Este pasado 31 de julio Pedro Sánchez ha anunciado un acuerdo en materia de pensiones, aprobada con la connivencia de sindicatos mayoritarios y patronales, el cual representa la antesala de la jubilación a los 70 años. Esta reforma, anunciada con bombos y platillos por el Gobierno, no es más que un maquillaje oportunista que oculta un problema estructural: la inminente insostenibilidad del sistema de pensiones para un sistema capitalista que ve cómo ya no puede garantizar un Estado del bienestar. Pues bien, esta reforma supone un empeoramiento del nivel de vida de los trabajadores españoles, perpetuando una dinámica de precarización que, lejos de garantizar una jubilación digna, obliga a trabajar más y recibir menos.
Es imposible abordar esta reforma sin mencionar antes la presión ejercida desde Bruselas. La Unión Europea, preocupada por el gasto en pensiones de España, ha dejado claro que los «ajustes» son inminentes. Según el informe sobre el envejecimiento de 2024, el gasto en pensiones podría dispararse hasta el 17,3% del PIB en 2050. Teniendo en cuenta que el Gobierno se comprometió a que el gasto promedio no superaría el 14% del PIB entre 2022 y 2050, no es difícil prever que las medidas que vienen, lejos de ser favorables para los trabajadores, serán recortes disfrazados de «ajustes necesarios».
Aunque el acuerdo tiene varios puntos, nos centraremos por su importancia en la jubilación activa y demorada.
Principalmente, el acuerdo estipula que para la jubilación demorada, se aplicará un incentivo semestral del 2% en las pensiones, eliminando la necesidad de haber completado toda la carrera de cotización. Por otro lado, en la jubilación activa, el trabajador pasa de recibir el 50% independientemente de los años demorados a recibir el 45% de la pensión durante el primer año de retraso, el 55% en el segundo, el 65% en el tercero, el 80% tras cuatro años, y la pensión completa después de cinco años.
Está claro que lo que se busca con esto no es otra cosa que retrasar la edad de jubilación e incentivar que se continúe trabajando. Como ejemplo, cabe decir que las jubilaciones anticipadas han disminuido, pasando de representar más del 40% de las nuevas altas antes de 2020 a un 34,1% en lo que va de 2024. Por otro lado, las jubilaciones demoradas han aumentado al 10,7%, en comparación con el 4,8% que representaban antes de las últimas reformas.
Ahora bien, con este acuerdo no se está retrasando directamente la edad de jubilación a los 70 años. Es más astuto que eso. Lo que se puede ver es que claramente están incentivando la combinación del salario y la pensión por jubilación. Y si lo hacen es porque saben que ambos descenderán en un futuro, de tal manera que será imposible vivir únicamente a través de la jubilación. Con esta mal llamada «flexibilización» del marco legal de la jubilación se está plantando la semilla de un escenario fututo donde el trabajador tendrá la «libre» opción de cobrar una pensión mucho menor en proporción de lo que ya se cobra ahora, o bien seguir trabajando para subsistir hasta que te mueras. El continuo falso dilema de la «libertad» capitalista.
Lo que se esconde detrás de la promoción de la jubilación demorada y activa es una progresiva erosión del derecho a una jubilación digna. En lugar de garantizar pensiones adecuadas que permitan a los trabajadores retirarse con tranquilidad después de una vida de trabajo, se está promoviendo un sistema donde la única opción viable para muchos será seguir trabajando hasta el límite de sus fuerzas. Esto no es un avance, es un retroceso que convierte la jubilación en un lujo, accesible solo para aquellos que pueden permitírselo.
Bajo esta fórmula, los trabajadores mayores se ven forzados a continuar en empleos que, a menudo, son precarios y mal remunerados, perpetuando un ciclo de explotación que se extiende hasta la vejez. La idea de que los mayores puedan seguir contribuyendo al sistema mientras mejoran su pensión es, en realidad, un mecanismo para descargar la responsabilidad del Estado capitalista en el individuo, quien deberá seguir trabajando indefinidamente para poder subsistir.
Además, ya no solo es aberrante el hecho de que se promueva posponer la jubilación hasta esas edades, sino que lo es aún más teniendo en cuenta que España es el país con mayor tasa de paro juvenil de la zona euro. Es decir, mediante esta reforma se incentiva que los mayores sigan trabajando hasta la muerte mientras se perpetúa esta dinámica de paro juvenil crónico.
La aprobación de esta reforma sin el acuerdo de los verdaderos representantes de los pensionistas y sin un debate público abierto y transparente es una traición a la clase trabajadora. Las plataformas y movimientos de pensionistas han sido excluidos de un proceso que afecta directamente a su futuro y al de toda la sociedad. Es urgente movilizarse para frenar esta dinámica de precarización y exigir un sistema de pensiones que garantice una vida digna para todos.