La prensa francesa da la voz de alarma al unísono con su queridísimo presidente Macron al ver lo que está ocurriendo en Níger. Le Monde titula: “Níger: la caída de un aliado de primera de los occidentales”. Macron y Borrell ponen el grito en el cielo. E igual que decidieron que Venezuela no era una democracia, aunque hubiera elecciones, y Guaidó no era golpista, aquí en el particular patio trasero francófono han dictaminado que había un presidente muy democráticamente elegido. Y era por eso que le estaban ayudando a combatir al yihadismo con sus 1500 soldados franceses. No por razones imperialistas: ya no hay imperialistas salvo los rusos, jura Mr. le Président. El caso es que a nuestro inefable Josep Borrell le ha faltado poco para amenazar con que se cortará toda ayuda presupuestaria a Níger.
La verdad es que tienen razón para ponerse nerviosos. Tras Malí y Burkina Faso, Níger es el tercer aliado de los occidentales en el Sahel que amenaza con írseles. Para colmo, no parece que se vayan a ningún lado. Si ya los dos primeros se han aliado a Rusia, resulta que en las manifestaciones de ayer en Níger, de apoyo al nuevo gobierno, proliferaban las banderas rusas y se lanzaban gritos contra Francia.
Así que se comprende que hasta en el seno de la UE sea Francia la que, contrariamente al deseo más comedido de Alemania, se haya aliado a Polonia y las repúblicas bálticas (que rinden más cuenta en Washington que en Bruselas) en oponerse a toda rebaja de la tensión con Rusia en el tema de Ucrania. Se entiende por qué en los últimos tiempos daba hasta la impresión de que Macron ejercía de más Tío Sam que el propio Biden. Et pour cause, como gustan decir por el país vecino. Claro que hay causas de peso: la Françafrique es mucho, pero mucho, para seguir manteniendo le jardin.