Salvo que no sea un científico de la salud sino destripaterrones al agache de cabeza, o correr como conejo al arrastre de rodillas, la sumisión es cosa fea ¿Dónde los humanistas ante la odisea Palestina, dónde los amantes de la revolución, acaso con sus “líderes” tomando el sol de invierno sobre la helada endulzando los oídos al capital a favor de la inflación devastadora, dónde los obstruccionistas filibusteros de la política, del juro acatar y prometo más portadores de christmas navideños que de derechos sociales, acaso la ‘virtud’ del chantaje es ganarse el pan con el sudor de la negación a un puesto de trabajo que incluye como suplemento que te desahucian? ¿Cómo es posible que la “solidaridad” capitalista reviente el mundo, nos parta en dos como clase hacinando países en horma de un sistema incesante destructivo de desplazamientos masivos sin inmutarnos? Las sombras siniestras de la CIA, son infatigables, nunca dejan de obstruir, hoy con más apremio bombardeando en Navidad al toque de campanas de manera más apresurada, tentando sus teclas en el registro del terror donde se ubica el sionismo contra Palestina.
La estrategia del águila imperial es la misma de siempre
El imperialismo del yanqui ‘vidente’ ese siniestro animal sin rabo intenta a la desesperada, cual si tuviera, morderse la cola cerrando el circulo a la asfixia del mundo, a la suma de presidentes anodinos neoliberales lameculos y fascistas como el reciente Milei proclamado en Argentina. Presidentes de reparto en su estrategia de bufones y lacayos, tal son las democracias de sus progres “marcianos” que no tratan de destruirnos con intransigencias teóricas desgastando toda paciencia –nooooo– sino con acciones sistemáticas de terror como el desempleo y la alienación, y otras calamidades donde la hambruna y el desamparo de la privatización prima, y no el estado de bienestar como cacarean los bufones de las Cortes (o Parlamento). Y en esto viene a cuento de cómo en Argentina empujado como por los vientos hubo otro presidente… que en verdad fue demócrata, que en talla cultural como política (y tan pacíficamente ganó las urnas) dio mil vueltas a muchos otros presidentes de su propio país y ese mundo anclado clavando garras. La historia nos vuelve a recordar una y otra vez más, que cuando una persona fuera de los tentáculos del ‘gran poder’ gana las elecciones sin el consentimiento del Tío Sam, ya se encargan los buitres de la oligarquía bancaria tras el telón–USA en ronda pareja al terror imperialista, de eliminarlo, incluso algunos candidatos antes de celebrarse elecciones han sido asesinados como al colombiano Gaitán. Al Presidente argentino Arturo Illia, no lo asesinaron durante su mandado, del 12 de octubre de 1963 al 28 de junio de 1966. Le sacaron por la fuerza de las armas los milicos humillándolo y rejodido de por vida. Fuerzas siempre, como en el E. español, prestas a defender los intereses de quienes sirven y consienten todo tipo de atropello y delincuencia. Las rebeliones, huelgas, enfrentamientos y revoluciones, no son un accidente o casualidad en la historia, son una respuesta a la injusticia. A todas luces el pueblo jamás podrá ser representado, por tal degradación humana, es el propio pueblo y solo él, quien debe representarse a sí mismo basándose en sus propias fuerzas reales, las fuerzas del orden representan la potencia fascista del capitalismo más siniestra del ala imperialista con todas sus instituciones pilares del sistema que representan.
Arturo Illia, su fruición por la vida; representó uno de esos casos raros de presidentes, en un país donde casi siempre se ha gobernado a través de golpes de estado o presidentes neoliberales y lacayos del yanqui, donde los últimos presidentes, han sido y son, dueños de un millonario patrimonio. No eran días fáciles aquellos, pese a todos sus descalabros y tormentos, hubo un mandatario bastante más pobre que el que llamaron ‘el presidente pobre’ en referente al vecino uruguayo, Pepe Mujica, cuya gestión fue más valiente y revolucionaria pese a eso o tal vez precisamente por eso fue derrocado por un golpe de Estado. Sí, hubo un presidente, discípulo de la democracia, culto, muy culto, que vivía y pensaba más allá de la saca sin fondo de los bolsillos llenos: «Jamás acepten los jóvenes que les cercenen el más importante de los derechos que tiene el ser humano, que es la libertad de pensar». Un presidente de carne y hueso de pensamiento propio (no un fantasma dirigido), humedecido de la teoría del triángulo como traje al que impusieron las armas sobre sus ideas y profesión de médico, y terminó desnudo, si trabajando si compartiendo todo esfuerzo sobre lo que había, en la panadería de un amigo, que no vivía mucho mejor que el propio doctor Arturo Umberto Illia: «Debemos luchar por el hombre mismo, porque es la evidencia humana la que hace bambolear los tiranos y falsos dioses. Y si no sabemos con seguridad que nuestra verdad es la verdad, sabemos bien, en cambio, donde está la mentira». Elegido, creado y curtido pedacito cristal argentino en las elecciones de 1963, luego de ejercer durante años, como médico rural en un humilde pueblo cordobés. Cuentan los medios que la única ‘propiedad’ que tuvo Illia en su vida fue una pequeña casa que, precisamente gestionaron realizando y ayudando a ello, sus vecinos, por todos los servicios prestados. Único Presidente argentino y creo del mundo, que se negó a recibir una jubilación de un Estado siniestro golpista sobreviviendo hasta su muerte, en 1983, por la imposición del coloso de las armas desnaturalizando su vida, trabajando junto o para su amigo-compañero en la panadería de éste.
Algunos de los datos representativos durante su breve gestión; económicamente, Argentina, creció como nunca había crecido antes, así mismo el desempleo bajó del 8% al 4%; otro de sus logros se encuentra en el impulso de la Ley de Medicamentos: «Solo será justo nuestro orden social cuando se logre que los recursos humanos, unidos al avance técnico del país, permitan asegurar al hombre argentino la satisfacción de sus necesidades físicas y espirituales», la Ley de Salario Mínimo Vital y Móvil junto con la subida de los sueldos sin provocar inflación: «Entre los objetivos del proyecto figuraban la necesidad de «evitar la explotación de los trabajadores en aquellos sectores en los cuales puede existir un exceso de mano de obra», «asegurar un ingreso mínimo adecuado» y «mejorar los salarios de los trabajadores más pobres» el salario real horario creció entre diciembre de 1963 y diciembre de 1964 un 9,6%. La desocupación pasó de 8,8% en 1963 a 5,2% en 1966, además de la anulación de los Contratos Petroleros, la anulación de los Gastos Reservados, la defensa de la Soberanía de Malvinas ante la ONU, y la instauración de un 25 % del presupuesto nacional para la Educación –la mayor cifra en la historia del país– como el garantizar la vigencia de los derechos civiles, las libertades públicas, el diseño de una política exterior soberana, y solidaria, para con los pueblos en vías de desarrollo, y con el mismo ímpetu se llevó a cabo un plan de alfabetización, y bajó la desocupación –todo en menos de 3 años– abrió el mercado comercial con la República Popular China, y todo eso, y más, no se podía permitir, y entonces, el poder dentro de los poderes fácticos del Estado, o sea, los militares, empezaron armar bronca, y a conspirar contra su mandato junto con los grandes empresarios, la iglesia y la prensa canalla entre otras hienas del traje corbata y tacón. Y, el acoso intransigente, no cesó, y golpearon las puerta de la embajada de EEUU y pidieron su intervención y con su aprobado, caldearon los cuarteles a la rebelión, y se lanzaron como alimañas a eliminar del poder “al intruso”: le ningunearon, le maldijeron, insultaron y botaron. La máquina bélica, de la bestia fascista, se impuso, cayendo sobre un presidente similar a Negrín en la II República del E. español, que tuvo la valentía en una época crítica, cuando no existían relaciones diplomáticas ni consulares, de iniciar las exportaciones de trigo nada menos (¡¡Que a la China comunista!!) ¡Y, no, eso no puede ser, no, es mejor que el pueblo se muera de hambre, preferible un millón de veces, que el yanqui imperialismo se haga con la economía de la nación sí!!!
En 1964 y 1965 bajo su mandato la producción de cereales alcanzó niveles récord (por el contrario durante la época de Perón “para paliar el hambre” del pueblo oprimido por la España fascista regaló toneladas de trigo al general genocida, a dónde fue a parar?), la inversión en maquinarias y equipos aumentó cerca de un 20 por ciento, la cosecha de trigo llegó en 1964 a los 7,6 millones de toneladas un aumento del 53% anual, una misión comercial viajó a Moscú con funcionarios de primera línea tarea que permitió colocar excedentes como, aceite, trigo y maíz, las exportaciones de este último cereal alcanzaron un récord de los últimos 25 años, la compra de trigo alcanzó los 2,1 millones toneladas en 1965. Y, Illia, seguía tensando los hilos y la contra tildándolo de un “progresista con ojos de comunistas” y los artistas prohibidos recuperaron su trabajo y empezaron a crear, representar, escribir, hablar y ejercer el derecho a pensar. Arturo Frondizi había iniciado en su gobierno una política de explotación petrolera basada en la concesión de los yacimientos a empresas privadas, reservando a la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) la actividad de exploración y la compra de la producción a las empresas concesionarias, a las objeciones de carácter económico y comercial (como el traslado del riesgo empresario a YPF) que debía realizar la inversión en nuevas exploraciones o el aumento de los precios de los combustibles. La plataforma electoral de Illia denunció la política de las concesiones por considerarla contraria a los intereses nacionales, y se comprometió, a anular los contratos de concesión. El 15 de noviembre de 1963, Illia, firmó los Decretos 744/63 y 745/63 que anulaban dichos contratos por «vicios de ilegitimidad y ser dañosos a los derechos e intereses de la Nación». El 5 de noviembre de 1964, se pone en marcha el Plan Nacional de Alfabetización con el objetivo de disminuir la tasa de analfabetismo que para la época se estimaba en poco más del 10% de la población adulta. En junio de 1965, el Programa contaba con doce mil quinientos centros de alfabetización y su tarea alcanzaba a trescientos cincuenta mil alumnos de dieciocho a ochenta y cinco años de edad, entre 1963 y 1966, se graduaron de la UBA 40.000 alumnos, la cifra más alta en toda la historia de la casa de estudios.
Se van a cumplir cuarenta años de aquél 18 de enero, de 1983, en que fallecía en la absoluta marginación el que fuera médico de profesión y expresidente de Argentina. Arturo Illia transita los últimos días de su vida trabajando en la panadería del solidario compañero que le abrió una ventana cuando todas las puertas se trancan, forma en que pudo hacer frente a sus días ya que por dignidad, orgullo de clase y entereza había renunciado a la miserable jubilación con que el sistema que le destruyó en vida pretendió ‘obsequiar’. Cuentan que entre sus pertenencias encontraron menos que nada, dicen que si unos zapatos, quizá para la casa museo de su vida (que siempre se hace cuando a uno le desahucian políticamente o dejan morir como poeta en las mazmorras o fusilado como proletario, o prohibido como escritor, como libre pensador filósofo o médico, y después te rehabilitan, ¿ironías de la vida?). Parece que en la misma semana, en que le apuntan los milicos destituyéndolo como presidente tras un golpe de estado, muere su querido hermano, y su propia esposa de cáncer, sobre la que había invertido en su salud lo poco que poseía, el auto. El pueblo rural donde trabajó como médico le apodó como encuadrándolo en la biblia, en la que de ser bueno ha de ser por misterio del más allá discípulo «Apóstol de los Pobres». Un reconocimiento a su infatigable dedicación, de atender a pacientes sin recursos, para los que se trasladaba a caballo o a pie comprando él mismo los medicamentos. Además de su saber ejercer la profesión, y de gobernar posteriormente como presidente, sin dejar de sentirse esa parte del pueblo que ensalzó hubo otro culto entre los cultos que le reconoció, y no calló, fue el premio Nobel, Federico Leloir (según cuenta Marcos Aguinis) en que tuvo el coraje y la dignidad de refutar a quienes pretendieron con su tiranía disminuir la herencia de Arturo Illia, expresando: «la Argentina tuvo una brevísima Edad de Oro en las artes, la ciencia y la cultura: fue de 1963 a 1966». Ocurrió un martes 28 de junio de 1966, en la madrugada de hace 57 años. Illia se encontraba en la Casa de Gobierno, acompañado por algunos ministros, colaboradores, senadores y diputados, ese día penetraron algunos mandos con un reducido grupo de oficiales impartiendo órdenes a destajo sin descartar el abuso y la imposición rallando en el terror del absolutismo por la fuerza de las armas.
PD.
Soy el general Alsogaray: «Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe…».
Illia: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo (señalando un libro que está a un costado de su mesa). Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, usted es un general sublevado, que engaña a sus soldados.
Alsogaray: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho, la escolta de granaderos lo acompañará.
Illia: Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos…
Alsogaray: Señor Presid… doctor Illia… con el fin de evitar actos de violencia lo invito a que abandone esta casa.
Illia: Son Ustedes quienes están provocando la violencia le han causado mucho mal a la patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación…
Alsogaray: Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos su integridad física está asegurada.
Illia: Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley, y mi deber, como comandante en jefe le ordeno que se retire.
Alsogaray: Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe del Ejército.
Illia: El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos ¡Retírense!
[Minutos después vuelve, esta vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la Policía Federal portando pistolas lanzagases].
Perlinger: Doctor Illia, en nombre de las FFAA vengo a decirle que ha sido destituido.
Illia: Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan a las FFAA.
Perlinger: Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo…
Illia:Traiga esas fuerzas.
Perlinger: Doctor Illia tendremos que usar la fuerza.
Illia: Es lo único que tienen.
La tropa tomó posiciones…
Los dos oficiales de policía que debían vigilar a Illia no pudieron cumplir su cometido, un cinturón de unidad gubernamental se formó de ipso facto rodeando al presidente. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja seguidos de cerca por el batallón lanzagases, eran las 7 horas y 40 minutos sobre las veredas de Plaza de Mayo y del Banco Nación: varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada. Nada quedó del ejemplo de este culto médico rural tras su paso por la presidencia, nada y menos va quedando sobre el paso de otro culto a la presidencia (de Chile) Salvador Allende. Argentina siguió penando entre dictaduras militares y gobiernos dudosamente progresistas, y hoy un lunático hitleriano, gobierna impuesto con la complicidad de los medios y de presidentes como el chileno Boris, redimiendo entre apretones de manos y halagos. Cuentan algunos medios que su primer acto de gobierno consistió en eliminar las restricciones que pesaban sobre el peronismo desde la “Revolución Libertadora” sus manifestaciones estaban prohibidas por el Decreto 4161/56; y, cinco días después, de que Illia asumiera el gobierno se realizó un acto conmemorativo por el 17 de octubre en Plaza Miserere, sin limitación alguna, y por igual se levantaron las restricciones electorales habilitando la participación del peronismo en los comicios legislativos del año 1965, a su vez se levantó la prohibición que pesaba sobre el Partido Comunista, y, se promulgaron penalidades a la discriminación y violencia racial: «Lo que nuestra democracia necesita es ser auténtica expresión de su verdadera esencia. Lo importante no es que el sentido social de la democracia esté en nuestras declaraciones políticas o estatutos partidarios, sino que los argentinos tengan la decisión y la valentía de llevarlo a la práctica».
Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)