La minoría privilegiada que se ve favorecida por timo simplón del liberalismo, tan bien representada en la Argentina por el señor Milei, apela desde las redes sociales a un voto joven… y amnésico. Por ello, la mejor manera de combatirlos puede ser efectuar un sencillo ejercicio de memoria histórica.
Cuando en 1973 el petróleo subió drásticamente de precio tras el boicot antisionista de la OPEP (la de entonces, tan diferente a la actual), el capital necesitó mantener sus márgenes de beneficio imponiendo las recetas de Friedman, Kissinger y los Chicago Boys. Es decir, liberalizando y privatizando la economía del sur al servicio de las multinacionales del norte y sus aliadas oligarquías locales, las cuales habían acaparado el poder mediante dictaduras militares made in USA.
Así, en los años 70 y 80, el imperialismo norteamericano, para mantener los privilegios internacionales del dólar, se vio obligado a acelerar su Operación Cóndor de golpes de Estado en toda América Latina, que ya habían comenzado en la década anterior (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua…). La alternativa habría sido permitir gobiernos que aplicaban una política de “sustitución de importaciones”, es decir, que no se limitaban a importar productos manufacturados del norte, sino que utilizaban sus abundantes materias primas para industrializarse y efectuar un desarrollo autocentrado.
Hasta la CEPAL (la ONU) habló de una “década perdida”, en referencia a los devastadores efectos sociales que tuvieron las políticas de los Chicago Boys. Las cuales, incluso tras el fin de las dictaduras militares, siguió forzando el FMI a base de chantajes. Las condiciones draconianas se imponían a cambio de refinanciar una deuda que, así, como denunció de manera certera Fidel Castro, nunca acababa de pagarse.
Con Hugo Chávez cambió el viento de la historia. Numerosos países se sumaron a una ola de cambio incontenible, insubordinándose frente a los abusos fondomonetaristas. Y, con diferentes altibajos, seguimos en esta fase de la historia, en la que los yanquis ya no tienen la capacidad de chasquear los dedos (del Comando Sur) y acabar con Maduro y Ortega como antaño lo hicieran con Allende… y Ortega.
Es un auténtico insulto a la inteligencia que, ahora, el señor Milei olvide tomar sus pastillas y diga que volver a los tiempos de la década perdida es “algo muy nuevo”. Que someterse a las recetas del Fondo Monetario washingtoniano es “ser un rebelde”. Que dolarizar la economía es “demoler el banco central” (cuando es convertir en banco central a la Reserva Federal yanqui, que es la que emite los dólares). Y que otorgarle todo el poder económico a una minoría que vive en mansiones es ir “contra la casta”.
Puede que el señor Milei escuche rock y diga mucho “carajo”. Pero hasta ahí llega su rebeldía. En todo lo demás, es un lacayo de los yanquis y un lamebotas de los “garcas”. Y pretende volver a un pasado humillante, en el que los países latinoamericanos cerraban hospitales para pagar la deuda contraída por dictadores impuestos por el norte a banqueros impuestos… por el norte.