Otegi ha estado en el Parlamento Europeo y ha lanzado un discurso contra el plan de rearme de Europa. Breve análisis de algunas de las tesis que presenta y necesario contraste entre lo que se dice y lo que se hace.
En momentos históricos como el actual, la cosa no va sólo de analizar lo que sucede, sino de presentar consignas políticas que permitan intervenir en tendencias que operan. A la Izquierda Abertzale le pasa un poco lo que a este meme: desconexión entre análisis y praxis política.
Analiza las tendencias presentes:
1) crisis ecológica
2) tendencia decreciente de la tasa de ganancia
3) crisis de las clases medias y aumento del autoritarismo. Identifica, acertadamente, que el militarismo es un intento por responder a la crisis industrial, por un lado, y al debilitamiento de la UE como potencia imperialista, por otro.
Sin embargo, sitúa como tarea política fundamental oponerse al militarismo y al neofascismo. Para ello, cita a Togliatti y su defensa del «frente popular» frente al fascismo. Otegi nos habla de amplias alianzas y pone como ejemplo el apoyo de EH Bildu al Gobierno del PSOE frente al auge de la derecha. Dice que, basándose en una «lectura de país» priorizan apoyar al gobierno sin contrapartidas. Y aquí deberíamos de preguntarnos: ¿qué sucede cuando el militarismo se introduce de la mano de la socialdemocracia moderada? ¿Dónde se pone la línea divisoria de la que Otegi habla para consolidar alianzas? ¿El auge del autoritarismo y de las políticas belicistas es fruto de unos líderes derechistas o la necesidad histórica que deviene de las tendencias que se han señalado?
Si no se plantean contrapuntos efectivos a las tendencias que ya operan (declive industrial, pérdida de centralidad del trabajo, declive imperialista…) la respuesta sólo puede venir de la antigua receta del capitalismo: mayor explotación y mayores tensiones geopolíticas.
El bienestar que Otegi quiere defender no es una entelequia ideológica (que viene y se va a voluntad), sino la excepcionalidad histórica de un modelo basado en la explotación y el imperialismo, cuyas premisas históricas ahora se están erosionando. O se construye un movimiento político amplio capaz de presentar un programa para la totalidad de la sociedad que sustituya esas bases, o si no, la mera oposición entre democracia y autoritarismo será insuficiente. La consigna del «frente popular», tal y como se plantea es, como mínimo dudosa.
Pero vayamos más allá. Veamos la forma en la que ésta se lleva a la práctica. Para ello, una breve cronología:
- Von der Leyen presenta el plan de rearme. EH Bildu no se opone inicialmente, dice que es un tema complicado que analizará.
- Reuniones de Sánchez con los partidos: Les queda claro que no piensa pasar el aumento del gasto militar a través de la aprobación de nuevos presupuestos.
- Partidos políticos clave para el mantenimiento de la aritmética parlamentaria del Gobierno Progresista se posicionan en contra (Podemos, BNG).
Sólo tras ello, sólo una vez que EH Bildu sabe que su papel no será decisivo se pronuncia en contra del militarismo. Por muy bueno que sea el análisis, entonar el «no a la guerra» no sirve. No es una consigna que sirva de parteaguas y determine oposiciones políticas efectivas. No lo es porque decir «no a la guerra» y extender un cheque en blanco al PSOE implica perder posiciones políticas mientras, de la mano de la socialdemocracia, se aplica la agenda de las oligarquías europeas. La lógica del «mal menor» y de «paremos a la derecha» pierde todo su sentido cuando es el socio moderado el que aplica las mismas políticas que debían ser de derechas. El «no a la guerra» tiene hoy implicaciones concretas (no a la OTAN, no a la UE, no a cualquier gobierno que defienda el rearme) y la articulación de un movimiento contra la guerra necesita de socios más fiables, de independencia política (respecto a los ciclos electorales, respecto a la agenda liberal-burguesa…) y sobre todo, necesita de horizontes emancipatorios claros, que planteen la lucha entre dos modelos civilizatorios antagónicos.