En la prensa extranjera se habla de temores de un “accidente financiero” (Le Monde). En la española, de que se instale una tendencia a la baja en la cotización bursátil de la banca a partir del 7% de recorte en el índice del parqué madrileño que viene dándose desde marzo (El Economista). Estas advertencias sobrevienen a una semana del gran «campamento» (sic) de banqueros que anualmente tiene lugar en Jackson Hole (Wyoming, EEUU), concretamente de 24 al 26 de agosto. Por lo visto, en este cónclave de banqueros centrales el tema más importante será qué seguir haciendo con las tasas de interés, si continuar subiéndolas o tomarse un descanso.
Como se sabe, el argumento principal esgrimido para la subida de los tipos de interés (que luego se trasladan al que aplican los bancos en sus préstamos) es la lucha contra la inflación, que se pone como prioridad, al precio incluso de provocar recesión. Es más, el enfriamiento en la demanda sería el medio para que los precios bajasen. De hecho, cuando se publica que las cifras de empleo y los salarios se mantienen casi sin cambio en “niveles altos”, por ejemplo en EEUU, sale el presidente de la FED (banco central estadounidense), Jerome Powell, diciendo que hay que seguir con la terapia de choque de la subida de tipos.
Concretamente la FED, seguida muy de cerca por el Banco Central Europeo (BCE), ha pasado de establecer un tipo de interés del 0% a uno del 5,25% entre marzo de 2022 a julio de 2023. Lo que ha llevado al que el interés por los préstamos de las casas haya alcanzado el 7,09 %, según la gran firma hipotecaria estadounidense Freddie Mac. Esos intereses que soportan las familias son los más elevados desde 2002, y en solo 18 meses se han multiplicado por dos.
Sin duda que esto afecta directamente al poder adquisitivo (o renta disponible) de mucha gente, lo que presiona para que tarde o temprano la demanda baje. Pero también hace que baje la petición de créditos, lo que no puede sino traer consecuencias en el propio sector bancario con una tendencia a que se den quiebras (como las vistas ya en EEUU) y, en definitiva, a que en el propio sector financiero se sigan dando concentraciones (se ha perdido ya la cuenta de cuántas van) ante el estrechamiento de la demanda. Algo natural en el sistema capitalista, que afecta a todos los sectores, si bien no de la misma manera, según el grado de control que se tenga de la política económica estatal. Precisamente, en este aspecto del control estatal, el capital financiero se lleva la palma directamente en proporción al grado de parasitismo que rezuma. Uno de esos controles es el que se ejerce en la determinación de los tipos de interés.
Efectivamente. Lo primero que podríamos constatar es que esa política no se está poniendo en marcha por cuestiones puramente técnicas (macroeconómicas) a largo plazo. Así vemos que, mientras se está forzando a que la renta disponible de las familias baje, los grandes bancos están publicando en los últimos meses beneficios astronómicos. Sin irnos muy lejos, la prensa económica patria se hacía eco a finales de julio de resultados históricos en el primer semestre de este año: los 6 grandes bancos ganaban más de 12 mil millones, lo que suponía más de un 20% con respecto al año anterior.
¿A qué es debido esa subida de beneficios bancarios tan contradictoria con la recesión que no pocos analistas anuncian y hasta que se busca que se dé para bajar la inflación? ¿Cómo, si se está diciendo que la inflación ya no está tan fuera de control, se sigue afirmando que los tipos de interés igual no han tocado todavía techo?
Pues baste ver cuál ha sido la razón de esos beneficios bancarios declarados en el primer semestre: justamente la subida de tipo de interés. Esa misma prensa económica, que nos habla de esos beneficios espectaculares, liga estos al gran y positivo impacto coyuntural que están ejerciendo en los balances de las entidades bancarias las cantidades que las familias y empresas tienen que aportar por los intereses de los préstamos en curso. Al tiempo, esa sobrada liquidez, junto con que baja la demanda de nuevos créditos y no ha subido la remuneración de los depósitos de los ahorros, hace que de momento las grandes entidades financieras no tengan que apartar mucho dinero como provisión ante impagos.
¿Acaso, pues, no hay mucho de cortaplacismo en la toma de decisiones acerca de los tipos de interés al servicio exclusivo del parasitismo del gran capital financiero? Para colmo, hay que escuchar las quejas editoriales de esa misma prensa económica advirtiendo que se está reeditando la animadversión (por supuesto, “demagógica”) contra los sufridos grandes banqueros que… crean riqueza. No están de acuerdo con impuestos extraordinarios a los beneficios de la banca. Lo último que nos llega es el grito en el cielo que han puesto ante el impuestazo de “extrema derecha” que el gobierno Meloni había decretado en Italia contra los beneficios desmedidos de la banca. Por cierto que ni 24 horas tardó en retirarlo: ni más ni menos lo que dura un día para saber quién manda realmente en este circo de la cacareada democracia occidental.
En un ejercicio de cinismo, igualmente astronómico, esos editorialistas económicos nos vienen a aconsejar que dejemos que la banca gane todo lo que pueda ahora porque las tasas de interés tan altas están llamadas a provocar recesión, agravada por el escenario de desestabilización geoestratégico internacional. Y que eso podría acarrear más accidentes financieros, tal como parece que las bolsas empiezan a descontar (en España, por ejemplo, la banca representa casi un tercio del negocio en acciones). Así que no es que ganen por amor parasitario a los beneficios, sino porque son muy patrióticos. Y (nos) curan en salud. Ya se sabe que si ellos caen, cae la patria entera: too big to fall, ¿nos acordamos?
Pero dejemos el cinismo de las páginas salmón para consumo de plumíferos y politiqueros al servicio de sus capos mayores, los tiburones financieros. ¿Es descabellado pensar que estamos ante un tipo de rescate (otro más) preventivo en exclusivo interés de la gran banca? ¿Qué es, si no, esa magna operación de trasiego de liquidez que estamos viviendo desde hace un año desde los bolsillos de las familias a las cuentas bancarias? No nos cabe duda de que lo primero que van a tratar en ese siniestro veraniego campamento de banqueros de Wyoming es de cómo va esa inmensa y urgente operación de expropiación de las familias al servicio de sus parasitarias grasas.
Y la verdad es que de expropiación va la solución. Pero justamente de la contraria. No será en campamentos bucólicos, sino algo más insurgentes, que habremos de tratarla. No nos quedará otra si queremos rescatar nuestras vidas de esos verdaderos secuestradores financieros. Que nada y nadie nos siga desviando de la operación política mayor que nuestro pueblo necesita.