Las organizaciones que dicen situarse a la izquierda del PSOE (pero para recoger votos y entregárselos al hermano mayor) viven un momento delicado. Los malos resultados electorales en las europeas no hicieron más que demostrar una realidad perfectamente visible: malas relaciones personales conviviendo en estructuras cosidas y apenas creadas para obtener cargos institucionales (que mantengan económicamente la organización) en un momento histórico menguante.
Desde entonces, la dimisión de Yolanda Díaz, al ver que su idea de ser paraguas de todos, con ella como hiper-líder y ministra de confianza de Sánchez, abrió la puerta al fin de una etapa que los opinólogos/politólogos y tertulianos varios, ubican en el 15M como inicio. Un período este donde apenas se habló de otra cosa que no fuera aplicar lo que se pudiera de socialdemocracia hermanado al PSOE en el Consejo de ministres. Para nada abrir una brecha contra el sistema desde una perspectiva anticapitalista, enfrentando a la extrema derecha no desde una rueda de prensa o desde un discurso florido o un ley guay y progre, cuyos resultados de ineficacia se ven cada día.
En el epílogo andan unos y otros proponiendo mesas de diálogo, recomposición del espacio, amenazando con ir solos a las elecciones, llamando a Podemos a ver qué pasa (al fin y al cabo Irene Montero y Belarra fueron ministras y no andan lejos ideológicamente)…
Ninguna de esas organizaciones cuestiona lo trascendental, y que podría empezarse por definir con exactitud al PSOE y llamar a las movilizaciones en las calles en contra de un régimen donde campea a sus anchas el neo-fascismo.