Tres apuntes sobre lo que dice aquí Oskar Matute en torno a la mal llamada «crisis migratoria»:
1. Escucho a mucha gente de izquierdas en charlas, entrevistas o artículos, utilizando el argumento de «siempre ha habido procesos migratorios» y me parece problemático.
«Hay un discurso propuesto por la extrema derecha, disociado de la realidad, que señala la inmigración como amenaza y que tiene que ver con la regresión democrática que vivimos en todo el planeta».
📻 @OskarMatute responde alto y claro en @Boulevardeitb. pic.twitter.com/JkD9HxRvos
— EH Bildu (@ehbildu) September 16, 2024
Entiendo de dónde parte. Tratan de generar un sentimiento empático hacia las personas inmigrantes, apelando a experiencias migratorias pasadas (los vascos en América, los españoles en Alemania, y hasta he oído hablar de las migraciones neolíticas!) Lo hacen, porque intentan enfrentar un problema de criminalización. Sin embargo, el problema no es sólo que se discrimine al inmigrante, sino que se haya visto obligado a emigrar. No debemos naturalizar la migración forzosa. Todo discurso contra la discriminación debe ir acompañado de una crítica a las causas de la inmigración, que en cada sistema económico y político son diferentes.
2. Escucho con pena cómo EH Bildu también se suma al discurso de la «sociedad del trabajo». Aquel por el cual los inmigrantes son necesarios para «sostener nuestro Estado de Bienestar» (sic.)
Si realmente quieren combatir el marco reaccionario que se está extendiendo, de poco les va a servir reproducir el discurso que es suelo común del PP, el PSOE y hasta VOX. No es una cuestión de utilidad, sino una cuestión, para empezar, de derechos humanos universales; y para continuar, de no reforzar el Estado burgués y sus mecanismos de explotación asalariada a través de la devaluación salarial y el trabajo en condiciones de semi-esclavitud.
3. Sobre la contradicción que señala Matute al final del clip, me viene a la mente este informe del CIS de 2017, que expresa con absoluta claridad esa contradicción: Más de un 70% de personas afirman que los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren hacer y, sin embargo, sólo un 12,6% piensan que hacen una contribución al desarrollo económico del país.
Pero hay algo más interesante en este informe: entre los aspectos negativos que se destacan, ya en 2017 (justo antes del ascenso electoral y mediático de VOX y mucho antes de la aparición de Alvise), los factores que mayor peso toman no están relacionados con el trabajo.
Es decir, tras la crisis de 2008 y desaparecidas las expectativas de una sociedad de «pleno empleo» y el «café para todos», el inmigrante no es un problema porque me quite el empleo, sino porque su ser cultural amenaza mi existencia. Lo problemático es su cultura, su nacionalidad, su religión… y todos los valores que de forma esencialista asociamos a éstos (inseguridad, intolerancia, machismo, vagancia…). Ya no se trata tanto de una competencia entre mano de obra nacional-extranjera, sino de una guerra civilizatoria.
Y a éste marco se está contribuyendo si: 1) la única forma de integración social se plantea a través del trabajo asalariado 2) si el marco de recepción es una comunidad nacional que se pretende homogénea. En ambos casos, no se transforma la cultura de origen en términos positivos se la condena al aislamiento, a la guetificación; y además, se la violenta aún más y el prejuicio racial se torna en realidad objetiva.
Hace falta un debate serio sobre este tema. Pero para ello hay que tomárselo en serio y dejar de verlo como la pregunta incómoda…
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