Todo el mundo sabe que Gioconda Belli es una contrarrevolucionaria, menos el presidente de Colombia, Gustavo Petro, que hasta confunde a la hija de Salvador Allende con la escritora Isabel Allende.
Petro viajó a Chile, de modo oportunista, con motivo del 50 aniversario del golpe de Estado de Estados Unidos-Augusto Pinochet contra Salvador Allende. Y le acuso de oportunista porque, como otros muchos otros reformistas, está en las antípodas de querer para Colombia lo que Allende quería para Chile: una sociedad sin clases sociales. Su ensalzamiento de Allende, al igual que el de otros presidentes de gobiernos reformistas en América y en Europa, es absolutamente cínico e hipócrita.
Allende fue un marxista que intentó construir el socialismo, y no pudo llevar a cabo su proyecto porque, por decisión de la Casa Blanca, se lo impidieron, costándole la vida. Por el contrario, Petro es un socialdemócrata que no tiene ninguna voluntad de superar el capitalismo. El país que gobierna está sembrado de bases yanquis y pertenece a la OTAN (su supuesto antiimperialismo no se observa por ninguna parte); en ningún momento ha tratado de eliminar, las primeras, ni de salir de la mencionada organización terrorista más grande y sanguinaria del mundo. Lejos de esto, Petro solicitó el incremento de la participación del ejército de los Estados Unidos en territorio colombiano; concretamente en la Amazonía, para “ayudar” a apagar los fuegos. ¡Tremenda paradoja! Pidió al mayor pirómano del mundo que ejerza de bombero.
En octubre del pasado año, durante una reunión con el director de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA), William Burns, dijo de este: “Hace unas décadas quizás seríamos enemigos, hoy le regalo una hamaca y una bolsa de panela”. ¿Hace falta añadir algo más? Cuando ya no queden grupos guerrilleros en Colombia, quedará intacto en este país el más peligroso grupo armado para la humanidad: el ejército estadounidense. Es decir, la paz real seguirá estando ausente.
No voy a enumerar las “hazañas” de la tal Belli, inherentes a su condición absolutamente contrarrevolucionaria. Esta individua forma parte del paquete de saboteadores/as proyanquis que el gobierno de Nicaragua retiró la nacionalidad. Durante el intento de golpe de Estado de 2018 se posicionó al lado de los golpistas, igual que Sergio Ramírez y otros renegados, otrora sandinistas, hoy (por intereses propios) peones del imperialismo y del gran capital.
Pues bien, esta señora publicó en su cuenta de Twitter este mensaje:
“Ayer la dictadura Ortega Murillo consumó la confiscación de mi casa de habitación en Managua, enviando policías a ocuparla. Es una casa que para siempre contendrá el recuerdo de mi energía creativa, la huella de mis libros y el paisaje que más amaba. Lo que era queda en mí”.
En relación de estas palabras, Gustavo Petro publicó este tuit:
“Toda mi solidaridad para Gioconda Belli, poeta de la resistencia nicaragüense contra Somoza, ahora perseguida por Ortega. !Qué paradoja! aquí, en Chile, recorro casas de poetas chilenos a quienes la dictadura allanaba sus casas y asesinaba y Ortega hace lo mismo que Pinochet”.
En definitiva, Petro acusó a Daniel Ortega de dictador y de asesino; una acusación muy grave que le retrata, y no precisamente con una cara muy linda.
¿Por qué siendo una persona pública y conocida hace esas declaraciones? ¿Qué necesidad tiene de incurrir en la injerencia más burda en los asuntos internos de otro país? ¿A quién obedece, quién se lo pide?
Petro es mejor que Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque (lo que no es muy difícil), pero dista mucho de ser lo que, en verdad, necesita el pueblo de Colombia.
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