El 11 de septiembre Pablo Iglesias intentó atraparnos en la deshilachada “red” de su canal, con un homenaje a Allende nada menos. El ex vice de Sánchez ha abandonado Galapagar y se ha desplazado a Chile, para rendirle elogios a ese tal Boric. No le ha salido del todo bien, cuando Álvaro García Linera (vicepresidente de Evo Morales durante 14 años) ha criticado en directo la tibieza del presidente chileno. Un presidente chileno que, por cierto, a la vez que homenajea glamourosamente a Allende, adopta fielmente el discurso golpista actual contra Venezuela y Nicaragua.
Si la revolución bolivariana y el sandinismo fueran aplastados mañana por militares fascistas financiados por el imperialismo, es indudable que, dentro de 50 años, los Iglesias del futuro le rendirían lacrimógenos homenajes y desmentirían los indignantes bulos en su contra… Solo que, a la vez, estarían condenando -patrón obliga- de forma airada a las revoluciones de su presente histórico, y repitiendo todos los bulos que los poderes fácticos les exigiesen, a cambio de no ser masacrados en sus imparciales medios. Así funciona el juego y hay que asumirlo (¡lo contrario sería dramático en términos electorales!).
Pero estamos en 2023. Así que ahora toca rendir homenaje a Allende y a ese pueblo chileno que se pasó de la raya hace 50 años, mientras se permite el bloqueo, el aislamiento y el golpismo contra los pueblos movilizados de Venezuela, de Nicaragua y de todo el que se pase de la raya hoy en día. Y lo peor es que el cerebro de esta izquierda acomodaticia compensa la disonancia cognitiva: acaban creyéndose las mismas mentiras que, casualmente, necesitan decir para ser aceptados.
De ahí nace la paradoja: ¿cómo van a ganar el apoyo del pueblo si suenan tan descaradamente a falso? Es más: ¿para qué recordar lo que le sucedió a Allende si, a la vez, se invita a olvidar que eso sucederá siempre que un gobierno “democrático” toque los intereses económicos de la oligarquía? La memoria histórica del pasado solo tiene sentido si se emplea para conquistar el presente y el futuro. Si no, es solo otra distracción para ocultar bajo la alfombra su cruda realidad: no solo carecen de principios, sino también de proyecto.