insurgente
  • Inicio
  • Estado Español
  • Insurgencias
  • Internacional
  • Artículos
  • Convocatorias
  • Editoriales
  • Publicaciones
  • Referencias y Referentes
  • Inicio
  • Estado Español
  • Insurgencias
  • Internacional
  • Artículos
  • Convocatorias
  • Editoriales
  • Publicaciones
  • Referencias y Referentes
No Result
View All Result
No Result
View All Result
Home Artículos

LA JARDINERA DE LAS 13 ROSAS. Cucurrucucú paloma. Un cuento de guerra

in Artículos
LA JARDINERA DE LAS 13 ROSAS. Cucurrucucú paloma. Un cuento de guerra

Debajo de las mantas del refugio estoy a salvo; aquí no pueden alcanzarme los efectos de una bomba nuclear.

Cómo nos gustaba jugar a hacer refugios antinucleares desde el día en que nos leyéramos aquel cómic: Cuando el viento sopla. Y qué acogedor es un refugio iluminado por linterna. La luz de una linterna bajo las mantas, un hueco del tamaño del calor irradiado por mi cuerpo en ese único espacio tan lleno de mí, de los cuadernos. Los lápices, los colores, templados en mi sol celular alumbrando en el papel las ideas según las pienso. Todo aquí.

El baño y la cocina en el exterior, pero todo aquí. Los pies en sus calcetines acarician las pinturas de madera.

El niño busca en el silencio de la hoja en blanco, defino a carboncillo los contornos de los escombros, asomo brazos, piernas, orejas de niños, cuerpecitos mutilados como las casas: en realidad no hay refugio para la maldad bien organizada. Debería de pintar trozos de adultos. De animales no, no puedo, aunque seguro que los hay. Vamos a ver, tuberías, cables, cubiertos cubiertos de polvo, muñecos sepultados, todo esto es muy típico, pero esto no: el niño encuentra una paloma, no blanca del todo, como jaspeada de grises y marroncillos. Está picoteando la carroña de un brazo abierto en canal.

El niño la mira con los ojos muy grandes, llenos de asombro: hace meses que no se ven pájaros en el cielo. Las plantas van desapareciendo bajo el polvo y los cascotes, bajo el muestrario de la ruina. Los árboles se han vuelto raíz, sin poder respirar.

No hay pájaros en el cielo cubierto de partículas y ceniza, no hay plumas en el hedor de la ciudad acribillada. El niño mira a su alrededor los cuerpos de personas extrañas moviéndose como él, los cuerpos de otros niños heridos o hambrientos. Algunos le llaman, sus palabras están escritas en colores cálidos, naranjas, amarillos, rojos, pero el niño es sordo. Sordo a carboncillo. Nadie ha visto a la paloma. Cucurrucucú, paloma, te diría que no comas carroña humana, pero no tengo grano para darte. No es mudo. Cucurrucucú, paloma y la paloma lo mira con ojos de gallinácea a cada lado del pico, al niño y sus ojos tan grandes. Dos miradas para el hambre.

Se deja coger, está herida. Se deja coger porque está herida. Yo te llevaré a un lugar con comida, te curaré el ala. La envuelve en una chaqueta, la paloma no tiene mucha esperanza; se deja hacer. La agarra bien agarrada bajo el brazo izquierdo junto al corazón. Con la otra mano sostiene algo.

La noche cae, apenas más oscura que el día. No ha podido orientarse en días entre las ruinas, pero ahora lo va a conseguir. Llevan casi una semana sin bombardear  y no hay luna. Asoman estrellas y si asoma esa, justo esa, él sabrá dónde está el mar, porque no ha perdido la cuenta del calendario: hoy es seis de abril. En abril su padre y él salían a pescar; conoce el lugar exacto de las estrellas en el cielo. Ha hecho una caña con los restos de las ruinas. La caña en la mano derecha y bajo el brazo izquierdo, acurrucada, la paloma durmiendo, caliente, viva, junto a su corazón.

Ahora dibujo la noche y el mar. Una noche añil con estrellas de abril; sé dónde colocarlas. Y el niño con su caña, su paloma, avanzando hacia ellas. Sin menospreciar sensibilidades, para el niño la paloma no es un sustituto de su madre, ni de su hermana, ni de su amiga del colegio, sino un pájaro al cual ayudar a ser libre curando sus alas, en desafío a los bombardeos.

¿Y cómo dejo claro eso? ¿Se refugian en una playa, entre las rocas, comen pescado y ella vuela?

Sí, ella vuela.

¿Y el niño? En la última viñeta, el niño, pescando, espera.

ShareTweetShare

Nuestro Boletín

  • Inicio
  • Estado Español
  • Insurgencias
  • Internacional
  • Artículos
  • Convocatorias
  • Editoriales
  • Publicaciones
  • Referencias y Referentes

No Result
View All Result
  • Inicio
  • Estado Español
  • Insurgencias
  • Internacional
  • Artículos
  • Convocatorias
  • Editoriales
  • Publicaciones
  • Referencias y Referentes