Este 12 de octubre tuvimos que aguantar lo de siempre: desfiles, fachas, progres y debates sin fin sobre el pasado. Pero, en realidad, el debate sobre el 12 de octubre es una frivolidad que desvía la atención de lo verdaderamente importante: los pasos que América Latina está dando hacia su segunda y verdadera independencia. Y es que Cuba, Venezuela y Nicaragua abrieron caminos que, no sin contradicciones, cada vez más países transitan.
Honduras, Colombia, México, Bolivia o Brasil, a diferentes ritmos y con todas las matizaciones que se quieran, siguen dando pasos hacia la desconexión con la tiranía del capital norteamericano. Crece el comercio con China, lo que permite a estos países acceder a redes comerciales y a una financiación que no está condicionada a los draconianos planes de ajuste del FMI. Lo cual, naturalmente, acaba notándose en sus políticas.
Así, la Honduras de Xiomara Castro está implementando un programa de subsidios a la electricidad que beneficia a miles de familias de bajos ingresos, mientras se desarrolla una nueva legislación para mejorar las condiciones laborales en el sector maquilador. La Colombia de Gustavo Petro ha lanzado un plan de reforma agraria para redistribuir tierras a los campesinos sin tierra. México, primero con Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, está ampliando los programas de becas para los jóvenes, algo que permite a millones de estudiantes con escasos recursos proseguir con su formación; eso por no hablar de la construcción de infraestructuras, como el Tren Maya, que está generando empleo y desarrollo en regiones históricamente marginadas.
Bolivia (sin entrar ahora en sus problemas internos ni en las recientes acusaciones, más que cuestionables, contra Evo Morales) prosigue intentando industrializar el sector del litio, además de continuar con sus programas de alfabetización y salud, que han mejorado notablemente las condiciones de vida en las áreas rurales. Y Brasil, tras la derrota de Bolsonaro por parte de Lula, ha retomado su papel como actor clave en la región; de hecho, con su próximo ingreso en los BRICS, Brasil fortalecerá su posición en el escenario global y promoverá una mayor cooperación económica y política, sin imposiciones. Nada de esto habría sido posible de no existir China y de seguir dependiendo estos países de la financiación, ligada a compromisos de austeridad, que ofrece el FMI.
Sin embargo, aún son muchos los pasos que faltan por dar. De hecho, la mayoría de estos países fueron eclécticos y, desgraciadamente, no apoyaron lo suficiente a la Venezuela chavista frente al golpismo oligárquico que se negaba a reconocer el resultado de las elecciones. Será necesaria una verdadera solidaridad entre las naciones latinoamericanas, si se desea que el proceso de integración regional prospere. Es necesaria la cooperación en áreas como la economía, la salud, la educación y la seguridad, así como en proyectos de infraestructura, como corredores de transporte y redes energéticas; algo que puede reducir la dependencia exterior. Y es que la integración regional es necesaria para superar las estructuras de dominación y explotación heredadas del colonialismo.
Habrá quien, no sin razón, lamente la tibieza política de la mayoría de estos países. Sin embargo, dado el complejo escenario global y las presiones internas y externas a las que se enfrentan, a estos gobiernos no se les puede exigir la construcción de un socialismo completo. Con todo, la creación de bloques económicos y políticos regionales servirá de contrapeso a la influencia imperialista; y solo así se sentarán las bases que permitan dar pasos más ambiciosos en el futuro.