Muchos vimos en las redes la historia de Tania, la pediatra que, a solo horas del paso de Oscar, llegó a Imías a salvar vidas, al rescate de gente que necesitaba ayuda. Allí estaba una joven cubana para tenderle su mano, como ha hecho este país desde los tiempos del yate Granma.
Por esos mismos días, en Nuevitas, en la Central Termoeléctrica 10 de octubre, conocí a Pedro Alberto, el joven a la moda, con peinado raro, cadena y aretes, jefe de planta, que tuvo la responsabilidad de conducir el arranque de la Unidad 5, prácticamente de la nada, con más temple que energía.
Junto a él, otro grupo de cubanos y cubanas llevaba allí mismo 48 horas sin dormir, con las ojeras casi en el pecho, pero dispuestos a estar otros dos días sin descanso, para conectar el Sistema Eléctrico Nacional.
Esto nos muestra que lograr ese hombre o mujer que necesita el socialismo en este país no es imposible, no está solamente en los libros de texto, no es un héroe inalcanzable, no está sobre pedestal. Es el cubano que hace bien lo que le toca, el que no tolera lo mal hecho, el que no se detiene ante las dificultades, el que propone soluciones en lugar de esperar de brazos cruzados.
Sin embargo, ¿qué responsabilidad tenemos como sociedad en la formación de ese ser consciente que necesita el socialismo? ¿dónde han quedado los estímulos morales necesarios para su edificación?
Sin dejar de reconocer que se viven tiempos en los que cualquier ayuda material es bienvenida, esta no puede suplantar las toneladas de ideología que forman el buen reconocimiento moral ante la gente que te acompaña en el difícil camino de todos los días, los compañeros de trabajo, la comunidad y la familia.
Desconocer el valor que tiene lo moral en la formación del hombre nuevo puede poner en riesgo hasta la propia construcción del socialismo.
La historia grita, desde sus libros, desde sus fuentes vivas, lo nefasto que fue, en sociedades que aspiraban a la construcción socialista, abandonar el camino, siempre difícil, de la construcción de un ser humano diferente; tanto, que los obreros quisieron ser millonarios y empresarios en lugar de continuar apostando a la generación colectiva de riquezas.
El socialismo en Cuba necesita, por encima de todas las cosas, de la participación de sus mujeres y hombres, del protagonismo de un ser social consciente de que nuestro único camino es el que eligieron nuestros padres y abuelos para solucionar los males de Cuba, y que nos toca, a las nuevas generaciones, seguir demostrando que aquellos no se equivocaron en su elección.
Le toca también a nuestro sistema educacional, a la familia, a la sociedad ocuparse de que las niñas y los niños de hoy, mujeres y hombres del mañana, sean también esos que necesita Cuba, que crezcan en los valores del socialismo, del humanismo que caracteriza una obra como la que edificamos los cubanos.
El hombre y la mujer nuevos del socialismo están allí, no son una quimera, y se están formando en condiciones difíciles. Ese ser que necesita la sociedad nueva, como expusiera el Che en su texto El socialismo y el hombre en Cuba, es un producto inacabado, imperfecto, pero existe por doquier en esta Cuba. Muchas veces hasta incomprendidos y tildados de cualquier cosa, chocamos con ellos a cada rato en las calles, haciendo, por todos nosotros, heroicidades anónimas.