En estos días, nuestros preclaros políticos no paran de dar vueltas y negociar con cara circunspecta. La democracia es una cosa muy importante y ellos están ahí para cuidar de nosotros. Podemos estar muy tranquilos porque las instituciones que nos hemos dado velan por nuestro bienestar. Y el cuarto poder ejerce su función con la máxima responsabilidad: nos cuentan, preocupados, que todavía no se ha alcanzado una mayoría parlamentaria que garantice la continuidad de nuestro maravilloso régimen de libertades.
Es cierto que será divertido cuando los medios nos muestren los más divertidos zascas de nuestros profesionales de la política. Podremos hasta reproducirlos con nuestro cuñado en la cena de Navidad. El problema es que, mientras tanto, se estarán decidiendo en Bruselas recortes sociales dramáticos para nuestras familias que nuestro futuro presidente, sea el que sea, tendrá que ejecutar sin rechistar. O rechistando si quiere, que para algo estamos en un sistema democrático. Que se lo pregunten a Tsipras o Zapatero.
La UE ha decidido, una vez dejada atrás la pandemia, reactivar sus reglas fiscales (reducir el déficit a un máximo del 3% del PIB y tomar medidas encaminadas a bajar la deuda hasta un 60%). En España, el déficit es del 4,8% y la deuda del 113%. En otras palabras, se vienen recortes presupuestarios para 2024: Bruselas va a exigir a España un ajuste de 20.000 millones de euros. Si no lo hacemos, Moody’s rebajará nuestra deuda a la categoría de bono basura y volveremos a 2008. Democráticamente, claro.
Es estupendo que, siendo tan poderoso el cuarto poder, no hable para nada de cierta mayoría parlamentaria que, por desgracia, ya fue alcanzada desde el principio y que, a continuación, vamos a contabilizar. ¿Será pensando en nuestro bienestar y para no darnos disgustos?
Pensemos en una sesión parlamentaria de 2024. Hay que votar un recorte en sanidad, educación y pensiones. Supongamos (en un alarde de generosidad tan inmerecido como irrelevante) que Sumar vota en contra, al igual que ERC, Bildu y el BNG. Entre todos, suman 45 diputados. Y ahora contemos a los que, aquí sin duda ninguna, votarían a favor del recorte impuesto por Bruselas: 137 escaños del PP, 121 del PSOE, 33 de Vox, los 12 que tienen entre Junts y (quizá) el PNV y los de Coalición Canaria y UPN. Un total de 305 escaños.
Esa es la cuenta que debería estar haciendo la izquierda, sin claudicar en su obligación de denunciar ante el pueblo la farsa que se escenifica a fin de distraerlo. Pero prefiere ponerse una máscara veneciana y salir al escenario dispuesta a declamar más ripios, hasta que nuestro miedo sea solo a los “borjamaris” de la guerra cultural nacional-populista. Olvidando de manera muy conveniente que nuestro más aterrador Freddy Krueger son los elegantes hombres de negro de la (antiguamente llamada) Troika, cuyos crímenes sociales ratificaron y ratificarán los del puño y la rosa con idéntica docilidad que los del aguilucho devenido en gaviota.