El PCE como aparato de estado de la monarquía española, tenía entre sus funciones la de crear nuevas remesas de políticos profesionales capaces de canalizar al sistema electoral bipartidista el descontento. Para eso la UJCE ha venido siendo una de sus principales herramientas.
Se quiera o no aceptar, el congreso de este fin de semana cierra un proceso que deja muy tocado al PCE y a su función de estado, puesto que va a ser muy difícil que la parte minoritaria que apuesta por el sector ‘crítico’ tenga capacidad de recomponer su estructura juvenil, no digamos la docena de burócratas que se autodenominan UJCE. La ruptura es ‘histórica’ no tanto por la cantidad de militantes que pasan a formar parte de las filas de un Movimiento Socialista (MS) en expansión, sino por el importante golpe que supone esto a la capacidad de captación del Estado.
En ese sentido la ruptura de la parte más activa de la organización juvenil con el PCE no tiene precedentes, pues el partido nunca había estado en tal situación de debilidad. Esa debilidad del partido es coextensible a la posición de debilidad general que en el estado español tiene toda la opción del ala izquierda socialdemócrata y oportunista para convertirse en referente político y cultural, incapaz de articular un programa político frente a la crisis de proletarización y a la deriva autoritaria del estado y de las clases medias nacionales.
En España (y también en Cataluña) la izquierda atraviesa una crisis cultural y política, y esto tiene consecuencias organizativas. La consecuencia organizativa no es tanto que 100 chavales hayan decidido romper ideológica y organizativamente con el oportunismo socialimperialista del PCE, sino que el PCE va a tener enormes dificultades para recomponerse organizativamente del golpe mortal a su estructura de cuadros asestado por este puñado de chavales. Esto es debido a que su proyecto oportunista estaba cimentado en la estabilidad imperialista de la UE y de la monarquía española, y en definitiva, en el ecosistema imperialista de amplias clases medias estables.
Estas clases medias ‘españolas’, reducidas, están virando ideológicamente de forma invariable hacia las posiciones reaccionarias a la hora de buscar ‘alternativa’ dentro de ese estrecho marco ideológico nacional y de esa falsa conciencia burguesa propio de estas clases.
Acorralado culturalmente por la oleada reaccionaria por un lado, y la potencial emergencia de una opción revolucionaria amplia entre la juventud proletaria por otro (MS), incapaz de cumplir ninguna de las funciones que lo situaban como partido de estado para la ‘democracia burguesa’ española, ni eficaz como visagra institucional del PSOE, ni como aparato de captación del estado de sectores juveniles, el PCE está totalmente fuera de juego.
Por nuestra parte, no podemos sino celebrar que otro destacamento juvenil del proletariado consciente haya decidido hacer una apuesta clara por la recomposición ideológica del proletariado y la unificación de destacamentos para un nuevo escenario político internacional, en el que el modelo de partido marxista revolucionario antes o después va a irrumpir en escena con una forma actualizada, sacando al proletariado de su estado de postración ideológica ante los partidos oportunistas al servicio de las clases propietarias.
El Proceso Socialista avanza con pequeños pasos y se va ampliando a nuevos territorios, afectando a las viejas estructuras partidarias asimiladas del ciclo anterior y en especial a su juventud más politizada.
Esto no va de siglas, esto va de reconfiguración de los antagonismos en un nuevo escenario político y social internacional y especialmente europeo. Quien quiera hacerse el listo hablando de que esto ya lo ha vivido, o viendo ‘viajes a la marginalidad’ donde lo que se está haciendo es romper con la marginalidad del oportunismo, se va a equivocar.
La vieja treta de hacer pasar a lo nuevo por caducas identidades políticas ‘denostadas’ por la parroquia propia (troskos, stalinistas, izquierdistas, etc.) ya no surte efectos de cortafuegos, y es que las parroquias identitarias son ellas mismas anticuallas, guetos minoritarios ante un nuevo proletariado masivo, despolitizado, y que de autoconstituirse como clase política, desde luego no va a hacerlo sobre estas identidades parroquianas, sino sobre la base de un programa y una unificación basados en la objetividad y un nuevo entusiasmo.
Ni con su proliferación de textos escolásticos, ni con sus maniobras burocráticas, ni con toda la financiación que reciben del estado, ni con ayuda de las fuerzas represivas, estas burocracias no tienen poder cultural para evitar que la juventud proletaria ande su propio camino.
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