Desde su llegada al poder, Javier Milei ha iniciado una transformación radical de la economía argentina. Lejos de fomentar el desarrollo productivo, ha impulsado un desmantelamiento acelerado de la industria nacional, reemplazándola por un modelo basado en la explotación y exportación de materias primas. En este esquema, los grandes beneficiados no son los argentinos, sino el capital extranjero, en particular Estados Unidos y sus corporaciones, que ven en Argentina una fuente de recursos estratégicos baratos.
La caída de la actividad industrial, la eliminación de aranceles para productos importados y el cierre masivo de fábricas son solo algunas de las señales de este proceso. La actividad manufacturera ha retrocedido un 12,4% en un año, lo que ha llevado al cierre de 879 fábricas y la pérdida de más de 38.500 empleos industriales. Mientras tanto, los sectores extractivos han crecido sin restricciones: la minería aumentó su actividad en 7,1%, el agro un 38,9% y el sector energético y petrolero ha captado inversiones millonarias del extranjero. La economía argentina no está orientada a la producción y el desarrollo tecnológico, sino a la simple extracción de recursos naturales para ser enviados al exterior.
Un ejemplo claro de esta entrega de recursos es el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), una de las reformas estrella del gobierno de Milei. Bajo este sistema, las empresas extranjeras reciben exenciones impositivas, reducción de aranceles y libre disponibilidad de divisas, asegurando que las riquezas naturales de Argentina puedan ser explotadas sin que el país reciba prácticamente ningún beneficio a cambio. Empresas extranjeras que inviertan en minería, hidrocarburos o infraestructura no solo pagan menos impuestos, sino que además pueden importar maquinaria sin aranceles, sin obligación de contratar proveedores locales y sin restricciones ambientales significativas. Más aún, se les garantiza estabilidad regulatoria por 30 años, lo que impide que cualquier gobierno futuro pueda modificar estas concesiones. Argentina está cediendo soberanía económica a favor de las grandes corporaciones.
Uno de los mayores beneficiados de este modelo es Elon Musk, cuya empresa Tesla depende del litio para la fabricación de baterías de autos eléctricos. Argentina posee el 21% de las reservas mundiales de litio, y con las reformas de Milei, este recurso puede ser explotado sin pagar derechos de exportación y sin obligación de vender una parte de la producción en el mercado local. Además, la minería de litio requiere enormes cantidades de agua, un recurso escaso en las provincias del noroeste donde se extrae, lo que ha generado conflictos con comunidades locales. En lugar de regular esta actividad en favor del desarrollo nacional, el gobierno argentino ha facilitado el acceso de empresas extranjeras al litio, asegurando que los beneficios de esta industria queden en manos de inversionistas como Musk.
Pero la entrega de recursos no se limita a Musk. Milei ha alineado a Argentina con los intereses estratégicos de Estados Unidos, asegurando que Washington tenga prioridad en la explotación de minerales y energía. En 2024, Argentina firmó un acuerdo con el gobierno estadounidense para «fortalecer inversiones en minería y minerales críticos», asegurando la provisión de litio, cobre y otros recursos esenciales para la industria tecnológica y militar norteamericana. Mientras tanto, las empresas mineras estadounidenses ya han tomado control de proyectos en Jujuy, Catamarca y Salta, consolidando su dominio sobre el sector.
Este esquema responde a una estrategia más amplia de subordinación económica. Milei no oculta su admiración por Donald Trump, con quien ha establecido una relación cercana para profundizar la apertura de la economía argentina al capital extranjero. Trump ha dejado claro que su prioridad es asegurar los recursos estratégicos de América Latina para Estados Unidos, y Milei está facilitando exactamente eso. Las políticas económicas del presidente argentino no buscan fortalecer el país, sino alinearlo con los intereses de Washington, desmantelando la capacidad productiva local y asegurando que Argentina se convierta en un simple proveedor de materias primas.
La realidad es que Milei no está llevando a Argentina hacia una era de crecimiento y prosperidad. Su gobierno está sentando las bases para que el país vuelva a un modelo colonial, en el que la riqueza nacional es extraída por corporaciones extranjeras sin generar desarrollo interno. Mientras la industria colapsa, el desempleo crece y los salarios pierden poder adquisitivo, los grandes capitales internacionales se aseguran el control de los recursos estratégicos del país. Argentina no está avanzando; está siendo vendida pieza por pieza al mejor postor.