Es conocido el mantra según el cual la izquierda siempre se divide, mientras que la derecha “permanece unida”. Nada más lejos de la realidad. Muy al contrario, es importante distinguir las batallas del pueblo contra la oligarquía de las batallas en el seno de la propia oligarquía. Y, en consecuencia, aprovechar las divisiones del enemigo sin, por ello, apoyar a ninguna de sus facciones en contra del pueblo. Máxime en este marco de bipartidismo que nos venden como “democracia”.
Hace unos días, entre referencias a OK Diario y a César Vidal (entre otros), se ha reunido un singular Foro de “genios” de la geopolítica. Cada tertuliano con su propia idiosincrasia y sus matices, manifestaban sin embargo una considerable unidad en lo trascendente: todos ellos muy liberales y mucho liberales. Faltaría más. Así, autoproclamándose estrategas capaces de desentrañar el tablero mundial, estos iluminados vienen desde hace tiempo revelando al mundo oscuras conspiraciones… desde su canal de YouTube. ¿Por qué no?
Por nuestra parte, reconocemos que el coronel Pedro Baños, Rubén Gisbert y compañía efectúan acertadas críticas sobre los desmanes de la OTAN en Ucrania; en eso, nada que objetar. Ni en que señalen con vehemencia las incoherencias de Occidente (como lo ha hecho también Viktor Orbán, teniendo plena razón en eso concretamente, pero sin dejar por ello de ser un reaccionario y un enemigo del pueblo) o adviertan de los peligros a los que nos enfrentamos, si hacemos seguidismo de la agenda del imperialismo norteamericano. Sin embargo, al girar la página, nos encontramos con que estos próceres intervienen desde una profunda convicción: la de defender sigilosamente, aunque no con menos ahínco, las peores políticas ultraliberales al servicio del IBEX-35.
En el Foro, de hecho, Gisbert ha pedido el voto para su nueva aventurita política, prometiendo… austeridad y un recorte sin precedentes en el presupuesto público. Mientras Gisbert decía esto, Baños proclamaba que “había que votarle”: para semejante viaje no hacían falta tantas alforjas. Eso sí, Gisbert hace esto con un “noble” objetivo: luchar contra la corrupción y la “clase política” (a su clase burguesa, claro está, ni tocarla). ¿De verdad quiere convencernos de que el presupuesto en coches oficiales -u ocurrencias así- supone algo sustancial, comparado con el presupuesto para sanidad, educación o pensiones (o con los beneficios multimillonarios del sector financiero en los últimos años)? ¿Cuál es, entonces, el “disparatado” presupuesto público que quiere recortar “sin precedentes”?
Es evidente que la lupa analítica de los Baños, Gisbert y compañía pierde enfoque cuando se enfrentan a cuestiones domésticas. Así, la especulación inmobiliaria que expulsa a familias pobres de sus hogares, las luchas obreras por salarios, seguridad o condiciones dignas; el deterioro de la sanidad pública, la precarización total de la vida… nada de eso parece merecer siquiera su erudita atención. Están demasiado ocupados en sus cruzadas contra “la cultura woke”, la “agenda 2030” o (algunos de ellos) las “plandemias” como para notar que, en el barrio de al lado, se libran batallas más reales. Y urgentes.
Con audacia, han tirado a la basura toda la experiencia acumulada por el marxismo, la revolución cubana o el movimiento anticolonial histórico, redefiniendo sin más la contienda. Por lo visto, ya no vivimos una lucha entre imperialismo y antiimperialismo, sino entre… “globalistas y antiglobalistas”. Una dicotomía conveniente, que les permite englobar en su bando a figuras tan emancipadoras como… Donald Trump. ¿Habrá descubierto la alquimia esta gente? El mismo ultrarreaccionario que combate de manera furibunda a China, Cuba y Venezuela, que fomenta y financia a los Le Pen, Milei o Bolsonaro de turno, que defiende al imperialismo norteamericano con sus “bloqueos económicos” o sus “guerras comerciales” y que representa de manera coherente al capitalismo salvaje, ¿es de repente un adalid contra el «nuevo orden mundial», el “gran reseteo” u otros delirios? Si no entienden que Kamala y Trump solo representan a distintos lobbies dentro de la misma clase oligárquica, estos “brillantes analistas” no han entendido nada.
Pero, no por casualidad, estos genios de la geopolítica hablan de los trabajadores inmigrantes sin la menor compasión. Por supuesto, se reirán de nuestro “humanitarismo ingenuo”, ya que ellos van de “malotes”. Eso sí, esa maldad se ejerce solo contra el más débil, contra el de abajo. Cuando se trata de los capitalistas, se tornan de pronto angelitos inocentes e incapaces, no ya de combatirlos o de enfrentar su poder, sino de efectuar ni siquiera la menor crítica contra ellos. Y, por supuesto, no puede esperarse que defiendan el proyecto de China (¡el demonio comunista a combatir!) y ni siquiera realmente a Rusia, por mucho que los acusen de ello los rivales que tienen dentro de su mismo campo. ¿O de verdad, a estas alturas de la película, querrán convencernos con cuatro vídeos de YouTube o unas cuantas almohadillas de que los demócratas y los republicanos norteamericanos no están en el mismo campo, por mucha “guerra cultural” (aunque ninguna “guerra de clases”) que efectúen, simbióticamente, entre ellos?
Al final, estos genios de la geopolítica nos invitan a mirar hacia horizontes lejanos mientras, bajo nuestros pies, el terreno se desmorona. Critican con simulado fervor (y con razón) las injerencias extranjeras yanquis contra “su patria”, mientras guardan silencio ante incontables injusticias locales, ante la explotación de los trabajadores en “su patria” por parte de capitalistas tanto de “su patria” como de fuera… pero también ante el aplastamiento injerencista de los países del Sur o bolivarianos que se rebelan; aplastamiento que ellos apoyan. Porque están, sí, contra un imperialismo (el norteamericano); pero solo porque aspiran a fomentar “nuestro” propio imperialismo (el español y, llegado el punto, el europeo). Solo son chovinistas que intentan crear un think tank reaccionario junto a personajes oscuros, manipuladores y conspiracionistas como Iker Jiménez, manteniendo incólume la intención del Estado y del IBEX “patrios” de seguir explotando al tercer mundo y, por supuesto, sin la menor intención de expropiar a la banca “patria” (la única señal de verdadero patriotismo hoy en día). Nada más.
La necesaria oposición a la guerra de Ucrania, a su necedad geopolítica, a su disparatado coste económico y a la propia OTAN no puede dejarse en manos de esta gente, si de verdad queremos que llegue a buen puerto. De hecho, tras años por parte de la izquierda consecuente de luchar contra el bipartidismo, de hacer entender (por fin) a la gente que los demócratas y los republicanos estadounidenses (como el PSOE y el PP aquí) la misma… cosa son; de pronto, nos vuelven a subsumir en la lógica bipartidista. Como si esa guerrita “cultural” idealista entre “wokes o antiwokes” que enarbolan, un debate pírrico, divisor del pueblo y meramente emocional, incapaz de alcanzar la menor conclusión constructiva, no fuera otra cosa que un medio para distraernos y, encima, traernos de vuelta esa farsa: la del bipartidismo.
Así pues, al final va a resultar que el verdadero talento de esta gente no es el análisis geopolítico, sino… el arte de reírse del personal. ¿Para qué apuntar a ese imperialismo tangible, aburrido, real que, mientras devora al Sur, le aprieta cada vez más el cinturón a nuestro propio pueblo, si es más cómodo y da más “likes” en las redes sociales apuntar a un “globalismo” etéreo, abstracto y vaporoso que, encima, para culminar su gatopardiana operación, pretenden cínicamente identificar con la izquierda?