18 de Brumario de Luis Bonaparte y que se ha vuelto muy utilizada en nuestros dice: “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como terrible farsa.” Con esta frase, el genio de Carlitos Marx (como se refieren a él cariñosamente los abuelitos que toman la cerveza Cristal en las calles de La Habana) quería expresar que la historia no se repite, pero rima; y que aquel Luis Bonaparte, ese “Petit Napoleon”, no era ya el estertor de la gloriosa revolución de 1789, sino una copia barata de dictador que no tenía el potencial ni las condiciones, ni la fuerza ni la legitimidad, para auparse como emperador. Siguiendo con esa dicotomía entre épocas de tragedia y etapas de farsa, a nadie se le escapa que, por suerte y desgracia, hoy, al menos en lo que atañe a lo político, en España vivimos épocas de farsa.
En la gran función que representa la vida política de nuestro país, la tragedia la encarnó hace cuarenta años el pueblo, la ejecutó una pequeña élite al son de la reconciliación, y la sufrieron especialmente aquellos que se negaron a pasar por el aro de la Transición. Hoy, de lleno en lo que los Iglesias y compañía llaman una “segunda Transición” que ha terminado de poner fin al ciclo político de la Indignación (2009-2015); los protagonistas del circo mediático actúan tratando de emular a sus mayores, pero teniendo que salvar distancias imposibles. Cuando se produjo “la reforma” – por emplear el término más refinado–, el régimen desató el terror como válvula para contener las aspiraciones de cambio y poder “negociar” con un pequeño grupo de dirigentes de organizaciones de izquierda, que ya se había auto-domesticado preventivamente para escamotear la represión.
Lo interesante es que ese grupo de “prohombres” que el Estado logró cooptar, tuvieron éxito al representar su papel, precisamente porque estaban laqueados de credibilidad. La “Petit Carrillo” Yolanda Díaz y su equipo no cuentan ni con la fuerza ni con la legitimidad para hacerse valer, salvo como actores de segunda de alguna serie de sobremesa. Lo mismo sucede con la oposición a la oposición domesticada. Reducidos a pequeños grupos con poca influencia real, la izquierda de la izquierda “constitucional” se retroalimenta de debates ya zanjados, que recuerdan en muchas ocasiones a escenas de la satírica La Vida de Brian. Tanta farsa, tanta comedia y tanto carcajear puede hacernos olvidar qué es lo que viene detrás.
“After laughter comes tears” reza la maravillosa canción de Wendy Rene, sampleada por Wu Tang Clan y por Inmortal Technique. El poder aprovecha el silencio que llega detrás de cada acto para ajustar cuentas con sus enemigos, “fuera de foco”. Para ver de esto una muestra basta echar un vistazo al mundo. Lo que aquí es –por ahora, y para quienes no hemos ido más allá de su legalidad– una “ópera bufa”, en otras latitudes hace correr ríos, no de tinta, tampoco de caracteres, sino de sangre.
El pasado 13 de septiembre se descubría – reconocido por el propio Estado Colombiano – que el Ejército de Colombia ataviado e identificándose como disidencias de las FARC-EP había irrumpido en un pequeño municipio del departamento de Córdoba, en el pueblito de El Manso, fusil en mano agrediendo y amenazando a las familias de campesinos con que se topaban por su camino, disparando contra las casas de los habitantes de la localidad[1]. Una acción que viene a demostrar cómo los aparatos de Estado tratan de sembrar el desconcierto con el propósito de desgastar física y moralmente, tanto a la población, como a las organizaciones populares y guerrilleras.
Esta acción encubierta toma aún más gravedad en un momento en que la tregua decretada por los grupos armados como gesto de buena voluntad para con el gobierno de Petro, parece saltar por los aires, precisamente a partir de acusaciones cruzadas entre el ELN y la disidencia de las FARC-EP <<Estado Mayor Central>>, de connivencia con el ejército colombiano y el paramilitarismo[2].
Más allá de la veracidad y de la posibilidad de corroborar acusaciones tan graves como esas, sirvan hechos como estos para alertar de la más que demostrada capacidad de nuestros enemigos, tanto en Colombia como más acá, de emplear la guerra sucia instrumentalizando nuestra propia división: ¿Cuántas veces más en los últimos años habrán suplantado el nombre de las FARC para perpetrar actos como aquel? Y al revés; ¿cuántas veces las diferencias políticas y los conflictos cotidianos entre los distintos grupos habrán conducido a enfrentamientos brutales entre verdaderos revolucionarios? Cabe preguntarse también, cuando en España sobrevenga la tragedia, cuando las organizaciones populares sean capaces de desafiar al poder y el “edicto del Tirano” ¿qué no estarán dispuestos a hacer nuestros enemigos?
[1] https://www.radionacional.co/actualidad/ejercito-miembros-de-la-institucion-se-habrian-hecho-pasar-por-disidentes-de-las-farc
[2] https://eln-voces.net/las-fuerzas-armadas-atacan-los-acuerdos-de-la-mesa-de-dialogos/