Hay profesiones que vienen adheridas a un no compromiso social. Un jugador (o entrenador) de fútbol, por ejemplo, tiene pánico a mostrar sus ideas políticas (en caso de que las tenga, claro) y que inmediatamente mengüe su cuenta bancaria, y se gane el rechazo de parte de los aficionados al club. Pocos, muy pocos Sócrates, Breitner, Iribar, Thierry Henry, Valdano, Guardiola, Cantoná… se han posicionado a lo largo de los años junto al pueblo del que venían. La mayoría ha optado por asumir su nuevo y privilegiado satus quo pagando los privilegios económicos con su silencio.
Ya puede Israel asesinar a 40.000 palestinos, que lo suyo será tirar un córner mirando para otro lado. El mucho dinero de por medio condiciona y exige lealtades, y ellos obedecen como perfectos súbditos. Incluso cuando desde las gradas las aficiones sí se posicionan contra el fascismo ellos no participan._ están por encima del populacho.
En las últimas horas el portero vasco de la selección española, Unai Simón, fue preguntado por los dichos de Mbappe que recomendó no votar a la extrema derecha, y el guardameta se lo recriminó. Puede que tenga algo que ver que su padre sea agente de la Guardia Civil y su madre agente de la Ertzaintza. Viva España, Unai. ¿Vox o Alvise, Simón?