Hace unos días hemos sido testigos de la publicación de los últimos datos de inflación correspondientes al mes de junio. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se informa de que los niveles de precios han descendido hasta un 1,9%, lo cual aparentemente sitúa a España a la vanguardia en la lucha contra la inflación. No obstante, al ir al supermercado más cercano y comprobar los precios, uno puede sentirse estafado. ¿Cómo es posible que los precios sigan subiendo si el gobierno afirma que la inflación ha alcanzado niveles históricamente bajos?
Muy sencillo. Lo que te están enseñando a bombo y platillo es la tasa del IPC interanual, lo cual quiere decir que el indicador toma como base el dato del IPC del año pasado, esto es, el de junio de 2022. ¿Recordáis cómo estaban las cosas por junio del año pasado? Muy mal, en concreto con una inflación del 10,2%. Utilizar un dato interanual supone que si por ejemplo, tomando datos hipotéticos, el nivel de precios para junio del 2020 estuviera en 100, para 2021 en 120 y para 2022 en 121,2, tendríamos un IPC interanual del 20% en 2021 y del 1% en 2022. Sin embargo, si estudiáramos la evolución de precios de junio de 2020 a junio de 2022, la cifra ascendería a un 21,2%. Simplificadamente, esto es lo que se llama como efecto base.
Y ojo, con esto no se está diciendo que manipulen los datos, pero sí se está haciendo marketing del bueno. Es cierto que el indicador del IPC general interanual es el que siempre se suele utilizar para informar sobre la inflación, pero también es cierto que para tener contexto de la película entera y no de un solo fotograma, hace falta ir más allá. La inflación subyacente, por ejemplo, es un buen modelo para ver la evolución de los precios de los productos menos volátiles, aquellos no tan susceptibles de variar mucho en caso de perturbaciones externas o internacionales, como pueden ser la electricidad y el combustible. De este modo, este índice estaría mucho más ligado a la economía doméstica que el general.
Como vemos en el gráfico, mientras el IPC general asciende y desciende rápidamente de mes a mes, el indicador subyacente es más “pegajoso”; su evolución es más moderada, y esto supone que mientras que el primero emprendió su senda descendente desde julio del año pasado, el segundo no lo ha hecho hasta hace unos tres meses. En este sentido, los datos de este mes son muy reveladores porque si el indicador general es inferior al subyacente, quiere decir que los que están tirando a la baja en los precios son los productos más volátiles como la energía y combustible -con su correspondiente relación con componentes como el transporte o vivienda-, mientras que los que tiran al alza son en mayor parte los alimentos y bebidas.
Por eso, es bastante probable que, teniendo en cuenta el lento comportamiento del indicador subyacente -y la inacción del gobierno-, la alegría les dure poco y veamos al acabar el verano un aumento del IPC general, ya que es a partir de esa fecha del año pasado que el índice empezó a descender -aminorando así el efecto base-.
A pesar de todo, aun cuando te dicen que “la inflación ha descendido al 1,9%” no quiere decir realmente que haya bajado el nivel de precios, sino que la subida es menor. La estadística no es subjetiva, pero cómo presentas los datos y su interpretación sí. Por ello, no, la inflación no es baja, de hecho es alta, y la gente lo sabe cuando va a hacer la compra. La comparación estadística entre año y año es engañosa, y se demuestra en que la realidad que experimentamos en nuestro día a día contradice sus afirmaciones. Los trabajadores notan cómo el coste de la vida se vuelve cada vez más elevado, mientras los salarios y los ingresos no se ajustan a este aumento. Mientras ellos se aferran a sus cifras y estadísticas, nosotros nos enfrentamos a la realidad de tener que apretarnos el cinturón y enfrentar los desafíos económicos cotidianos. Que no nos tomen por tontos.