Tras el cumplimiento del segundo aniversario del inicio de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, se han publicado cientos, quizá miles de balances en radios, televisiones y periódicos. La mayoría de ellos, especialmente los europeos, denunciando la “invasión” de Ucrania, la “anexión” de los 4 oblasts del Donbass y Novorossia y agitando el espantajo de la invasión rusa de Europa para convencer a sus poblaciones de la necesidad de acortar el gasto social y en infraestructuras para afrontar un aumento sustancial de los gastos militares, junto al recorte de libertades que ya venimos padeciendo en aras de proteger nuestras débiles democracias.
Pero, como suele suceder en este tipo de conflictos, a medida que pasa el tiempo, se han ido conociendo muchos detalles sobre los orígenes del conflicto que, en su momento, permanecieron debidamente ocultos o al menos, no eran tenidos como verídicos por los supuestos garantes de nuestros estados de derecho. Así que esta efemérides es un momento tan bueno como otro cualquiera para hacer revisión de esas informaciones que no fueron del dominio público y que estos días tampoco vamos a oír en los medios corporativos ni en las tertulias de los medios de comunicación de masas.
La guerra contra Rusia fue planificada por Estados Unidos y por la propia Ucrania. Con esto no me refiero a que se hubiese preparado hasta el último detalle de los despliegues necesarios para tener éxito en la contienda, pero sí que la posibilidad estaba más que evaluada y aceptada por los principales responsables de la Alianza. Y no me refiero únicamente al informe de la Rand Corporation que dimos a conocer en su día, sino a muchísimas más evidencias que iremos desgranando a continuación.
Mientras Rusia apostaba por una solución pacífica que asegurase en respeto de los derechos fundamentales de la comunidad rusa ucraniana dentro del marco por entonces vigente de iure y de facto, los líderes europeos estaban urdiendo un sucio ardid contra Moscú. Básicamente consistía en hablar de paz mientras se sumaba tiempo para preparar la guerra. Así se reconfiguró el ejército ucraniano, incorporando a los paramilitares neonazis que ya sabían qué era trabajar para la OTAN (que sumaban más del 40% del total del ejército), se le dotó de nuevo armamento y se comenzaron a fortificar todas las áreas cercanas a la línea del frente de la guerra civil interucraniana a la espera de la invasión de Putin.
Angela Merkel reconoció públicamente este hecho, como también hizo Hollande en varias ocasiones. Como la engañifa que era, los acuerdos nunca fueron implementados ni los garantes europeos se lo exigieron al gobierno de Poroshenko. La guerra civil nunca cesó del todo. Las violaciones del alto el fuego se sucedían una tras otra, como así databa la OSCE en los informes periódicos que colgaban en sus páginas de Internet. De hecho, el último de ellos mostraba una anormal intensidad en los ataques sobre el Donbass, de la misma manera que se ablanda una posición fortificada para proceder a un inmediato avance por tierra.
Veamos algunas declaraciones en este sentido:
- Alexei Danilov, secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania, manifestó a la televisión pública del país que “Kiev condujo deliberadamente a la guerra con Rusia desde 2019” saboteando los acuerdos de Minsk y las propuestas de paz. «Nos estábamos preparando para el conflicto muy duramente”, dijo lapidariamente.
- Pero hay más, mucho más, Petro Poroshenko, el oligarca y ex-Presidente de Ucrania, afirmó a las claras que Minsk solo se usó para ganar tiempo, armar a Ucrania e implementar la Solución Final de los rusos del Donbass, entendiendo el concepto de solución final en el sentido que le daba el mismísimo Hitler.
- Oleksiy Arestovych, cómico y Asesor Jefe de Zelensky hasta su caída en desgracia tras admitir como un fallo militar del comando ucraniano una supuse agresión rusa que estaba siendo explotada mediáticamente, dijo en 2019 en televisión que la entrada de Ucrania en la OTAN implicaba una posibilidad del 99,9% de una guerra contra Rusia, pero que, aún así era la mejor opción porque, «tras nuestra victoria, entraremos en la OTAN».
Podríamos añadir más testimonios directos y recientes, como el de Stoltenberg, secretario general de la OTAN, quien admitió que la guerra en Ucrania comenzó en 2014 (coincidiendo con el golpe de estado occidental perpetrado con mercenarios nazis) y no cuando la entrada rusa para proteger a los rusos del este del país, como afirman al unísono líderes y medios occidentales. Por cierto, ya se sabe fehacientemente que no fueron tropas, ni policías ni agentes gubernamentales de Yanukovich quienes dispararon contra los manifestantes, sino que las mortales balas provinieron de las mismas filas opositoras, cosa que ya dijimos desde el primer momento y que ya se usó como técnica desestabilizadora en Libia o en Siria y que hoy prueba una sentencia judicial ucraniana silenciada por nuestros medios de comunicación.
Otro tanto sucede con las negociaciones de paz que se mantuvieron justo al inicio de las hostilidades directas entre Rusia y Ucrania. Todo indica que la retirada del ejército rojo de los alrededores de Kiev se produjo como prueba de buena voluntad durante el proceso. Sin embargo, tal y como ha recordado Naftali Bennett, ex primer ministro de «Israel», fueron los países de la OTAN quieren decidieron obligar a Ucrania a levantarse de la mesa y liarse a tiros con sus propios negociadores. La estrategia era aplastar a Putin, una vez que lo tenían donde querían, donde con tanto esfuerzo lo habían puesto.
En definitiva, la narrativa oficial del golpe y el inicio de la guerra está más que desbaratada, aunque no quiera reconocerse o no convenga hacerlo por razones obvias. Para la práctica totalidad de la opinión pública occidental, el único responsable de lo ocurrido es Vladimir Putin. Que sea verdad o mentira eso ya es accesorio para nuestros dirigentes. Y es que ahora están ocupados en la adopción, por parte de la opinión pública, de otro relato distinto, pero a la vez relacionado con el anterior: la futura invasión rusa de Europa.
La cantidad de políticos, militares y periodistas europeos que están repitiendo esa sandez como si fuera un mantra, no tiene límite. Macron pretende adelantarse preventivamente y ya habla a las claras de enviar soldados franceses a Ucrania, debe ser que les sobran las tropas replegadas de la Françafrique… Los medios, además de cumplir órdenes de sus amos, encuentran un nuevo tema para jugar al sensacionalismo. Los militares hacen apuestas de quién ganaría una guerra por tierra entre Rusia y la OTAN. Tan asustados están por lo que han visto en Ucrania, que tratan de sacar pecho ante la derrota sin paliativos de toda la Alianza en suelo europeo. Su industria militar está en las últimas, sus armas más modernas parecen solo para la galería y no para el teatro de batalla, donde han demostrado su ineficacia. Por no hablar de una población occidental que nada quiere saber de sus ejércitos ni de las guerras que arman sus gobiernos para mantener los privilegios de sus castas propias o ajenas. Los políticos, por último, solo pretenden aumentar el presupuesto en guerra sin que la población los repudie y los bote.
Lo que subyace tras esta estrategia es cumplir con las exigencias de gasto de la OTAN y organizar de una vez por todas el tan renombrado ejército europeo a costa de compras y más compras en los mercados de Estados Unidos y de detraer fondos de las arcas públicas. Eso del ejército europeo, en sus tiempos, parecía una buena idea, sobre todo para que la UE tuviese autonomía estratégica e independencia en sus relaciones internacionales y soberanía en materia de defensa, actualmente depositada en la Casa Blanca y el Pentágono.
Sin embargo, tal y como está planteado hoy el proyecto de euroejército, no deja de ser un síntoma de sumisión y del cumplimiento de los dictados norteamericanos. Porque… ¿para qué querríamos un ejército europeo si es mucho más fácil lograr la paz con nuestros vecinos? La integración de Rusia en el sistema de defensa europeo o el ofrecimiento de garantías de seguridad a Moscú sería más que suficiente. Con no azuzarle los perros de la OTAN para que le ladren en sus fronteras —siguiendo la analogía que hizo el papa Francisco— se acabó la tensión en el Viejo Continente. Así, además, bajaría el precio de la energía, recuperaríamos mercados donde colocar nuestra producción industrial o agrícola y saldríamos de la crisis sobrevenida por culpa de las sanciones impuestas a Rusia.
Si la solución está tan a la mano ¿cuál es el problema? ¿por qué no se toma la decisión de una vez si todo va a irnos mejor en los ámbitos económicos, sociales y de seguridad? Pues porque Europa no es soberana y no tiene la autonomía necesaria para regir su propio destino. Estados Unidos, simplemente nos ordenó que nos tirásemos al pozo y ahí estamos…