Érase una vez que era… una huelga general.
Había un tiempo en el que la convocatoria de una huelga general era un llamamiento a todos los agentes políticos y sociales a la movilización. Una movilización, que por las características del movimiento obrero era heterogénea.
Por aquel entonces, organizaciones con objetivos y tácticas diferenciadas se disputaban la dirección estratégica del movimiento obrero. La huelga general era el momento en el que todos identificaban una problemática por la cual se debía impulsar una movilización general.
Hay razones para ir a al a huelga, y todos convenimos en las razones; pero ni mucho menos se trataba de aunar objetivos estratégicos. Siempre había cabida para que cada cuál propusiera cuál considera que es el camino más adecuado para la superación de la problemática.
Quizás seamos unas anticuadas, pero esta es la visión que tenemos nosotras de la huelga general. Con motivo de la huelga general del 30 de noviembre, estamos asistiendo al uso corporativista y sectario de una convocatoria así. Esto es preocupante, y responde a una razón:
La razón principal, es la desarticulación y homogeneización estratégicas de organizaciones políticas que antes funcionaban de manera independiente; y la incapacidad de los varios movimientos sociales de superar su carácter parcial y subordinado. El resultado es: un crisol de culturas políticas (un batiburrillo de siglas) que funcionan de forma subordinada a la estrategia de uno o varios partidos socialdemócratas. Con esto no quiero decir que no exista debate e incluso rechazo mutuo entre partido y movimientos, sino que en lo esencial, sirven a la estrategia del partido socialdemócrata. Esto sucede por la incapacidad de los movimientos de enunciar (y llevar a la práctica) una estrategia independiente que supere la mera crítica superficial al parlamentarismo y al reformismo. A veces por incapacidad, pero otras muchas veces, por asunción consciente de la estrategia socialdemócrata. Esto opera también en el movimiento feminista, más agravado si cabe, por el rápido proceso de institucionalización de sus demandas históricas. El uso sectario de esta huelga podría haber pasado desapercibido, si no fuera porque actualmente existe una organización de mujeres socialistas organizadas al margen de los partidos socialdemócratas e implicadas en la construcción de una estrategia diferenciada. Así, se descubre el uso electoralista del señalamiento casi exclusivo al PNV, se hace un esfuerzo por señalar a todos los actores implicados (desde empresas hasta cooperativas de corte progresista) y se trata de discutir sobre los límites que el feminismo ha tenido a la hora de plantear una estrategia efectiva para la emancipación de la mujer trabajadora.
Hay una convocatoria general de huelga, que denuncia la situación cada vez peor del sector de cuidados y la división sexual del trabajo. ITAIA coincide en que esta es una razón suficiente para la movilización general (hay razones para ir a la huelga) y se une a la convocatoria con discurso y propuesta propios. Ante esto, la respuesta de gran parte del movimiento feminista ha sido de lo más sectaria: podría haberse abierto un debate sosegado sobre cuál es la forma de superación de esta problemática, sobre la función de las reformas o sobre la más que evidente instrumentalización de los partidos políticos de estas demandas. Pero, no. La respuesta ha sido negar el derecho a ITAIA de unirse a una convocatoria de huelga general, arrancar carteles, sabotear comités de huelga y acusar a ITAIA de estar aprovechándose de su trabajo.
Yo me pregunto: ¿Qué hubieran dicho si ITAIA no hubiera hecho un llamamiento a la huelga? Estoy segura de que hubiera sido igualmente criticada. Por lo que, la única opción es “o asumes todos los postulados o no puedes hacer nada” “o subordinación o aislamiento”.
La acusación de oportunismo, por otro lado, es del todo absurda. ITAIA plantea convocatorias propias y está haciendo un esfuerzo propagandístico y organizativo ingente por dar difusión a la huelga. En vez de llorar, deberían alegrarse por que miles de militantes colaboren en la creación de un ambiente movilizatorio. Además, están sistemáticamente atacando la propaganda de ITAIA. Antes eran los fascistas los que arrancaban carteles y quemaban libros, ahora son los socialdemócratas los que por la fuerza tratan de borrar el comunismo de las calles.
Esta reacción virulenta nace de la incapacidad que tienen de pensarse a sí mismas estratégicamente. Hay un “sentido común” establecido entre ellas, que hace trizas en cuanto alguien lo expone y lo relativiza. Una puede aprovechar la oportunidad para repensarse a sí misma o puede, como está pasando, elevar su ideología a dogma. ¿Para qué tratar de entender el balance histórico que las militantes comunistas hacen del movimiento feminista y su propuesta de emancipación de la mujer trabajadora como parte esencial de un proyecto de emancipación universal, si puedo, tacharlas de antifeministas y presentarlas como enemigas de la lucha de las mujeres? Bajo esta premisa, arrancar un cartel que reivindica unas condiciones laborales y de vida de calidad e iguales, es un acto de justicia por el mero hecho de estar firmado por ITAIA.
Las comunistas iremos a la huelga. Pero no cedemos a los chantajes. Vamos a la huelga con discurso y propuesta propias, porque por eso estamos aquí; por eso nos partimos el lomo a trabajar desinteresadamente: por unas condiciones de vida y trabajo de calidad e iguales.
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