De la pandemia “saldríamos mejores”; sin embargo, según The New York Times, los sectores trumpistas están destinando cientos de millones de dólares a campañas de desinformación para, en caso de perder las elecciones, alegar fraude electoral. Incluso un multimillonario fascista como Elon Musk está aportando dinero. ¿Quién necesita esperar al día de las elecciones, pudiendo simplemente declarar la victoria por adelantado?
La organización «Stop the Steal», que cobró notoriedad tras las elecciones de 2020, sigue allanando el terreno, tras tomar el Capitolio en enero de 2021 y canalizar la frustración frente al malestar social de los sectores populares, para que sigan teorías conspiranoicas y antivacunas en lugar de culpar a la oligarquía del saqueo. Ahora han llegado al extremo de declarar que Kamala Harris está preparando… un «golpe chavista».
Sin embargo, esto no es tan ridículo como parece. De hecho, el no reconocimiento de la victoria de Nicolás Maduro en Venezuela, por parte incluso de organizaciones socialdemócratas, fue un acto temerario que estableció un peligroso precedente, tras el que se deslegitimará cualquier proceso electoral si gana la izquierda (incluso la izquierda light, por lo que vemos), de manera cada vez más sistemática. ¿Qué hay, pues, de sorprendente en que otros grupos políticos, en este caso la derecha de los Estados Unidos, hagan lo mismo?
La deslegitimación interesada de los resultados electorales puede generar crisis políticas enormes, como vimos en el caso de Bolivia, tras las elecciones de 2019. Tras acusaciones infundadas de fraude electoral, el entonces presidente Evo Morales fue forzado a renunciar, dando paso a un periodo dictatorial por parte de la ultraderechista Yanine Añez, que no había sido votada por nadie. También en Nicaragua, la oposición ha adoptado posturas golpistas para cuestionar las victorias del gobierno de Daniel Ortega. En Brasil, tras la elección de Luiz Inácio Lula da Silva, la oposición no solo cuestionó la legitimidad del proceso, sino que también promovió protestas violentas. Sin embargo, ahora Lula, que sufrió esta persecución e incluso la cárcel, da la espalda a su hermano venezolano y lo traiciona, negándole incluso la entrada a los BRICS: Brasil apuesta a ser potencia regional y no quiere la competencia de un proyecto político verdaderamente alternativo. Pero es que, incluso en España, el corrupto “criptobró” Alvise Pérez acusó de fraude electoral… hasta a un tibio socioliberal como Pedro Sánchez.
Esta tendencia a deslegitimar resultados adversos no se detiene aquí. Al acusar a Venezuela de fraude y difundir esa falacia a escala mediática global, se ha abierto la caja de Pandora: la oligarquía está renunciando incluso a la limitada democracia burguesa, al negarse sistemáticamente a reconocer aquellos resultados que no le favorezcan. La repetición de este patrón en diversos países marcará el futuro político de los próximos años. Y no serán El País ni Àngels Barceló quien nos salve: solo un pueblo organizado, como sucede en Venezuela, podrá hacer valer sus derechos. También en materia electoral.