El pasado domingo, 19 de noviembre, se cumplieron dos años en que Nicaragua sandinista comenzó el proceso para salirse de la Organización de Estados Americanos (OEA). El plazo para dejar de ser definitivamente miembro de dicha organización era de dos años desde el comienzo de los tramites.
El hecho lo anunció el canciller nicaragüense, Denis Moncada, de esta manera: “Nicaragua ha dejado de ser miembro de esa organización subordinada al imperio norteamericano […], ya no somos miembros de ese infame organismo llamado OEA”.
Moncada recordó y denunció que la OEA violó la soberanía del país y el derecho de la nación nicaragüense a elegir su propio destino con la fallida intentona golpista en 2018 contra el presidente Daniel Ortega.
Subrayó, además, que la patria de Sandino no es colonia de ninguna potencia, y reivindicó la dignidad y el decoro nacional en legítima defensa de su independencia, soberanía y autodeterminación.
Expresó, también, que con la renuncia a “formar parte de ese Ministerio de Colonias”, Nicaragua busca contribuir “a la desaparición progresiva del hegemonismo unipolar”, y fortalecer “la multipolaridad en un mundo justo, equitativo, con paz, seguridad, estabilidad, desarrollo y progreso”.
Cabe recordar que ya antes Venezuela había hecho lo propio. Cuba revolucionaria fue expulsada en 1962 y siempre ha expresado que nunca volverá al basurero que es esa organización al servicio del imperialismo yanqui.
Hay otros países que la critican, incluso de manera bastante contundente, a la OEA, como es el caso de México o Bolivia, pero sus críticas hasta ahora son papel mojado, pues no parecen estar decididos a seguir los pasos de los que si hablaron y obraron en consecuencia.