La Reserva Federal intenta encarnar un papel de conductor en medio de la densa niebla económica. Las actas recientes de su última reunión revelan el siguiente panorama: el banco central no tiene prisa por ajustar los tipos de interés. Según estas actas, si bien la política monetaria se considera restrictiva, persisten las dudas sobre su efectividad. ¿Están los tipos de interés altos logrando los resultados deseados? Los participantes en la reunión expresaron su incertidumbre, planteando la posibilidad de que los efectos de esta política sean menores de lo esperado, “aunque se consideraba que la política monetaria era restrictiva, muchos participantes comentaron sobre su incertidumbre respecto al grado de restricción”.
El debate gira en torno a la posibilidad de mantener los tipos altos por más tiempo si la inflación no muestra signos de converger hacia el objetivo del 2%, o de reducirlos en caso de un debilitamiento inesperado del mercado laboral. Incluso algunos miembros del comité están abiertos a endurecer aún más la política monetaria si los riesgos para la inflación se materializan.
Así pues, vemos cómo en un mundo donde los bancos centrales luchan por mantener el equilibrio entre el crecimiento económico y la estabilidad de precios a través de políticas monetarias de hace más de 50 años, nos enfrentamos a una realidad innegable: su margen de maniobra es cada vez más reducido. A pesar de años de tipos de interés elevados, la inflación persiste por encima del 3%, fluctuando en una montaña rusa de altibajos que no alcanza el objetivo marcado. Y decimos que su margen de maniobra es reducido porque sencillamente tienen dos opciones: o bajar tipos de interés y volver a inundar la economía de inflación o mantenerlos altos, enfriando la economía hasta que se congele, tal y como está ocurriendo en Europa.
Mientras tanto, el oro, el refugio seguro en tiempos de incertidumbre, sigue su ascenso imparable. Las tensiones geopolíticas, como la reciente noticia de la muerte del presidente de Irán, alimentan la demanda de este metal precioso como salvaguarda contra la volatilidad y el riesgo. En un mundo donde la fractura del orden mundial se hace más evidente, los bancos centrales recurren al oro como un activo de reserva confiable en medio de la turbulencia. Las herramientas tradicionales de política monetaria, como ajustar los tipos de interés, han perdido su eficacia en un mundo donde cada vez menos países confían en el dólar.
Occidente no está en la posición que estaba hace 50 años. No tiene un pleno dominio sobre el resto del mundo, y el resultado de exportar sus crisis al exterior está volviendo como un boomerang. Las políticas que sí hacían efecto entonces no hacen más que estrangularnos poco a poco. Cuando sus políticas dejen de hacer propiamente los efectos deseados y se vuelvan inútiles, será el momento en el cual la única salida para ellos será la guerra, y con ello la destrucción de capital.