Ya van varios artículos de Olarra en Naiz, luego el texto de Olariaga que pretendía ser una respuesta al auge de ideas reaccionarias y terminaba siendo una crítica, nada velada, a los comunistas. Y ahora, esto de Pako Sudupe en Berria que se llegue a estas propuestas racistas. ¿De qué presupuestos hablo?
- Imposibilidad de un cambio político estructural (aceptación del Estado burgués)
- Imposibilidad de una unidad estratégica emancipatoria a nivel internacional
- La nación como principio y fin de la política
Si estos son los limitantes del pensamiento político nacionalista vasco, y en el contexto de crisis económica, política y civilizatoria que vivimos, ningún reproche moral podrá frenar la expansión de ideas reaccionarias. No todo está perdido: la mayor parte de la base social no compra estos discursos y, de momento, reacciona negativamente ante ellos. Quiero poner una idea importante sobre la mesa: en mi opinión, la derechización del sentido común no se está dando de la mano, en un sentido estricto, del racismo, sino de la mano de un marco de pensamiento reaccionario y excluyente. Me explico a través de un ejemplo muy coyuntural; el de las lonjas. En Donosti, en Iruñea o en Gasteiz se está generando una “protesta vecinal” contraria a las lonjas en las que personas inmigrantes malviven. La secuencia de pensamiento es la siguiente:
- Hay un problema securitario / una amenaza a nuestra convivencia/cultura
- Hay que tomar medidas securitarias contra quienes la producen
- Como quienes la producen son de origen X y de religión X, esa cultura y esa religión son esencialmente problemáticas e incompatibles
Bien, hay quienes hacen toda la secuencia, pero, también hay quienes se quedan en el segundo punto. Se trata, sobre todo, de personas que provienen de una cultura política “progresista”, “de izquierdas” que todavía reniegan de un pensamiento puramente racista. ¡Pero, ojo! Nuestra labor es doble: en primer lugar, construir un dique de contención contra el prejuicio racista; y en segundo lugar, combatir el discurso absolutamente reaccionario que se encuentra ya en los dos primeros puntos. Puede que algunos relacionen inseguridad con pobreza, pero la mayoría son incapaces de perfilar una solución que ataque las causas de la pobreza. Lo que es posible, en política, les aparece totalmente delimitado por lo que es posible en la política burguesa: si me creo que el Estado no dispone de recursos, acepto la solución policial.
El otro día, en Eitb (que con esto de las lonjas se está coronando) se hablaba del tema y se reforzaba este mismo marco. Por un lado, todos los reportajes eran testimonios a pie de calle de vecinos hablando de sus sensaciones… Una subjetividad inconmensurable a la que no se le contrastaba ningún dato. Bastaba con que una vecina afirmara sentirse insegura, a pesar de no haber sufrido ningún imprevisto, para que la inseguridad se convirtiera en una realidad fehaciente. Por otro lado, el propio periodista marcaba los límites de la solución posible. Decía: “Hasta que no haya una orden de desahucio el ayuntamiento no puede hacer nada”.
Primero, esto es mentira, ya que la inviolabilidad de las moradas se viola constantemente por parte de la policía cuando hay indicios de delito y de lonjas se trata. Y segundo, lo que el reportero está dando a entender es que no hay otra solución que no sea la policial y, de paso, la reducción de derechos políticos. Mientras, en ese mismo barrio hay miles de viviendas vacías. Es el discurso del opresor, de quién quiere hacernos creer que para avanzar con recursos limitados debemos abrazar proyectos excluyentes. En la base de los discursos reaccionarios actuales hay un profundo clasismo. En esta era del pensamiento posmoderno y de las políticas identitarias parece que se puede ser identitariamente antirracista y programáticamente clasista.