La Escuela Simón Bolívar es un centro educativo construido en 2011 por los Gobiernos de Cuba y Venezuela que cambió para siempre la vida de la gente en estas tierras tan castigadas.
Voy a ser bien claro y conciso en este primer párrafo: en el Sahara visité la escuela más hermosa del mundo.
A la salida de uno de los campamentos de refugiados saharauis se encuentra la Escuela Simón Bolívar, o como la llaman cariñosamente los estudiantes «La Simón», un centro educativo construido en 2011 por los Gobiernos de Cuba y Venezuela que cambió para siempre la vida de la gente en estas tierras tan castigadas. Y créanme: pocas cosas tan bellas existen en este planeta.
La historia es así: hasta hace 13 años, debido a que la República Árabe Saharaui Democrática no es un país reconocido por toda la comunidad internacional, los certificados de bachillerato que se entregaban a los estudiantes de los campos de refugiados no eran «oficiales». Esto generaba muchísimas dificultades a los alumnos que querían asistir luego a la universidad – en otros países, ya que en los campamentos no hay.
Lo que sucedía entonces es que, para evitar ese problema a futuro, las familias enviaban desde muy pequeños a sus hijos e hijas a cursar la escuela secundaria a otros países, principalmente España o Argelia. A los 12 ó 13 años, los niños, así, dejaban a sus padres. Esto, en una sociedad que le da tanta importancia a los lazos de parentesco, tenía una carga simbólica muy potente (y triste). Pero además representaba una separación más, en un país en el que la gente, debido a la ocupación territorial marroquí, sufre muchísimo desde hace 50 años la lejanía de sus seres queridos.
Esto fue así hasta que, como una tromba, irrumpió en el desierto la visión profundamente internacionalista y humanista de los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes, movidos por los ideales más nobles de amor por el prójimo, decidieron que querían ayudar al pueblo saharaui, tan sufrido.
Venezuela se encargó entonces de la construcción. Cuba, de los docentes y la currícula. El Gobierno saharaui, del espacio y la logística. Y así nació, con el invaluable apoyo latinoamericano, la escuela Bolívar, como una flor -como un milagro- en el desierto más extenso del mundo.
Gracias a la decisión, la voluntad y la obra de aquellos dos gigantes continentales, la vida -y el futuro- de las familias saharauis mejoró una enormidad. El título de bachiller de «la Simón» es certificado por Cuba, con lo cual los jóvenes ahora pueden seguir estudiando en cualquier otra parte del mundo una vez terminado el bachiller. Y además, ganaron seis años más para quedarse junto a sus familias. Todo se logró gracias a la humanidad -desbordante y entusiasta – de dos lideres a miles de kilómetros de distancia del Sahara.
Desde su creación, la escuela Simón Bolívar ya graduó a más de 200 estudiantes. Actualmente, hay 220 chicos y chicas que aprenden en sus aulas (desde 6to grado -11 años- hasta bachiller -18), junto a 11 profesores cubanos, que viven durante tres años en el Sahara y luego son reemplazados por otros docentes. Las materias que se dictan incluyen: español, física, química, biología, inglés, informática y matemática. Los estudiantes de los campamentos de refugiados más lejanos viven en las instalaciones del colegio, y un autobús recoge a los alumnos cada mañana. El título oficial de graduación está inscripto en el Ministerio de Educación de Cuba. Todo funciona a la perfección.
Tuve el inmenso honor, privilegio y suerte de asistir a la graduación de los estudiantes de 2024 (las clases culminan en mayo, por el excesivo calor en el Sahara y se reanudan unos meses después). Fueron 22 jóvenes, diez hombres y 12 mujeres, en un salón bellísimo, en medio del desierto, con los afiches de Chávez y Fidel -inmensos- colgados de las paredes. Fue, sin lugar a dudas, de los eventos más conmovedores y bellos que presencié en toda mi vida.
Ver, en vivo, la emoción de chicos y chicas por haber conseguido su título y así coronado tantos años de esfuerzo y sacrificio, la alegría e ilusión que representan construir un mejor futuro para ellos y sus familias, todo era tan hermoso… mucha gente lloraba, sus madres y padres, hermanos y también amigos. La emoción se adueñó del ambiente, y todo gracias al profundo humanismo cubano y venezolano, pueblos hermanados con pueblos en busca de edificar una vida más linda, justa y digna para todos.
Sólo piensen por un segundo lo que significa para unos niños nacidos en un campamento de refugiados -en las condiciones más duras que puedan imaginar- soñar con un porvenir más favorable. Ese sueño, esos anhelos, valen todo el esfuerzo del mundo.
En las sonrisas sinceras y agradecidas de esos jóvenes levantando sus diplomas al viento. En la emoción de sus familias.
En los valores humanistas, internacionalistas y desinteresados de ofrecer una mejor vida y más dignidad a quienes menos tienen. En el enorme esfuerzo de docentes y medicos cubanos, representantes de un pueblo noble, viviendo tres años en el desierto para transmitir ética y sabiduría, en esa escuelita, pequeña pero gigante, levantándose -como un espejismo real- entre la niebla de la arena y el sol radiante.
En la esperanza que da la educación en un lugar olvidado por casi todos…
En todo eso viven y vivirán Fidel y Chávez.
Allí vive también Bolívar.
Se cuenta, de hecho, que algunas noches, aparece en el horizonte sahariano, lejana, la silueta del Libertador. Blandiendo su espada en el desierto. Sabiéndose vivo en la labor y los valores de tanta gente imprescindible. Bolívar camina por el desierto…
¡Qué vivan los estudiantes!
(Fernando Duclos / TeleSur)