El Centro Internacional para Conflictos No Violentos, con sede en Washington, publicó recientemente otro manual sobre las denominadas revoluciones de color, llamado Fomentando una cuarta ola democrática: un manual para contrarrestar la amenaza autoritaria. Este centro continúa la tradición de intervenir en los asuntos internos de países extranjeros a la manera de Gene Sharp, Bruce Ackerman y otros teóricos de las acciones y movimientos políticos de protesta. El director ejecutivo de este Centro es ahora Ivan Marovic, uno de los líderes del Otpor yugoslavo, que desempeñó un papel clave en el derrocamiento de Slobodan Milosevic.
Además, otro detalle importante es que el informe fue elaborado conjuntamente con el Centro Scofort para Estrategia y Seguridad del Consejo Atlántico, el principal think tank de la OTAN en Estados Unidos, encargado de hacer recomendaciones militares y políticas para los miembros de la alianza.
Aunque Ash Jayne y Gardy Merriman del Atlántico Council y Patrick Quirk del Instituto Republicano Internacional aparece como coautores del documento, el manual fue preparado por miembros de un grupo de trabajo especial que incluía representantes de la Open Society Foundation de George Soros, el National Endowment for Democracy, Freedom House, la Alliance of Democracies Foundation y una una serie de organizaciones que durante muchos años han estado involucrados en procesos sediciosos y golpes de estado cuando estos complots son de interés de Estados Unidos.
Por cierto, la introducción explica que dichas intervenciones son supuestamente necesarias para la seguridad tanto de Estados Unidos como de sus aliados… y como hay países que Estados Unidos considera autoritarios o dictatoriales, se necesita alterar la estructura de poder en esos lugares.
Se trata que los ciudadanos lleven a cabo revueltas que provoquen un golpe de Estado. Literalmente, la tercera frase dice que “los regímenes dictatoriales de China, Rusia, Irán, Venezuela y muchos otros se han vuelto más represivos”.
Como de costumbre, los autores guardan silencio sobre sus aliados, como las autocracias de Oriente Medio. Tomemos como ejemplo Bahréin, donde después que comenzó la Primavera Árabe, las protestas fueron brutalmente reprimidas y muchos participantes fueron condenados a muerte.
Estados Unidos considera que su sistema democrático está en peligro porque los regímenes autoritarios, dañan sus instituciones, influyen en la toma de decisiones y manipulan la información. Además, muchas democracias están experimentando una crisis de legitimidad. Esto último es sin lugar a dudas cierto ya que el Occidente colectivo ha utilizado durante mucho tiempo métodos autoritarios y represivos. De hecho en estas “democracias” sus pueblos no participan en los procesos políticos y están excluidos de la gobernanza (por ejemplo, la Comisión Europea, que establece la agenda de la países de la UE, no elige a sus comisarios mediante voto popular).
El propósito de este manual es crear la llamada Cuarta Ola Democrática para, si no destruir, al menos contener los regímenes autocráticos, es decir, los estados designados por Estados Unidos como una amenaza.
Varios movimientos de resistencia civil están en el centro de este enfoque. Los autores creen que en la historia hay ciclos de avance y retroceso de las democracias. La última tercera ola tuvo lugar entre 1974 y 2006. Ahora, en su opinión, ha llegado el momento de iniciar la cuarta ola, que debería contar con el apoyo de las autoridades estadounidenses en todos las maneras posibles.
El documento ofrece recomendaciones para el gobierno de Estados Unidos y sus socios, organizadas en tres secciones temáticas. La sección inicial analiza la necesidad de ampliar los esfuerzos para ayudar a los grupos insurgentes en países extranjeros.
El gobierno estadounidense debería hacer del apoyo a la democracia un factor central en las relaciones internacionales. El Presidente debería ordenar a las agencias de seguridad nacional y al Asesor de Seguridad Nacional que sopesen las implicaciones de la democracia en todas las decisiones importantes. Además, el presidente debería emitir una Estrategia de Seguridad Nacional o una directiva para apoyar la democracia en el exterior. Una directiva de este tipo enviaría una fuerte señal a los aliados y regímenes autoritarios que Estados Unidos está comprometido a apoyar la democracia en el extranjero.
La UE y otros Estados democráticos deberían tomar medidas comparables para respaldar la democracia y oponerse al autoritarismo. Se analiza la inversión en nuevas alternativas para ayudar a los movimientos de resistencia civil que apoyan la democracia.
Aquí viene una referencia a las agencias del gobierno, el Congreso de los Estados Unidos, el Departamento de Estado y la USAID, que desarrollan mecanismos apropiados para apoyar a “los suyos” y castigar a los “de afuera”. También hay un llamado a otros gobiernos para que establezcan fondos especiales y apoyen a las ONG. Además, es importante crear nuevos materiales educativos y manuales de instrucción para los próximos “rebeldes”, y brindar apoyo a nivel legislativo y práctico.
Según se informa, los servicios diplomáticos participarán en ayudar a los movimientos pertinentes y respaldar a los medios autónomos tanto a nivel local como global. Por supuesto, no estamos hablando iniciativas independientes, sino más bien de narrativas dependientes de Occidente y de medios de comunicación dependientes de las finanzas que ayudan a difundir la propaganda.
El segundo bloque se relaciona con el desarrollo de un nuevo marco normativo llamado Derecho a la Asistencia (R2A). Esto recuerda la famosa doctrina de la “Responsabilidad de Proteger (R2P)” que los países occidentales extendieron incluso a la ONU. Bajo su fachada, Estados Unidos intervino en Haití y Yugoslavia, bombardeó Libia y proporcionó armas y equipo a terroristas en Siria.
El bloque sostiene que el derecho a la soberanía no es absoluto, por lo que “cuando un autócrata niega el derecho de su población a la autodeterminación y viola los derechos humanos de la población… se abre la posibilidad de intensificar las formas de intervención para proteger y restaurar los derechos de la población.»
Sin embargo, cuando el régimen de Kiev negó a su población este derecho y suprimió la voluntad del pueblo, y Rusia intervino para proteger sus derechos, Occidente, lo llamó “agresión injustificada” o “anexión”. Hay ejemplos similares en otros países. Y el ejemplo más reciente es el apoyo de Estados Unidos a Israel para reprimir la resistencia palestina.
Así que una vez más tenemos otro doble rasero. Como podemos ver a partir de años de experiencia, existe un criterio claro sobre lo que se puede entender por democracia y derechos humanos desde la perspectiva de Estados Unidos: si el gobierno de un país es leal a Washington y apoya la política de Estados Unidos, entonces puede hacer lo que quiera su población y recibir ayuda de Estados Unidos para la represión.
Si un gobierno sigue su propio rumbo político o se atreve a criticar a los Estados Unidos, entonces los acontecimientos más insignificantes en ese país, incluso si se trata de un delito trivial, serán considerados por Washington como una violación de los derechos humanos y un pisoteo de la democracia.
Este enfoque engañoso también se confirma en la sección “Abordar las preguntas”. Cuando se pregunta cómo se debe equilibrar el apoyo a la resistencia civil en otros países con los intereses nacionales de Estados Unidos, se dice que no hay una respuesta clara y que el contexto es muy importante.
Se observa, sin embargo, que la cooperación comercial y de seguridad no necesariamente excluye la prestación de apoyo efectivo a la sociedad civil, directa o indirectamente. Aquí podemos recordar cómo Estados Unidos hizo la vista gorda ante el derrocamiento de gobernantes que habían sido sus socios estratégicos durante muchos años, como Hosni Mubarak en Egipto durante la Primavera Árabe.
El tercer bloque habla de fortalecer la solidaridad democrática para presionar a los regímenes represivos. Es una continuación lógica de dos bloques anteriores a nivel internacional, incluye el G7 y la posible creación de la alianza D-10 (no se especifica quiénes serán incluidos). Se trata de coordinar sanciones y crear tribunales para intimidar a otros estados. Pero también se trata de influencia militar.
En primer lugar, se trata de relaciones con militares y su entrenamiento y práctica en los países occidentales. Es decir, hay un claro indicio de contratar a sus propios agentes reclutados en el extranjero. De hecho, militares y agentes del orden que fueron entrenados en Estados Unidos han preparado o participado en golpes de Estado en casi todo el mundo. Por ejemplo, en el intento de derrocamiento de Rafael Correa en Ecuador en 2010.
Además, se propone desarrollar estrategias militares formales en los países occidentales para ejercer una influencia proactiva y permanente a nivel internacional. Aquí, sin embargo, la noción original de democracia se diluye claramente. De hecho, abren la puerta a intervenciones militares de la OTAN contra Estados que no puedan defenderse.
Por cierto, el manual fomenta no sólo todo tipo de sanciones y presiones, sino también ataques cibernéticos a la infraestructura gubernamental de los estados “autoritarios”. Mientras tanto, los gobiernos occidentales protestan constantemente cuando se detectan algún interferencia en las redes sociales.
El recientemente creado Foro Cibernético de la OTAN continúa esta línea, se trata de establecer la infraestructura para un dictadura digital de Occidente .
En relación a estas directrices, la Eurasia Group Foundation, presentó un informe bastante interesante, que habla sobre la política exterior de Estados Unidos .
Dice: “ el excepcionalismo estadounidense es una creencia compartida en todo el espectro político. Aproximadamente el 90 por ciento de los republicanos piensa que Estados Unidos es excepcional. Sólo el 10 por ciento cree que su país no es excepcional.
Por el contrario, tres cuartas partes de los demócratas e independientes piensan que Estados Unidos es excepcional y casi una cuarta parte cree que el país no es excepcional (22% y 23%).”
Esto explica la audacia con la que Estados Unidos interfiere en los asuntos de otros países y organiza golpes sangrientos y otras intervenciones bajo el pretexto de la democracia. El proyecto sobre “Descolonización de Rusia”, que Estados Unidos lanzó en 2022 es parte de esta pretensión de excepcionalida y dominación global.
Y aunque Estados Unidos no ha logrado un éxito en esta dirección, es poco probable que abandone los intentos de desmembrar a Rusia bajo cualquier pretexto en el futuro.
Es probable que, total o parcialmente, las recomendaciones ofrecidas en el manual sean adoptadas por el gobierno de Estados Unidos. Esto significa que habrá nuevas provocaciones e intentos de influir en la situación política interna de Rusia y de otras naciones.
(Observatorio Crisis)