Los datos de inflación de agosto han llegado y desde el Instituto Nacional de Estadística se informa que los niveles de precios han subido hasta un 2,6%. Ya van dos meses seguidos en los que este indicador vuelve a tomar una senda ascendente y, curiosamente, desde el progresismo ya no se escucha hablar de niveles “históricamente bajos”.
Lo cierto es que era normal que los niveles de precios “bajaran” con respecto al año pasado, y entrecomillo lo de “bajar” ya que en realidad no está bien empleado ese término -aunque se utilice en la práctica, normalmente con intención manipuladora-, por lo que lo correcto sería decir que los niveles de precios han subido en menor medida que el año pasado. Me explico. Al medir un indicador interanual lo que hacemos es comparar los datos de este año con los del año anterior. Si en 2021 tenemos unos niveles de precios de 100 -por ejemplo-, en 2022 de 110 y en 2023 de 112, obtendríamos una inflación interanual del 10% en 2022 y del 1,8% en 2023. Este ejemplo nos deja dos lecciones: la primera es que como podemos ver, la inflación en 2023 ha subido en menor medida que en 2022, pero nunca se podría decir que ha descendido, porque para ello el porcentaje tendría que ser negativo. La segunda lección es que el hecho de que la inflación en 2022 sea tan alta “amortigua” la cifra en 2023, ya que, si la comparamos con 2021 obtendríamos una inflación del 12% pero si lo hacemos con 2022 obtenemos ese “no tan alto” 1,8%.
De hecho, en la propia nota de prensa del INE del pasado mes de julio hay un apartado que toma como base el año 2021, revelando que desde julio de 2021 a julio de 2023 los niveles de precios han ascendido un 12,5%, frente al 2,3% que nos muestra el indicador interanual.
Hasta ahora, el progresismo anunciaba el “descenso” de la inflación desde finales del año pasado como si fuera gracias a su acción -más bien inacción-, pero el chollo se les está acabando. Echando un vistazo a los datos del año 2022, se podía intuir que más o menos después del verano habría un repunte de los niveles de precios, ya que fue a partir de ahí que empezaron a bajar el ritmo, y por lo tanto es posible que esa “amortiguación” de cifras fuera a ser menor. No obstante, aun a pesar de los datos tan altos del verano del año pasado, la inflación ha emprendido desde julio un ritmo ascendente, superando -para mal- las expectativas.
Mientras tanto, la inflación subyacente sigue a lo suyo, manteniéndose alrededor del 6%. Al ser el indicador menos volátil por dejar fuera del cálculo la electricidad o el combustible, quiere decir que mientras éste sea más alto que el indicador general, tendremos inflación para rato.
En realidad, a los trabajadores en general les importa poco las verdaderas causas de la inflación, o si se tratan de cifras históricamente bajas en comparación a los países de la Eurozona. Lo único que les importa es que no tengan que seguir haciendo malabares a la hora de hacer la compra, pagar el alquiler o poner gasolina. El coste de vida es cada vez más elevado mientras que los salarios no se ajustan a esas subidas. Sin embargo, tanto si los de arriba apuntan a la guerra de Ucrania, como que falsamente digan que las cifras son buenas, sigue siendo importante señalar a los verdaderos responsables de nuestra constante pérdida de poder adquisitivo, y así cortar de raíz eso de privatizar ganancias y socializar pérdidas.