«Un tiro en el pie». Así ha calificado Yanis Varoufakis la política exterior de la Unión Europea en su reciente entrevista con Glenn Diesen. El exministro griego, siempre dispuesto a darse nuevo protagonismo, afirma que Bruselas se está suicidando al subordinarse a los Estados Unidos, como se comprueba en la guerra de Ucrania. La imagen es sugerente: la vieja Europa desangrándose sola, víctima de su propia «torpeza geopolítica». Pero se trata de una imagen profundamente engañosa, porque la UE no se dispara al pie… más bien dispara a su propio pueblo. Si algo ha demostrado el comportamiento europeo a lo largo de la historia reciente, es que sus élites saben perfectamente a quién deben servir: al capital financiero. No hay «error” sino, en todo caso, la estrategia del mal menor.
Es frecuente escuchar que Europa ha cometido “un error” por su posicionamiento sobre Ucrania. Que se ha dejado arrastrar por los yanquis. Que ha puesto en riesgo su economía, su autonomía energética, su industria. Como si sus dirigentes fueran solo unos «pobres despistados» cuyo único pecado es no informarse bien leyendo nuestro muro de Facebook. Seamos serios. La oligarquía parasitaria europea no se equivoca: actúa en defensa de su clase. Los banqueros alemanes, los fondos franceses y los lobbies de Bruselas saben que no comparten intereses con los pueblos, cada vez más precarizados, a los que gobiernan con su dictadura económica disfrazada de (irrelevante) democracia. Si sacrifican industria, salarios y derechos sociales, es porque consideran que el coste de no hacerlo sería aún mayor: permitir la victoria de una potencia alternativa, permitir que el orden mundial se multipolarice y que Europa pierda su lugar en el centro del sistema. No estamos ante una torpeza. Estamos ante una manifestación de la lucha de clases a nivel internacional.
Y es que el verdadero enemigo de esta Europa parasitaria es el ascenso de una alternativa comercial, financiera y geopolítica que escape a su control: los BRICS. Ese es el fondo del asunto. La guerra de Ucrania no es un desliz, sino un movimiento calculado por EE UU y al que la oligarquía europea no tuvo más remedio que sumarse, a fin de frenar la emergencia de un bloque que cuestiona el monopolio occidental sobre las normas, las monedas y los mercados. Que los BRICS estén encabezados por Rusia y China no es casual: ambos países han osado desafiar las recetas del FMI, han cuestionado la primacía global del dólar y han acabado por repudiar el catecismo del imperialismo occidental. Y eso, para Bruselas (como para Washington) es intolerable. ¿Dejar crecer una alternativa donde se comercie en yuanes, se invierta en infraestructura sin planes de ajuste estructural al servicio de las empresas occidentales, se planteen políticas soberanas? Antes prefieren la guerra.
Otra cosa es que dijéramos: si una alternativa popular y revolucionaria gobernara la UE, no debería meterse un tiro en el pie haciendo la guerra en Ucrania y subordinándose a los yanquis. Pero esa Europa no existe (al menos de momento). Lo que existe es una estructura institucional diseñada para blindar los intereses del capital: tratados, pactos de estabilidad, “independencia” del Banco Central, supuestas sanciones “por los derechos humanos” a todo el que se salga del redil…
Por eso es lamentable que alguien como Varoufakis, que al menos fue capaz de plantar cara y enfrentarse a los mecanismos del capital europeo, se preste ahora a la fantasía de que “nos estamos equivocando”. No, no se equivocan: nos aplastan. No hay errores estratégicos cuando el objetivo no es el bienestar del pueblo, sino la supervivencia del parasitismo occidental y sus privilegios. Pensar que los banqueros europeos y sus instituciones comparten intereses con los trabajadores, los pensionistas, los migrantes, las clases populares… eso sí que sería pegarse un auténtico tiro en el pie. Y, por desgracia, más de uno ya lo ha hecho.