Han comenzado los mítines (con asistencia extremadamente menguada) y la cartelería (puesta por empresas en la mayoría de los casos; confirmado el adiós a la militancia) de las próximas elecciones al parlamento europeo. La apatía entre la población es tal, que no hay un solo diálogo en la calle o en centros de trabajo o estudios que hablen de las dichosas elecciones. La abstención será, de lejos, la opción mayoritaria una vez más.
Y razones no faltan. El gobierno europeo es fruto de un acuerdo con reparto de botín y cargos entre conservadores, liberales y socialdemócratas. Los mismos que en estos días, desde Falsimedia piden el voto olvidando que en la Unión Europea gobiernan ellos. Una gran coalición pro-sistema que está ahí para proteger los intereses de los poderosos, de las grandes empresas, del expolio neo-colonial.
El cuento de que hay que cambiar la institución por dentro, llenando de eurodiputados/as de izquierdas el parlamento (de esos que cuando ven un socialdemócrata acuden raudos a abrazarlos y a llamarlos «compañeros de viaje»), forma parte de las trolas propias de las campañas. Sus terminales mediáticas insisten en lo importante que es todo el entramado, y viendo la apatía acuden al miedo: a recordar los dineros que llegan desde Europa para pagar incluso jubilaciones. Mientras, la verdad es que la obsesión de los jerarcas en estos días es crear un ejército propio (lo han dicho en las últimas horas) para llegar donde la OTAN y EE.UU no llegue. ¿La vuelta al servicio militar obligatorio tiene que ver con ello?