El miércoles pasado, el ejército sionista y el servicio de seguridad lanzaron un ataque al territorio ocupado de Cisjordania en una escala nunca vista. Una incursión de miles de soldados, aviones, helicópteros, drones, transporte acorazado y bulldozers asaltaron las ciudades de Jenin, Tulkarem, los campos de refugiados de Tubas y al-Faraa, acompañados de francotiradores que disparaban al blanco de los residentes del territorio, ha destruido metódicamente edificios y hospitales y precipitado la evacuación de las poblaciones. Es una reproducción del método de asesinatos en masa aplicados en Gaza a guisa de suprimir los escondijos en que se refugiarían las llamadas organizaciones terroristas. Hay sectores enteros de Cisjordania que han sido privados de electricidad, de agua y de servicios cloacales.
El ministro de Exteriores de Israel, Israel Katz, justificó esta masacre en términos similares a los empleados en la invasión de la Franja: denunció que Irán estaba procurando establecer un frente terrorista oriental en Cisjordania, y organizar el contrabando de armas desde Jordania. La expulsión de los palestinos en los territorios ocupados no cesó, sin embargo, ni por un momento, desde la conquista de ellos en la guerra de 1967, y aumentó en una escala fenomenal en los últimos años, a medida que los colonos israelíes se apropiaban de un número creciente de terrenos. Los voceros del gobierno de Netanyahu se refieren a esos territorios como Judea y Samaria, sus denominaciones bíblicas, con la clara intención de justificar la anexión del territorio y expulsar por completo a sus residentes. La limpieza étnica que no encuentra territorio alternativo en la Franja de Gaza, debido al rechazo de Egipto a recibir a su población, encuentra una vía de escape al este en el territorio jordano, que ya alberga a una comunidad palestina superior al millón de habitantes.
El ministro Katz no se comió las palabras para describir los propósitos de este asalto. En su cuenta de X, escribió textualmente: “Debemos encarar esta amenaza (de Irán) como lo hemos hecho con la infraestructura de Gaza, incluyendo la evacuación temporaria (sic) de los residentes palestinos y mediante las medidas que fueran necesarias”. Este criminal de guerra de acuerdo a sus propias palabras, desmiente de este modo que la destrucción de la Franja hubiera sido un ‘daño colateral’ de la búsqueda y captura de los militantes de Hamas, como tampoco lo será en Cisjordania. El asalto a los territorios ocupados no es una operación improvisada en la dinámica de la guerra, sino largamente preparada por una escalada de violencia y expulsión de poblaciones. El régimen sionista tomó seriamente en cuenta la ola de rebeliones que tuvieron lugar en 2019, en forma conjunta en Cisjordania y el propio territorio oficial de Israel. “Lo que está ocurriendo es una increíble escalada de violencia en los meses precedentes y particularmente las últimas semanas”, declaró Francisca Albanese, la Informante Especial de las Naciones Unidas en los territorios ocupados. Concretamente: “un asalto militar integral, destrucción de hospitales, destrucción de rutas, destrucción de infraestructura vital y, Voilá! ordenando a los palestinos a evacuar en masa”.
La escalada de la guerra al conjunto del Medio Oriente está instalada como escenario de una guerra mundial. El estado sionista cuenta con el apoyo de varios estados árabes, empezando por Jordania y Egipto, sin excluir a Turquía, un estado de la OTAN a caballo de los dos escenarios, al norte Ucrania y al sur Siria y Palestina, que provee de petróleo del territorio kurdo del norte de Irak a Israel. El director de toda esta guerra es el imperialismo norteamericano, que ha aumentado el envío de armas a Israel y la ayuda militar, y cubre el déficit del Tesoro israelí, que crece exponencialmente con los gastos militares. Luego del fracaso de la ocupación norteamericana de Afganistán, el acceso de Estados Unidos al Asia Central pasa por el remodelamiento geopolítico del Medio Oriente. O sea el cambio de régimen de Irán.
La anexión de Gaza y de Cisjordania no pone fin a la ofensiva sionista. La observación para nada inocente del asumido criminal de guerra, Israel Katz, acerca del contrabando de armas por parte de Irán a través de Jordania, deja en claro que la escalada sionista apunta a convertir a Jordania en un estado vasallo, lo mismo que Egipto. Israel puede extender su territorio pero no puede eliminar sus fronteras ni al pueblo palestino. Los misiles que Hizbollah dispara con blanco en Tel Aviv, demuestran que la seguridad ‘nacional’ de Israel es la guerra permanente. Para los intelectuales liberales del sionismo, esta realidad conduce a la “implosión” del estado sionista, o sea a un gueto militar inviable. El imperialismo se ha convertido en “un huevo de la serpiente” que contagia a todos sus eslabones. La escalada genocida en el Medio Oriente no va a ser detenida por ninguna de las potencias en presencia. El “plan de paz” que Xi Jinping ha acordado en Pekin con la totalidad de las organizaciones palestinas ha merecido solamente la atención de una pequeña galaxia de periodistas informales; reincide en el planto de dos estados, que en la actualidad es más inviable que en cualquier momento del pasado. Lo mismo viene ocurriendo con el “plan de paz” que el gobierno de China ha ofrecido para la que guerra entre la OTAN y Rusia. En la reciente convención del partido Demócrata de EEUU, su aparato de control impidió que se trataran las cuestiones de la guerra en forma pública, por temor a que la audiencia norteamericana advirtiera los extremos del involucramiento de su gobierno con las masacres de lesa humanidad y los objetivos de conquista del imperialismo.
En Argentina, los partidos “que supimos conseguir” guardan un silencio sepulcral ante los crímenes de lesa humanidad del imperialismo, incluso cuando Milei y su camarilla de trolles han puesto al país como furgón de cola de la guerra. Como en todas las cuestiones relevantes que atañen a los trabajadores y a la humanidad sólo la lucha y la unidad internacional de la clase obrera pueden poner fin a los horrores del imperialismo.
POLITICAOBRERA